Prólogo

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Sentí como la brisa entraba por la ventana, aún a principios de junio, el aire era fresco en la madrugada, alivia el calor que empezaba a hacerse presente en Madrid. El despertador sonaría en media hora, pero estaba tan nerviosa y entusiasmada por el concierto que no podría dormir ni un minuto más, decidió hacerme un café para no dormirme en el trayecto, eran las cuatro y cuarto de la mañana y yo me estaba vistiendo para coger el primer tren que me llevará a la estación principal. Me aseguré de guardar las últimas cosas que me faltaban, el cargador del móvil, la Tablet para editar... Finalmente me acerqué a la habitación de mis padres a darles un beso antes de salir, quise ser silenciosa para no despertarles, pero, como siempre que me voy a cualquier lado, mi madre se despertó y me deseo un buen viaje, siempre dice que es normal que ella se despierte para ir al baño sobre esas horas, que la edad no la deja dormir más o que hace mucho calor, yo  creo que solo es una madre que quiere despedir a su hija antes de un viaje.

Cogí la maleta y salí al rellano del tercer piso de mi edificio, no había cerrado la puerta cuando note que algo no iba bien, tenía una sensación rara pero no le di mayor importancia, pensé que sería por el sueño.

Cerré la puerta y me dirigí al ascensor, notaba una mirada en mi nuca, pero sabía que no había nadie, estaba todo apagado y las luces se encendían con movimiento, sin pensar más en tonterías entre al ascensor y bajé hasta la planta cero, al abrirse la puerta me sobresalte al ver la luz del portal encendido puesto que, por las horas, debería seguir apagada, ninguno de mis vecinos salía tan pronto a trabajar y no era lo suficientemente tarde como para que mis vecinas hubieran vuelto de fiesta aun. Sin pensarlo más me coloque los cascos de música y seleccione mi playlist de viaje. Al salir, esa sensación de vigilancia no desapareció, podría decir incluso que aumentó considerablemente, me inquiete al notar que no había nadie en la calle, ni una sola persona, pero la sensación estaba ahí. Sin bajar la vista al suelo, me acerqué a paso ligero a la entrada de Metro, por desgracia aún estaba cerrada, le quedaban tres minutos para abrir, saqué el móvil para avisar a mis amigas, ellas también iban a coger este transporte. Tengo la manía de quitarme un casco cuando escribo un mensaje... Fue ahí cuando se me helo la sangre por completo. No había comenzado a escribir cuando comencé a escuchar música... pero música acústica, este tipo de música que solo ponen en los ascensores para matar el silencio cuando se suben completos desconocidos, esa música de feria que a nadie le gusta, esa música. .. No me atrevía a girarme, era imposible, no había nadie, ni un coche, todas las casas apagadas, los comercios no abrirían hasta las 7 de la mañana.

Al fin encontré valor y me gire, me percaté que la música salía de un baño público, no sería extraño... Si no lo hubieran clausurado hace cuatro meses, se desactivo todo según el ayuntamiento, incluida la música ya que los vecinos que se quejaron del espeluznante sonido. La sensación de vigilancia volvió, no podía huir, aún faltaban dos minutos para que abriese el metro y, en ese momento, sentí que yo no entraría por esa puerta.

Pero...¿dónde estamos?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora