1

141 8 0
                                    

Azkaban. Celda 723.

El cuerpo del chico estaba tirado en la fría celda oscura. Hacía ya días que había dejado de temblar, a pesar del frío que retenía esas gélidas paredes, pero no le importaba.

Los gritos y los lamentos de los componentes del resto de la cárcel mágica de Azkaban resonaban unos contra otros a causa de los dementores, los monstruosos guardianes de la fortaleza en mitad del mar que absorbía cada mínimo rastro de alegría de ese lúgubre sitio.

Tras la escapada del fugitivo Sirius Black habían reformado el lugar añadiéndoles puertas, sin haberlas antes subestimando a los presos sometidos en el terror.

Lo cual hacía imposible su escapada, por medios muggles, eso sin contar el estado físico y emocional en el que se hallaría el fugitivo.

Desde que lo habían metido hacía ya meses a Harry ya no le importaba nada de eso. El chico rara vez se encontraba consciente, siendo el favorito de los dementores para alimentarse con sus miedos, casi siempre se encontraba tumbado cerca o sobre las piernas de un hombre que siempre estaba ahí protegiéndolo de cualquier peligro que pudiera evitar.

A pesar de que no podría hacer mucho, por no decir nada, contra los dementores, había muchos peligros a los que estaba expuesto el chico más joven del lugar.

El chico estaba más en peligro que una miga de pan en medio de un hormiguero y el hombre tenía claro que en el instante en el que se despistara, se lo comerían vivo, y no lo podían permitir.

Los mortífagos eran uno de los peligros, pero no el mayor, pues desde la muerte de Dumbledore los aurores a veces se aprovechaban de él, y aunque el mayor no pudiera hacer mucho por salvarlo a veces, lo protegía siendo menos veces la que lograban salvarlo de ahí.

Aunque para su desgracia no era siempre.

El hombre empezó a escuchar más barullo de lo normal en el otro extremo del pasillo, sabía lo que venía y no era bueno. Nada bueno.

Dejó de acariciarle el pelo al muchacho y lo levantó de sus piernas en la que estaba recostado intentando no despertarlo en vano de los pocos minutos en lo que había podido dormir en días, y se puso de pie tambaleante dispuesto a enfrentarse en lo que podía.

De repente escuchó unos pasos y risas iban sonando cada vez más cerca, Harry se levantó colocándose detrás del hombre pegado en una esquita encogiéndose de terror.

Ambos sabían lo que venía cuando el cerrojo sonó en la mazmorra advirtiéndoles de su llegada.

La puerta se abrió dejando pasar a 5 aurores junto a sus varitas alzadas con 2 dementores detrás escoltándolos.

Inmediatamente los dos supieron que esta noche no iban a librarse de ellos.

- Apártate del chico, Rowle – advirtió uno de ellos – sabes que no lo podrás proteger.

Pero eso a él le daba igual.

- Iros a la mierda, monstruos.

- Vaya manera de hablar de un sangre pura – se reían de él, pero le daba igual lo que dijeran, si de modales se trataba, los había perdido hacía mucho.

Lo importante ahora era proteger al chico de lo que venía.

Se lanzó cuerpo a cuerpo contra ellos intentando cogerles la varita, pegándoles, haciéndoles todo el daño posible a esos hombres. Pudo ver cómo alguna nariz se rompió debajo de sus nudillos con satisfacción y como la cara de alguno se llenaba del espeso líquido rojo de la sangre. Lamentablemente no sirvió de mucho cuando le lanzaron un Petrificus totalus impidiéndole moverse, condenado como otras veces a ver la desgarradora escena que iba a suceder.

Algo por lo que vivir - Harry Potter MarvelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora