Freydelhart miraba a su hija jugar en la cubierta con su pequeño amigo y su potrilla. Era la primera vez que Eri subía a un barco.
La pequeña niña dragón estaba fascinada con la enorme carabela que los llevaba a través del estrecho de Druhunn en camino a la ciudad capital del reino de Pellegrin. Fiel a su costumbre, el día del embarco había ayudado a los estibadores y al final había abordado a lomos de Peonia, ahora que más o menos podía volar, la nueva obsesión de Eri era montar a su pequeña yegua. Tenía algo raro, eso sí, por lo general un caballo crece por completo en pocos meses pero esta parecía haberse detenido para que su dueña pudiera siempre montarla. Frey, un entusiasta de los equinos, estaba orgulloso de que su hija cuidara tan bien de Peonia. La cepillaba por las mañanas, procuraba que hiciera ejercicio y vigilaba lo que comía. Ojalá su escudero y pupilo fuera la mitad de diligente.
Bestenar había llevado su propio caballo desde Meyrin y lo montaba en cada viaje. El animal era un palafrén. Bello, altivo, pero para nada rápido ni fuerte aunque hacía su trabajo. Un poco como el propio muchacho. Ya no era para nada incompetente, si se le ordenaba, hacía las cosas con prontitud y eficacia, lo que le faltaba era iniciativa.
–¡Frey! –Valderant le estaba gritando desde atrás –quita tu trasero de la proa, tenemos que ajustar el foque –mientras hablaba lo estaba empujando fuera del camino, su atención puesta en las cuerdas que sujetaban la vela y los dos marineros que la manejaban.
En los viejos tiempos, cuando Jim, Runa, Val y él mismo viajaban con la orden de matadragones, él siempre había sido el oficial de mayor rango, Runa había renunciado a los privilegios de su título para entrar en la orden, pero en aquel barco había conocido el asombroso don de mando de su antaño compañera. Hasta los embajadores de Pellegrin hacían lo que ella decía sin discutir, especialmente Oregdor, el más joven. Sólo se le resistía el viejo Genwill, quien opinaba que nadie menor de mil años podía darle consejos y mucho menos órdenes.
–De acuerdo, sin empujar –dijo apartándose solo para chocar hombro con hombro con otro marinero.
–Te dije que sacaras tu trasero de aquí –le dijo sin mirarlo –anda, te busca la anciana inmadura en la cubierta de popa.
El barco era bastante más grande de lo que necesitaban, se trataba de una carabela mercante con unos treinta metros de eslora y unos diez de manga. Tenía tres mástiles con velas cuadras adornadas con el escudo de armas de Artemia. Un unicornio sobre sus cuartos, blanco en campo azul. Con todo, Frey sentía que estorbaba donde quiera que fuera, lo mejor sería escuchar e ir donde le había indicado Val.
Runa estaba apoyada en la baranda mirando el mar, le gustaba buscar indicios de criaturas marinas, pero los barcos no eran lo suyo, solía quedarse en popa donde el movimiento fuera menos súbito o se mareaba en pocas horas. Hoy era un buen día, se le veía tranquila, y hasta un poco sonriente, los primeros días del viaje había estado malhumorada, aunque por lo menos parecía que desde su pelea, las dos mujeres podían estar una cerca de la otra sin insultarse demasiado. Frey se había molestado mucho por esa pelea, pero al parecer, por lo que fuera, había sido necesaria.
–¿Has visto algún kraken hoy mi amor? –Frey trataba de ser especialmente cariñoso con ella. Runa lo miró sonriente.
–No, solo un gran bobo adorable –hizo ademán de acercarse, le ofreció su espalda para que la abrazara desde atrás. Así se quedaron un momento, mirando a su pequeña correr por cubierta persiguiendo a su amigo. Runa parecía mirar un poco más allá.
–Podríamos llegar al anochecer si los vientos son favorables.
–Si la bruja del mar no fuera tan terca yo podría conjurar esos vientos favorables –Frey pensó que por lo menos ya no se estaban golpeando, las costillas de Runa y el rostro de Val habían tardado en sanar –y ya estaríamos en Axandor.
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Capullo de Dragón.
FantasíaEn la tierra mística de Artemia, Freydelhart, el renombrado cazador de dragones, es aclamado como "el héroe" por su pueblo. Sus hazañas se han convertido en leyendas, y su nombre resuena en todo el reino. Pero el destino tiene una forma peculiar de...