Capítulo ocho.

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En el preciso momento en que puso pie dentro de la casa, Dante supo que ese lugar ya no le pertenecía

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En el preciso momento en que puso pie dentro de la casa, Dante supo que ese lugar ya no le pertenecía. Mucho menos a su madre.

Recordaba las fotos del día de la boda de sus padres, exhibidas en el pasillo principal, en marcos grandes y brillantes. En todas, su madre lucía hermosa, en la flor de la juventud. Ahora, esas bellas fotos habían sido reemplazadas por cuadros de pinturas abstractas y absurdas, sin sentido.

—¿Dónde están las fotos de mamá? —murmuró débilmente.

Vince se detuvo y lo miró.— Están en la bodega.

Dante mordió su lengua y lo miró con horror.

—Ocupaban mucho espacio.
Vince se dio la vuelta y siguió caminando.

El recorrido por los pasillos era inquietante, ponía nervioso a Dante, tanto que sentía que vomitaría otra vez.

Tras una caminata en la que Dante solo notaba la ausencia de su madre, finalmente llegaron al salón principal.

Vince abrió la puerta y dejó que su hijo pasara, sus ojos viajaron momentáneamente por el lugar hasta encontrarse con los presentes sentados en los sofás.

Pudo escuchar la puerta cerrarse detrás de él y los pasos de Vince a su lado.
Vince era un hombre de cuarenta y siete años, bien vestido y, sin duda, con dinero. A comparación de su hijo menor, quien ese mes había tenido problemas para pagar la renta.

—Toma asiento —Vince puso una mano sobre el hombro de Dante y lo invitó a sentarse cerca de sus hermanos—. Esta es tu casa.

Dante sintió un escalofrío recorrerle el cuerpo.

—¿Cómo has estado, Dante? —Jordan, su hermano mayor, de veintiocho años, fue el primero en hablarle.

Dante tragó saliva tratando de aliviar la sequedad de su garganta, pero le fue imposible.

—Bien —fue lo único que atinó a decir.

—¿Quieres tomar algo? —Vince preguntó mientras se sentaba al otro lado—. ¿Agua, whisky?

—Agua, está bien —Dante subió su pierna sobre su rodilla tratando de corregir su hábito de subir las piernas a los asientos. Su mano se colocó en su rodilla, las yemas de sus dedos golpeando suavemente de manera nerviosa.

—¿Por qué estás vestido así? —Dante giró la cabeza solo para encontrarse con su hermana, Roxanne.

—¿A qué te refieres? —miró a su hermana, era tan extraño tenerla ahí.

—Pareces oficinista, de esos que viven de sopa instantánea —Roxanne trató de hacer una broma, pero Vince solo alzó su vaso de whisky para tomar de él y Jordan suspiró.

Dante parpadeó un par de veces y mordió su lengua.

—Roxy, ya basta —Jordan trató de callar a su hermana.

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