Capítulo catorce.

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De alguna manera, Dante tenía que madurar

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De alguna manera, Dante tenía que madurar. Su proceso de transformación estaba cerca, y Hannibal ansiaba estar presente a fin de año para presenciar ese cambio. Hannibal sabía bien lo que la medicación le estaba haciendo a Dante: su irritabilidad era evidente durante la conversación en la cena, especialmente cuando el tema de Will salió a relucir. Sus visiones eran cada vez menos frecuentes y el cansancio empezaba a notarse.

—Muchas gracias por la invitación —dijo Dante mientras se ponía su chaqueta con la ayuda de Hannibal—, y lamento no poder asistir mañana a la sesión.

Dante miró a Hannibal, quien también tomó su abrigo del perchero.

—No te preocupes —dijo Hannibal, sonriendo mientras se ponía su abrigo.

Dante estimaba que Hannibal tendría unos cuarenta y tres años. A pesar de su edad, Dante empezaba a ver un atractivo peculiar en él: sus ojos marrones, su cabello rubio ceniza, sus pómulos marcados, sus anchos hombros, brazos firmes y grandes manos.

—Te llevaré a casa. Es muy tarde y no hay trenes.

Dante, saliendo de su trance, miró al suelo.

—Sí, gracias.

Salieron de la casa, Hannibal cerró con llave y, antes de que Dante pudiera decir algo, abrió la puerta del copiloto para él.

—No sabía que tenías un Bentley —dijo Dante, admirando el coche mientras se acercaba a Hannibal, quien sonreía mirando al joven.

Dante subió al auto, Hannibal cerró la puerta y, tras rodear el coche, se acomodó en el asiento del piloto.

—Un pequeño capricho que decidí darme hace un tiempo —dijo Hannibal mientras encendía el auto.

Dante levantó una ceja y lo miró incrédulo.

—Un capricho es un chocolate cuando solo tienes diez dólares; un Bentley es un lujo —dijo Dante, mirando a Hannibal, quien reía mientras enfocaba la vista en el camino.

Dante disfrutaba de la comodidad del auto de Hannibal: el asiento que parecía hecho para él, la calefacción, la música suave y la manera en que Hannibal conducía. Sin embargo, un extraño aroma comenzó a inundar su nariz, aunque trató de no pensar en ello.

A mitad de camino, todavía en la carretera, el sueño lo vencía. A pesar de luchar por mantenerse despierto, el cansancio lo silenciaba.

—¿Tienes sueño? —preguntó Hannibal, casi con burla.

—Sí, ya es hora —dijo Dante, tapándose la boca con las manos ante un bostezo—. Podría dormirme aquí...

Dante sonrió y se acomodó en el asiento, observando el perfil de Hannibal.

—Puedes hacerlo, aún falta para llegar —dijo Hannibal, y Dante sonrió.

—No, sería grosero —dijo Dante, tratando de mantenerse despierto—. Quiero platicar contigo.

CERVATILLO ━❝ Hannibal LecterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora