CAPÍTULO DIES

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Estoy acorralada, el filo del puñal presionando contra tu cuello. Las lágrimas recorren mis mejillas mientras el dolor y el pánico me consumen. Quiero escapar, pero no puedo soportar la idea de lastimarla, más...

El filo del cuchillo se adentra en mi piel, dejando un rastro de fuego helado. El dolor, agudo y punzante, se extendió por mi cuerpo como una descarga eléctrica. Un grito, un quejido ahogado, se escapó de mis labios y por instinto le empuje... Las lágrimas cayeron con más intensidad de mis ojos, un torrente de desesperación que no podía detener. El pánico, como una ola gigante, me arrastró hacia el abismo de las sombras...

Mi mano se eleva instintivamente con el arma de fuego que poseo. Mis dedos, temblorosos, apuntan en su dirección. Las lágrimas caen sin cesar de mis ojos mientras tiemblo con el dedo en el gatillo.

No quiero disparar. Pero si no lo hago, ella me disparará a mí.

Mi mente da vueltas, tratando de encontrar una solución. ¿Debería disparar para protegerme? ¿O debería arriesgarme a que ella me degolle? Estoy dividida entre mi instinto de supervivencia y mis principios morales.

-¿Que tratas de hacer perra? -Se levanta poco a poco del suelo y recupera el cuchillo -Ni siquiera empuñas bien esa arma. -bufa -¿Te crees capaz de apretar ese gatillo?

Continúa hacercandose mientras habla. El miedo y la desesperación me consumen. Nunca he estado en una situación como esta antes. No sé cómo manejarla. Tiemblo incontrolablemente, y las lágrimas empañan mi visión. No puedo pensar con claridad. Sólo quiero que esto termine.

Trato de indagar en su mirada, espererando que ella pueda ver el miedo y la desesperación en mi rostro. Espero que entienda que no quiero hacerle daño. Pero sus ojos están llenos de ira y determinación. Ella no va a retroceder.

*Doy un paso hacia atrás.*

-Dejemos las payasadas Miller, sabemos que no tienes el valor de disparar -trago grueso, en lo que ella recurre a una pausa. -Pero en cambio a mi... -retoma los pasos en mi dirección y yo choco nuevamente contra la puerta del armario -...no me importa clavar esta daga en tu cuello y cortarlo en dos. -Se abalanza sobre mi con la mano agarrando firmemente el cuchillo, dispuesta atacarme.

Llevada por la desesperación y el pavor cierro los ojos y aprieto el gatillo apuntando a su dirección. El sonido del disparo no es tan estruendoso gracias al silenciador, pero el olor de la pólvora si, impregnando todo el aire de la habitación. Abro los ojos y veo a mi atacante caer al suelo y me quedo allí de pie, temblando incrédula y horrorizada por lo que he hecho.

-Maldita zorra.... -escupe con rencor y se queda tiesa en el suelo.

El aire se hizo escaso en mis pulmones. Cada inspiración se convirtió en una lucha titánica, un intento desesperado por llenar un vacío que se extendía por mi cuerpo entero. Mi pecho, atrapado en un corsé invisible, se contraía con violencia, expulsando un jadeo que no lograba calmar la sed de oxígeno. El pánico, una ola de terror que no podía controlar, se apoderó de mis sistemas.

Mi visión se nubló, los bordes de la realidad se desdibujaron, y mi atención se concentraba en un solo punto. Las sensaciones de mi cuerpo se intensificaron. El latido de mi corazón se aceleró hasta convertirse en un martillo que golpeaba con fuerza mis costillas, un ritmo desbocado que se extendía por mis venas como una corriente eléctrica. Mis manos, húmedas de sudor frío, temblaban sin control.

Un escalofrío recorrió mi espalda, una sensación de frío que se extendió por mi cuerpo como una mancha de tinta que se esparce en el agua. La piel de mi cuello se erizó, cada velo se tensó, como si esperara un golpe inesperado.

"Danzando Entre Las Sombras; El Baile Entre La Luz Y La Oscuridad". Donde viven las historias. Descúbrelo ahora