Cap. 11: Aquello que Nunca Olvidé.

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Los bosques que rodeaban Gravity Fall siempre fueron un sumidero de misterios, el pequeño pueblo en Oregón era un punto que conectaba con una dimensión de rarezas que se filtraban en el mundo de alguna forma. Era un lugar plagado de secretos y los habitantes que allí vivían habían aprendido a convivir con todo bajo un velo de ignorancia colectiva. Desde Gnomos, Zombis, Unicornios y Sirenas hasta criaturas que en un principio podrían resultar incomprensibles; todo tenía cabida en ese lugar.

Pero era en aquel bosque, en un pequeño claro junto a un arroyo, en el que todo comenzó y donde todo terminó. Aquella tarde el cielo mostraba hermosos colores crepusculares, quedarse observando junto a las extrañas nubes y sus formas era como una manera de pasar el rato cuando estaban aburridos, pero no era este el caso. Una joven Mabel Pines se mantenía escondida detrás de unos arbustos, mientras a su espalda se escuchaba lo que claramente parecía ser una discusión entre dos personas; ella siempre gustó de los suéteres, de hecho los fabricaba desde que aprendió a tejer como un mero pasatiempo, ahora se estaba comiendo uno por los nervios, lo que le hubiera hecho bastante daño en el estómago a futuro si no estuviese fabricado con pasta y colorantes para alimentos.

No podía negar que en aquel momento, mientras escuchaba aquellos gritos, la joven de largos cabellos castaños tenía algo de miedo. Su hermano gemelo siempre había sido alguien bastante calmado y aunque a veces se alterase un poco por algún que otro motivo, nunca levantaba la voz de aquella manera tan amenazadora, de hecho a pesar de la enorme cantidad de veces que lo había hecho enojar durante su vida, él nunca le había hablado de aquella manera; lo que tenía mucho menos sentido teniendo en cuenta con quién estaba hablando justamente.

Ella era su hermana gemela, habían nacido juntos, se habían criado juntos; era normal suponer que fuese más tolerante. Pero incluso ni con ella, su hermano había sido tan paciente como lo había sido con Pacífica desde que ambos comenzaron a pasar más tiempo juntos, poco después de los sucesos del Raromagedón que se dieron lugar en aquel pueblo. Siempre que estaba con ella se le veía con una sonrisa, incluso cuando ambos se molestaban uno al otro, tampoco importaba que hicieran mal, ambos siempre llegaban a perdonar al otro; era común que ambos fueran a locas aventuras, después de todo su hermano estaba siguiendo los pasos de su tío Ford, y realmente ambos tenían mucho en común. Dipper siempre había sido muy curioso y su llegada a ese rincón del país abrió en él una puerta que nunca más podría cerrar en su vida. Siguiendo el ejemplo de su tío, su hermano comenzó a escribir su propio Diario en dónde registraba los misterios que iba descubriendo y que aún no habían sido registrados, justamente era Pacífica quien le ayudaba, aunque fuera algo loco teniendo en cuenta que era una niña rica con muchas limitaciones.

Pero ese era el punto, a pesar de las limitaciones ambos habían comenzado a pasar cada vez más tiempo juntos, cada uno luchaba por el otro, se ayudaban mutuamente; así como Pacífica ayudó a su hermano con sus locos proyectos, Dipper la ayudó a ella a obtener la libertad que tanto ansiaba… Las cosas nunca más fueron las mismas, como un par de cómplices ambos hicieron un número incontable de cosas que darían para escribir un enorme libro solamente de anécdotas y aventuras… Justo por eso, ahora mismo todo aquello parecía un extraño sueño poco creíble.

No entendía que había sucedido con su hermano, hasta hace poco tiempo era el tonto nerd de siempre, aquel que cuando no estaba trabajando en sus locas investigaciones de cerebritos, se encontraba dedicando todo su tiempo para ver la sonrisa de Pacífica… Pero su comportamiento comenzó a cambiar de un día a otro, hace cinco días había regresado una noche a la Cabaña del Misterio en donde ambos vivían en su estadía en el pueblo, con un rostro carente de cualquier atisbo de vida, como si hubiese visto un fantasma o algo así… Había sido una noche rara, ella recuerda que aquella tarde su hermano y Pacífica habían salido a una de sus típicas citas románticas y cursis, era algo común y ya estaba acostumbrada a ver a su hermano regresar con cara de bobo por aquellas experiencias agradables; pero esa noche fue diferente. La lluvia había comenzado a caer, en un principio creyó que eso había sido el motivo del estado en el que su hermano había regresado; pero su rostro no parecía molesto por una tonta lluvia, además tampoco se había mojado mucho pues él había llevado un paraguas por lo precavido que era… Pensar que algo había salido mal en la cita era algo obvio, tal vez ambos habían peleado por alguna tonta razón, pero cuando ella preguntó él se negó a responder a cualquier pregunta; al otro día incluso preguntó a la propia Pacífica pero ella le confirmó con una sonrisa boba que había sido una salida hermosa y que había disfrutado gratamente.

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