Capítulo 5: Al Borde del Abismo

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El amanecer iluminaba las calles de NeoLumen con una luz que hacía tiempo no veían. Los ciudadanos, aún aturdidos por la abrupta caída del Consejo Supremo, comenzaban a salir de sus hogares y refugios. Había un murmullo creciente, una mezcla de miedo y esperanza, mientras la gente se reunía en las plazas y avenidas, buscando respuestas y líderes en quienes confiar.

Lía observaba desde la azotea de un edificio, su mirada fija en el horizonte. Sabía que este era solo el comienzo y que la verdadera batalla estaba por venir. A su lado, Marcos y Ana se preparaban para dirigirse a la creciente multitud.

—Tenemos que asegurarnos de que la gente entienda lo que está pasando —dijo Lía, su voz decidida pero cansada. —No podemos permitir que el vacío de poder se convierta en caos.

—Entonces hablemos con ellos —respondió Marcos, ajustándose la chaqueta y limpiándose el rostro de la sangre y el polvo de la noche anterior.

Descendieron del edificio y se dirigieron a la plaza central, donde cientos de personas ya se habían congregado. Los rostros reflejaban una mezcla de incredulidad, alivio y miedo. Algunos llevaban banderas improvisadas, otros carteles pidiendo justicia y libertad.

Lía subió a una plataforma improvisada, tomando un altavoz. El murmullo de la multitud se detuvo cuando comenzaron a reconocerla como la voz que había hablado en las pantallas y altavoces de toda la ciudad.

—Ciudadanos de NeoLumen —comenzó, su voz resonando firme y clara—, hemos derribado al Consejo Supremo, pero nuestra lucha no ha terminado. La libertad que hemos ganado es frágil y debemos protegerla con todas nuestras fuerzas.

Un murmullo de asentimiento recorrió la multitud. Lía continuó, su mirada abarcando a todos los presentes.

—Durante años, hemos vivido bajo el yugo de un régimen opresivo que nos negó nuestros derechos más básicos. Hoy, al amanecer de una nueva era, debemos unirnos para construir una sociedad justa y libre. No permitamos que el caos se apodere de nosotros. Organizarnos y trabajar juntos es esencial para asegurar nuestro futuro.

Desde el fondo de la multitud, un hombre de mediana edad, con el rostro marcado por años de sufrimiento, levantó la mano. Lía asintió, dándole la palabra.

—¿Cómo podemos estar seguros de que no caeremos en otra tiranía? —preguntó, su voz llena de escepticismo.

—Debemos aprender del pasado —respondió Lía—. La transparencia y la participación ciudadana serán nuestras armas más fuertes. No podemos permitir que el poder se concentre en manos de unos pocos. La verdadera democracia será nuestro escudo.

Mientras Lía hablaba, Ana y Marcos distribuían alimentos y agua entre la multitud. Era un pequeño gesto, pero simbólico de la nueva era que querían instaurar: una era de solidaridad y cooperación.

De repente, un estruendo resonó en la distancia. Lía levantó la vista y vio una columna de humo negro elevándose desde el sector industrial de la ciudad. Su corazón se aceleró; no todos los seguidores del Consejo habían sido derrotados.

—Tenemos que ir allí —dijo Lía a Marcos y Ana. —No podemos permitir que los remanentes del Consejo siembren el caos.

Reuniendo a un grupo de voluntarios, Lía se dirigió hacia la fuente del humo. Las calles estaban llenas de escombros y restos de enfrentamientos, pero también de ciudadanos dispuestos a defender su recién adquirida libertad. Mientras se acercaban, el sonido de disparos y gritos se hizo más claro.

El sector industrial estaba en llamas. Varios edificios ardían, y los seguidores del Consejo, armados y desesperados, intentaban retomar el control. Lía y su grupo avanzaron con cautela, utilizando la cobertura disponible.

—No podemos enfrentarlos de frente —dijo Marcos—. Necesitamos una estrategia.

Lía asintió, observando el entorno. Vio un tanque de combustible abandonado cerca de uno de los edificios en llamas. Una idea peligrosa, pero necesaria, surgió en su mente.

—Si hacemos estallar ese tanque, podríamos desarmarlos y dispersarlos —sugirió Lía, su mirada fija en Marcos.

Marcos asintió, entendiendo el riesgo pero también la necesidad. Se movieron con rapidez, coordinando a los voluntarios. Un pequeño grupo se acercó al tanque mientras el resto proporcionaba cobertura.

El momento llegó. Un disparo preciso encendió el tanque, y una explosión ensordecedora sacudió el sector. El fuego y el caos resultante desorientaron a los seguidores del Consejo, permitiendo que Lía y su grupo avanzaran y los desarmaran.

Al caer la noche, el sector industrial estaba bajo control de la resistencia. Lía, cubierta de polvo y cenizas, miró a su alrededor y sintió una oleada de esperanza. Sabía que la lucha sería larga y difícil, pero también sabía que habían dado un paso crucial hacia la libertad.

Mientras el humo se disipaba y las estrellas comenzaban a brillar en el cielo de NeoLumen, Lía se permitió un momento de respiro. Mirando a sus compañeros, vio en sus ojos la misma determinación que ardía en su corazón. La ciudad había despertado, y con ella, una nueva era estaba a punto de comenzar.

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