Por el ojo de una aguja.

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El rey de Unermia era muy distinto, no era un monarca envarado como el Rey Alistor ni uno tosco y afable como Bestolf, en su lugar, se trataba de un anciano encorvado que más que sentarse, se recostaba en el amplio trono de piedra, su piel era broncínea pero se iba tornando de un tono ceniciento con los años, usaba una larga túnica que contrastaba con la escasa ropa de sus súbditos. De todos modos, en cuanto lo vió Runa pudo reconocerlo. Lo había visto tres veces en su vida, hace mucho tiempo…

¡Nana Runa! —El anciano rey pareció reconocerla también, su semblante, antes estoico, se iluminó con una sonrisa de ojos cerrados y arrugados —Oh Dios de los ríos, no has cambiado nada nana —se puso de pie, apoyándose en un largo bastón que tenía apoyado cerca —¿Este es tu esposo? Mucho gusto, no, por favor no se arrodille, le debo mucho a nana Runa por haber sido tan buena conmigo cuando era un pequeño, casi tan pequeño como… Oh Ríos Santos, ella debe ser su hija, Alistor no bromeaba cuando me escribió que era lo más tierno de este mundo. Que bendición haber vivido para verte tan feliz mi querida nana.

Runa no paraba de sonrojarse cada vez que el pequeño Fin la llamaba Nana, en efecto, a sus cinco años había sido enviado como pupilo al castillo de Artemia y Runa había sentido sus instintos maternales aflorar por primera vez. Pocos años después sus hermanos habían muerto a manos de una epidemia, por lo que se convirtió en heredero a pesar de ser el menor y tuvo que volver. Runo lo visitó en Unermia dos veces, en su adolescencia, y el día de su coronación, cuando le consoló por la muerte de su padre… hacía más de sesenta años. Hablaba sin parar pero lentamente, ya a ella, ya a Freydelhart, ya a Eri, sonriendo siempre.

—Majestad —se apresuró a decir Frey, aprovechando una pequeña pausa —nos honra con sus amables palabras, pero el camino ha sido largo y mi pequeña quisiera descansar un poco.

—No es cierto papi, yo quiero ir a jugar al agua con Koro, ¿Puede venir el señor pasita? Me gusta, es muy amable.

—¡Eri! —Frey se avergonzó del comentario de Eri pero la edad no había cambiado al pequeño Fin, que se rió tan fuerte como la edad le permitía.

—No te preocupes, algunos en mi corte me llaman cosas parecidas, y ninguno de ellos con tanto cariño, además joven Frey, comprendo su inquietud, si me lo permiten, yo y mis guardias llevaremos a la pequeña a la piscina interior, el otro pequeño es bienvenido también, los asuntos de adultos tendrán que hablarlos con mis hijos, los esperan en aquella sala —señaló una puerta al fondo con su bastón.

—De acuerdo Fin, sé que ya tienes hijos y nietos, pero seguro disfrutarás estar con una pequeña como Eri.

—Oh, nana, es usted quien siempre nos da demasiado cariño a los niños, jeje, pero vaya, vaya, que en realidad no se equivoca.

Dejaron a Eri con el rey y pasaron a la sala donde los esperaban dos hombres en uniforme militar, pero lo usaban abierto para no sofocarse con el calor y la humedad. Ambos eran muy parecidos, bronceados, con el cabello corto y rasgos aguileños. Habló el mayor de ellos, que era un poco más fornido.

—Bienvenidos, princesa Runaesthera, príncipe Frey, es un honor recibirlos, Conerfin es mi nombre y él es mi hermano Asterion. Tenemos entendido que necesitan la ayuda de nuestro reino para capturar a un dragón vivo.

—En efecto, —contestó Runa —tenemos los medios para interrogar un dragón, y creemos que podemos apresarlo usando la cascada.

—Por favor, explique su plan. Le escucharemos. Pero sepa que si el plan pone en peligro a la población, lo rechazaremos.

—Por supuesto. El plan es atraer al dragón en persecusión y hacerle creer que puede atravesar la cascada volando, el peso del agua debe traerlo al suelo, donde le ataremos con cadenas en el mismo lugar donde caiga, la cascada misma debe ahogar sus llamas para que no sean un problema.

—Muy arriesgado, sabemos que los dragones en efecto no pueden atravesar la cascada, así defendemos nuestro reino, pero quien atraiga al dragón deberá ir volando —acercó un papel, algo parecido a un mapa de la ladera por donde caían las cataratas, señalando un lugar cerca del centro —en esta zona hay una saliente que divide la caída de agua por unos pocos metros, a veces los mensajeros en hipogrifos entran por ahí para evitar los túneles, se mojan un poco pero pasan, algo del tamaño de un dragón no podría pasar y sería arrastrado hacia abajo.

—Entonces tenemos la trampa, debemos calcular dónde caerá el dragón una vez en el suelo podría arrastrarse o nadar dependiendo de dónde cayera. Está lo bastante lejos de la ciudad para no ponerla en peligro, a menos que escapara. Por lo que tendremos que ser rápidos para someterlo.

—El plan es audaz, sin duda, aún no estoy convencido en cuanto a la seguridad. Y tenemos el problema de que se debe estar volando apenas debajo de la saliente para poder pasar, y no contamos con hipogrifos o jinetes en el ejército, no arriesgaremos civiles.

—Artemia tiene el mismo problema, ¿Existe alguna alternativa?

Asterion, el hermano que hasta ahora no había dicho esta boca es mía, intervino —Yo, creo que es posible, aunque improbable. Que tengamos acceso a una solución.

—Habla hermano, depende de tí que el plan de la princesa sea posible.

Los hermanos se miraron antes de que Asterion continuase —Hace unos años, mis exploradores y yo cruzamos estos caminos de aquí hasta un valle difícil de acceder a pie, seguimos guiados por la curiosidad, el valle resultó estar poblado por varias criaturas que ya no se ven cerca de la región, mi naturalista podría darles una lista completa pero lo importante es que varios de mis hombres aseguraron haber visto un pegaso, algunos dicen que lo vieron volando entre las montañas, y otros encontraron plumas de sus alas. 

Domar, ni se diga encontrar un pegaso era el sueño de todos los héroes, se contaban historias de guerreros matando dragones a lomos de esas magníficas criaturas. Los ojos de Frey ya estaban brillando. Ya no era importante si existía alguna alternativa, con seguridad…

—¡Perfecto! Iremos tras ese pegaso y con él estaremos un paso más cerca de nuestro objetivo. —Frey hablaba así cuando se emocionaba, la última vez había sido quizá cuando le dio esa primera copa de cristal. A Runa le parecía tierno.

—De acuerdo esposo, —era la forma en que Runa le indicaba que accedía a sus deseos, pero que algo le molestaba —Príncipe Asterion, ¿Sus exploradores podrían guiarnos a ese valle?

—Sólo Asterion Alteza, me temo que no tengo títulos, pero no se preocupe, mis exploradores y yo mismo estamos a su disposición si mi hermano el príncipe accede a su plan.

Conerfin guardó silencio mirando los mapas durante largo rato, parecía un hombre inteligente, precavido, estaba haciendo cálculos y mediciones a ojo mientras los hacía esperar. 

—Denme tres días para pensarlo, disfruten de nuestra hospitalidad mientras tanto, mi padre apoyará lo que yo decida. Por favor, pasen a sus aposentos, mi hermano y yo debemos hablar.

—De acuerdo, me parece justo, —miró a Frey —podemos pasar estos días juntos con Eri, como un viaje familiar.

Cuando todos hubieron salido de la sala, los hermanos conversaron.

—Conerfin, tú nunca tomas tanto tiempo para tomar una decisión, ¿Tan difícil es esta empresa?

—Por un lado sí, —sonrió burlón —pero mira esta carta del rey Alistor, nos pide que obliguemos a los príncipes a pasar al menos tres días sin hacer nada. 

—¿Cómo? ¿Qué razón podría tener el rey…?

—No es difícil de intuir, ese príncipe consorte parece un estirado, y su hija es adoptada, no han podido disfrutar de los primeros años de su infancia. 

—Eres un chismoso hermano, en fin, imagino que al final de los tres días vas a aceptar su propuesta.

—Si, es muy probable, es peligroso pero hay mucho que ganar, lo que no he querido preguntar es cómo piensan interrogar a un dragón, si no lo dijeron sin más debe ser un secreto…

Un grito de alarma se dejó escuchar desde el pasillo que llevaba a la piscina interior…

Capullo de Dragón.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora