Unos padres muy molestos.

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Frey se entrenaba en el patio del castillo con un pesado mandoble de práctica, aún le dolía el ojo, Jimmer le había dejado muy claros sus sentimientos acerca del secretismo con que se habían llevado todos los asuntos relacionados con los dragones. Tres soldados elfos estaban heridos y gran parte del sector alto de la ciudad destruido, así como parte de la fachada del castillo. Y Jimmer lo culpaba por no decirle ni que Lady Meracina era un dragón, ni de sus sospechas sobre el cardenal de Atyr. Al final, el hombre con las marcas resultó ser el verdadero cardenal, su nombre era Celhyun. El rey Alistor y Runa habían tenido varias reuniones con él y los dignatarios de Pellegrin. Mientras él había decidido permanecer al margen. No fuera a cometer más errores. Según entendía, les habrían revelado la naturaleza de los dragones. Jimmer había encontrado e interrogado a la mujer dragón antes de su discusión. Gracias a la Diosa su devoción por Eri había evitado que se pusiera en su contra.

Habría otra reunión por la tarde. Runa se estaría arreglando...

Runaesthera tenía un día terrible con su cabello, horrendo con su vestido y fatal en general. Estaba furiosa con su esposo. Desperdiciando el poco tiempo que les quedaba juntos en estúpidas peleas porque no lograba hacerle entender que lo que había pasado no era su culpa. Insistía en faltar a las reuniones de estado y hablaba de dejar su rango de alto general. Ese amigo suyo Jimmer no había ayudado, obligándolo a revelarle todo lo que sabían de los dragones. Por mucha razón que tuviera, no era justo. Era ella quién había insistido en mentir sobre Meracina, ni siquiera se lo habían dicho a su padre hasta poco antes del suceso. Frey en realidad había odiado la idea hasta que consideró el peligro para Eri y su maestra, entre sus mismos generales había muchos que miraban a todos los dragones como monstruos. Y después de la batalla, todo iba a empeorar. Aunque... quizá revelar el secreto era necesario si habría algún día paz, y no exterminio. El verdadero cardenal se había escandalizado, incluso a pesar de su papel en el ataque. No podía culparlo, un príncipe dragón había interceptado su caravana y lo había obligado a fingir para encontrar a Eri, tenía motivos para recelar.

Y mientras ese tonto de Frey sólo entrenaba sintiendo lastima por sí mismo. Runa quería emparejar los ojos de ese hombre.

***

Las sesiones de curación en sus costillas no estaban siendo suficientes, cada movimiento del mandoble enviaba ráfagas de dolor a todo su cuerpo, se sentía bien, como muy necesaria redención. Cada vez que pensaba en Eri y en ese cuchillo... ¿Cuándo había empezado a preocuparse tanto? Agotado, dejó su pesada espada de práctica a un lado y fue a beber un poco de agua.

Ocho años atrás.

Frey tomó a Runa en sus brazos por primera vez, nunca había valido tanto la pena luchar con un dragón, hasta ese día cada cabeza cortada lo había dejado vacío, pero su primera herida en cambio lo había llevado por el camino de conocer nada menos que a una princesa, la sangre se le acumulaba en el rostro mientras intentaba recordar las lecciones que le había dado Jimmer sobre baile.

Era tan pequeña, costaba creer que horas antes lo había derribado con una sola mano, no se estaba comportando como entonces, ni siquiera como hacía unos minutos mientras lo llamaba tonto y abotonaba su chaqueta. Se estaba dejando llevar y le parecía que temblaba por momentos, ¿Acaso él estaba siendo demasiado intimidante? ¿Tendría frío con ese escotado vestido? El pensamiento lo indujo a mirar, sólo un poquito, "sus ojos, concéntrate en sus ojos" le reprendió la voz de Jimmer en su memoria.

Sirvió de poco, ella le estaba evitando la mirada mientras se movían suavemente por el salón de baile. Lo estaba echando todo a perder.

***

Runa se dejó guiar por el capitán cuyo nombre le avergonzaba no poder pronunciar, o siquiera recordar, la música era hermosa, pero ella ya no podía escucharla, si podía seguir el ritmo era porque él la llevaba bien, o eso creía, sólo pensaba en ese conflicto entre lo mucho que le atraía y el hecho de que objetivamente no debería. Era tan malo para expresarse, tan descuidado, se creía listo, esos eran los peores, se había dejado herir para acercarse a ella...

Capullo de Dragón.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora