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Apartamento de Manhattan

Tony Stark volvió a releer por novena vez todos los recortes de periódicos que le habían dado.

Los había escaneado encontrando que efectivamente todos estaban conectados con el mismo gen extraño que encontró en las pertenencias de su hijo. Pero la cantidad de sucesos oscuros y la violencia que el chico había enfrentado a lo largo de su vida era irreal.

Por cada página que leía, su frustración aumentaba. No podía comprender cómo alguien, especialmente un niño, había pasado por tantas atrocidades y, peor aún, ¿cómo era posible que nadie hubiera intervenido para evitarlo?

– Deberías de dejar de obsesionarte por esos papeles y esperar a que Harry te lo explique – El capitán le recomendó por octava vez en lo que llevaban de noche.

– Lo he leído todo Rogers, cada maldito detalle de estos recortes. Cada maldito asesinato y cada maldita mierda por la que ha pasado mi hijo, ¿no lo ves? Por lo que he podido leer en estos estúpidos papeles es que han manipulado a mi hijo desde la infancia metiéndolo en ese estúpido colegio regido seguramente por un viejo verde que ha saber qué le ha hecho a mi niño.

Steve le dio una palmada en el hombro, pero Tony se apartó. Estaba demasiado frustrado para tranquilizarse con ese gesto.

—Escúchame, Tony —comenzó Steve en su tono conciliador – Harry está aquí, está a salvo. Y parece un chico fuerte, espera a que él llegue, entonces pregúntale todo lo que quieras, seguro que esto no es lo que parece.

Tony bufó, dándole la espalda a Steve mientras apretaba los puños. Esa era una de las pocas ocasiones en las que el multimillonario se sentía impotente.

– Steve, viste como llegó, se derrumbó delante de mis narices, obviamente no es lo que parece, esto es mucho peor – vió como el mayor iba a decir algo pero lo interrumpió antes de que continuara – no me digas que me tranquilice, claramente se ve que mi hijo ha sufrido, y mucho, no quiere contarme nada, no lo entiendo, no se como hacer para que me hable ya siquiera, que me cuente algo, ¡algo! Algo que me de una pista o una señal siquiera de cómo ayudarle, de cómo estar para él, algo que me permita ser su padre.

—Tony, entiendo que sea frustrante, pero lo que ha pasado en su vida no es algo que pueda cambiarse de la noche a la mañana. Ten paciencia, es la mayor virtud que le puedes dar, eso y apoyo, apóyale en todo, hasta en las pequeñas cosas, tiene 16 años, ya es bastante mayor y ha vivido lo suficiente como para saber lo que es bueno y lo que no es para él, muéstrale que lo apoyas como adulto, no como un niño pequeño.

Tony se pasó las manos por el rostro, intentando despejar la tensión, aunque el esfuerzo era en vano. Sabía que Steve tenía razón, pero en el fondo, eso solo lo enfurecía más. La idea de que un niño, su hijo, hubiera sido tratado así era como un veneno en su interior. Se volvió hacia Steve, con los ojos enrojecidos de rabia y desesperación.

—Hazle saber que estás aquí para él. Puede que sea un paso pequeño, pero al menos será un paso firme.

Tony asintió, aunque en el fondo seguía sin estar convencido. No podía quedarse de brazos cruzados cuando todo en su ser le exigía proteger a Harry de todo lo que lo había lastimado.

Harry caminaba con paso decidido por las calles desiertas de Nueva York, con una nota en el bolsillo de la chaqueta. La persona que estuviera mandándole esas notas lo había citado en una vieja fábrica al borde de la ciudad, asegurándole que no tenía tiempo y que más le valía asistir solo.

Aun así, sin que él lo supiera, una figura encubierta lo seguía de cerca, saltando de tejado en tejado, asegurándose de no perderlo de vista.

Finalmente, una mujer apareció en la penumbra del callejón. Su silueta parecía surgir de las mismas tinieblas, envuelta en un atuendo de negro y rosa que la hacía parecer parte de aquel juego cruel que había montado. Llevaba un vestido negro hasta las rodillas, cubierto con una chaqueta muggle que contrastaba con el brillo de sus botas altas. Sus labios dibujaban una sonrisa torcida, y su piel, tan pálida como un cadáver, reflejaba las luces titilantes del callejón. Harry se detuvo en seco, sintiendo un escalofrío recorrerle la espalda. Sabía que la había visto antes, aunque no lograba recordar dónde. Esa mujer irradiaba un desprecio tan intenso que parecía envolverle como una bruma oscura.

Algo por lo que vivir - Harry Potter MarvelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora