En ese lugar, nos encontraremos. Ahora no puedo amar a nadie, todavía... Tú estás en esa colina dónde vimos este cielo que estoy mirando fijamente... En esta noche, mi espíritu y mis ideales se funden en la oscuridad, sólo por esta noche, estaré a tu lado...
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Se quedó quieta en la puerta del departamento, aún cuando pudo contener sus lágrimas ahora tenía la vista perdida mientras repasaba en su cabeza todas las veces que quizá Shoto estuvo con Momo engañándola, ¿Durante cuánto tiempo le mintió? ¿Fue que no se dió cuenta o no quizo darse cuenta? ¿Ahora qué haría?
Pasaron más de cinco minutos donde no se movieron de la puerta, Bakugo se quitó los zapatos para entrar y esperó paciente a que ella cobrara la compostura, pero tras ver que no lo haría decidió tomar cartas en el asunto —Todo va a estar bien— la alzó en sus brazos llevándola hasta el amplio sofá —¿Necesitas que haga algo?
Ella negó pero se dejó caer acostándose en su sala —Me quiero morir...
Apretó los labios —¡Mierda! ¡Deja de decir tonterías!— se sentó en el suelo para poder quitarle los zapatos —Ese idiota no es el único hombre en el mundo...
Buscó los ojos rojizos para mirarlos fijamente pero Bakugo la esquivaba —Lo sé... pero es el hombre que yo amo.
Sintió el corazón hundirse, recargó su frente en el sofá, en realidad no quería verla a los ojos, aún sus palabras resonaban en su cabeza «Ojalá mi boda fuera contigo»... si su boda fuera con él, jamás se habría permitido lastimarla de esa manera.
Hubo un silencio largo que ninguno de los dos quiso ni supo llenar, no fueron conscientes de cuánto tiempo exactamente pasó pero las nubes dejaron de cubrir la ciudad que pronto se mostró obscurecida.
El estómago le gruñó, tenía hambre y al mismo tiempo no tenía ánimo para probar bocado.
Bakugo se puso de pie para dirigirse a la cocina.
—¿Qué haces?— a pesar de no decir nada en todo ese tiempo, el sentirlo junto a ella le causaba mejora.
—Te daré de comer.
—No es necesario— abrazó uno de los cojines, quería pedirle que la abrazara pero quizá era pedir demasiado.
Intentó minimizar su enfado pero no podía hacerlo del todo, azoto uno de los sartenes contra la isla de la cocina —¿No es necesario? ¡Tu estómago hace ruidos! ¡Estás ahí tirada como si estuvieras muerta porque tu maldito prometido imbécil te engaño con una mujer que ni se puede comparar contigo! ¡No entiendo...— bajó el tono de su voz —No entiendo de que te pierdes tú, si solo puedo pensar en lo que perdió ese idiota...— era molesto ¿Por qué carajo le dolía tanto el pecho?
Apretó los labios y luego se mordió el labio inferior... escucharlo decir eso le hizo cosquillas en el estómago, no entendió el sentimiento pero se aferró con fuerza a esas palabras. Claro que Shoto era un imbécil que le fue infiel y alguien así no se merecía que le estuviese llorando en la sala de un departamento ajeno. Tampoco se lo merecía Yaoyorozu, fueron amigas e incluso le tomó la mano cada vez que se sentía triste, permaneció a su lado cuando algún villano la lastimó y estuvo ahí para anímala cuando sentía que su resolución flaqueaba sintiéndose inferior... ¿Cuántas veces le repitió que era hermosa y suficiente?... ahora solo quedaba el recuerdo de una amistad rota —Entiendo— clavó su mirada en el techo —Solo por hoy ¿Está bien si me ahogo en mi dolor?... prometo que esta noche lloraré tanto que Shoto se borrará de mi cabeza y estaré lista para empezar de nuevo.
