En un mundo donde las decisiones pueden cambiar el rumbo de una vida, un joven estudiante se encuentra atrapado entre sus sueños y la dura realidad que lo rodea. Su nombre es Akemi Hanma, un chica común con aspiraciones de grandeza, pero que, poco a...
Antes de que Shuji pudiera irse, Akemi, llena de determinación, lo alcanzó. La tensión entre ellos era palpable, una historia de traiciones y resentimientos no resueltos.
—Lo siento, Akemi, elegiste a ellos por encima de mí —dijo Shuji, con una ligera sonrisa amarga, como si ya supiera lo que iba a suceder.
—TÚ SIEMPRE ESCOGÍAS A KISAKI POR ENCIMA DE MÍ —exclamó Akemi, su voz llena de rabia contenida. — Y nunca te lo reproché en la cara como tú... Si eres mi hermano, entonces me dejarás en paz. Estoy fuera del juego. Al menos, si van a joder sus vidas, háganlo, pero sin mí.
Las palabras de Akemi resonaron en el aire, hirientes y llenas de resentimiento acumulado durante años. Shuji la miró con una expresión fría, pero no dijo nada de inmediato.
—Sabes que no perteneces a esta vida —dijo él, con tono de superioridad—. Incluso tú te fuerzas a encajar cuando sabes que realmente no es así.
Akemi, sin mostrar ni un ápice de debilidad, respondió con firmeza:
—Podré sentir que no encajo... pero Taiki es lo que tengo ahora. Déjame verlo crecer y darle algo de parte mía... una familia.
Shuji soltó una risa sarcástica, con desdén.
—Tú no conoces el concepto de familia —dijo, alejándose mientras subía al automóvil. — Finges creer en ese concepto, pero tú no crees en él realmente.
Akemi lo observó irse, con el corazón pesado, pero una resolución firme se formaba en su interior. Sin pensarlo dos veces, murmuró para sí misma, con la convicción de alguien que estaba dispuesta a hacer lo que fuera necesario para proteger lo que amaba:
—Entonces, si eso es lo que quieres, los voy a defender, aunque me mates tú mismo, Shuji...
El sonido del motor del coche arrancando y alejándose fue lo último que escuchó antes de girarse, de nuevo hacia la puerta de su hogar.
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Mitsuya, parado frente a Akemi, sabía lo que estaba por venir. Había aprendido a leerla, a entender sus silenciosas decisiones antes de que las pronunciara. La determinación en sus ojos era clara, y aunque su instinto le decía que debía resistir, que debía encontrar una manera de evitarlo, sabía que Akemi lo estaba haciendo por amor, por protección.
Con una suavidad que sólo él podía mostrar, tomó la mano de Akemi, dándole a entender que entendía lo que iba a decirle. Su expresión era serena, pero sus ojos reflejaban la angustia interna que luchaba por contener.
—Te apoyo y lo comprendo —dijo dulcemente, como un susurro de consuelo, mientras sus dedos entrelazaban los de ella.
Akemi, con una tristeza profunda, le dirigió una mirada llena de preocupación. No quería que él o Taiki estuvieran involucrados en el peligro que se avecinaba. Sabía que su lucha era solitaria y que, para protegerlos, debía sacrificarse.