amor a primera vista

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–Pues a mi no me parece muy normal eso de estar durmiendo con tu amiga todas las noches. Te lo vuelvo a decir...–Martin miraba a la menorquina con una sonrisa vacilona.

Violeta se había despertado hacía una media hora, pero al notar las ojeras profundas de su amiga y recordando lo mucho que le había costado conciliar el sueño la noche anterior, decidió dejarla dormir un rato más. Entonces fue Martin el que se acercó a despertarla minutos más tarde.

–Ya te digo yo que sí es normal. Así como duermo con Violeta, dormí con Ruslana, y así como duermo con ellas, dormiría contigo. –Respondió la pelinegra en un tono más serio de lo normal.

Martin soltó un suspiro.

–¿Y esas miraditas que se echan cuando están bailando qué? Como anoche. –El vasco volvió a sonreír.

Estaban claras sus intenciones, él realmente no se lo decía por molestar, lo decía porque veía algo que quizás no veían los demás, algo que quizás no estaban viendo ellas mismas.

Con el único detalle de que una de ellas sí que era más consciente que la otra.

–¿Tú estás escuchando lo que dices? Violeta tiene novia, Martin. Novia en mayúsculas. –Chiara resopló, estaba comenzando a agobiarse con la conversación. Porque por mucho que quisiera contarle, sabía que si le decía que había algún que otro nervio por su parte, el chico sería incapaz de disimular frente a las cámaras.

–¿Y si no tuviera?.–Volvió a insistir.

Chiara se quedó en silencio. Realmente no se había puesto a pensar en eso. Martin empujó su hombro y estalló en risas.

–¿Ves, Chiara?. –La menorquina seguía en silencio, no sabía que era lo que le causaba tanta risa a su amigo. –Chiara, te gusta.

–No me gusta. Es mi amiga, que sea lesbiana no significa que me guste cualquier amiga con la que tengo contacto físico o una conexión especial. –bajó de la cama y llevó sus manos a la cadera, haciendo que Martin nuevamente riera. –Yo a Violeta la quiero como a una hermana... y no se por qué te tengo que dar a ti esta clase de explicaciones.

La pelinegra dio media vuelta y se dirigió caminando hacia la puerta. Y su amigo, percatándose de que quizás se había pasado con la insistencia, fue detrás de ella casi corriendo.

–Perdóname, Kiki. No era mi intención incomodarte. –Se abrazó a su cuello haciendo que esta parara y sonriera.

En realidad no le molestaba que su amigo le dijera esas cosas, lo que le causaba conflicto era que aquellas cosas que decía, eran en parte verdad. Y verlo llegar a aquella verdad, incluso antes de que ella lo hubiera asimilado, le enojaba bastante. Porque ella no quería esa realidad que su amigo le pintaba.

–Venga, vamos. No te preocupes... –Los dos salieron de la habitación y luego de lavarse la cara, se dirigieron a la mesa del desayuno.

Al llegar a la mesa se percató de un detalle extraño, que no le hubiera parecido tan extraño si no fuera por los ojos llorosos que llevaba su amiga. Omar y Ruslana se comenzaron a sentar juntos desde el día de su nominación, y ahora el moreno se encontraba en otra mesa, dándole la espalda, y todos a su alrededor comían en silencio.

La menorquina pasó por el lado de su amiga y le acarició el hombro con suavidad.

–are you okay?. –Susurró en su oído.

Y aquel gesto de empatía de la pelinegra, terminó por romper completamente a la ucraniana, que comenzó a llorar desconsoladamente contrayendo sus hombros, apretando el mentón contra su propio pecho, haciéndose pequeña en su propio cuerpo. Como si no pudiera evitarlo. Realmente no podía evitarlo.

¿Should we kiss? | KIVIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora