Rutina

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¿Por qué es tan sencillo?
¿Por qué es tan sencillo caer en una rutina contigo?
Cuando todo en mi vida siempre estuvo en ruinas.
Nunca te cansaste de mí
Incluso después de tantos años.

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Fue muy fácil caer en una rutina con Chuuya, era casi natural cómo maniobraban entre sí o trabajaban en sincronía.

Se sentía extrañamente emocionante tener vidas tan aburridas, despertarse y no tener que preocuparse por Mori o por las misiones, o por morir o tener que torturar a alguien.

Parecían dos adolescentes quedándose solos en casa porque sus padres se habían ido de vacaciones, igual que en las películas.

Fue maravilloso.

Se despertaban juntos y luego bajaban al comedor y comían lo que sus versiones mayores les habían preparado y cuando terminaban hacían algo juntos o por separado.

Osamu le había dado a Dazai un nuevo cuaderno de bocetos para que se mantenga ocupado ya que Dazai pasaba todos los días dibujando cada cosa que encontraba interesante.

Aunque recientemente su tema de interés era Chuuya.

Al principio empezó a dibujarlo en silencio, tratando de ser lo más discreto posible, hasta que Chuuya lo atrapó, y después de discutir por unos minutos, ambos, con las mejillas sonrojadas e irritadas, llegaron a la vergonzosa conclusión de que a Chuuya no le importaba ser dibujado y que Dazai quería seguir dibujándolo.

Y así lo hizo.

Chuuya podría estar sentado en el pasillo de la cocina comiendo una manzana y Dazai se sentaría frente a él y grabaría la imagen en su memoria, luego caminaría como un pato hasta la sala de estar y no se atrevería a moverse del lugar donde estaba sentado hasta que el dibujo quedara como a él le gustaba.

Al dibujar a Chuuya se dio cuenta de cosas sobre él que nunca había considerado o en las que nunca había pensado, notó áreas de su rostro donde tenía más pecas, cómo parpadeaba más rápido y se mordía el labio cuando no entendía algo, notó pequeñas cicatrices descoloridas en su cara, brazos y piernas a los que nunca se había molestado en prestarles atención.

Pero ahora que lo dibujaba tenía que notarlos.

Sin embargo, había algo que lo inquietaba;

realmente no debería disfrutar tanto dibujando a Chuuya.

Le encantaba dibujar su cabello y cómo fluía alrededor de su nuca o los mechones sueltos que nunca oscurecían demasiado su rostro, le encantaba dibujar su cuerpo cuando se ponía de pie, el flujo de su columna, la definición de sus músculos.

La mejor parte era que Chuuya ni siquiera era consciente de cuántas veces Dazai lo había dibujado, pensó que eran unas pocas páginas, tal vez dos o tres, no sabía que al menos doce páginas estaban llenas de nada más que él.

Esas páginas previamente en blanco ahora estaban llenas de su sonrisa, de su rostro dormido, de sus manos alrededor de un control de videojuego, de él sentado con las piernas cruzadas y comiendo fresas, sonriendo ampliamente ante el tamaño de ellas, frunciendo el ceño o sonrojándose furiosamente ante los chistes o insinuaciones de Dazai.

A pesar de esto Dazai descubrió que no le importaba qué expresión tuviera el rostro de Chuuya o qué estuviera haciendo porque la realidad era que a Dazai le gustaba mirarlo, le gustaba dibujarlo.

Chuuya era su musa.

Y ninguno de los dos era consciente de ello.

Y ninguno de los dos era consciente de ello

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Tempus Fugit • SoukokuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora