40. Pesadilla de la Sra. Webber

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Los primeros cinco tutores habían sido un accidente, en realidad. Trunks no había querido asustarlos. Sin embargo, cuando descubrió lo agradables que eran los descansos de una semana mientras su madre buscaba el siguiente, empezó a gustarle deshacerse de ellos. Se convirtió en un juego y la señora Webber había sido, hasta el momento, su víctima favorita.

Le tomó algunas semanas encontrar su punto débil, pero al final cometió un error. Había actuado como un estudiante perfecto mientras la observaba para darle una falsa sensación de seguridad. Su primera pista fue su llavero. Cuando vio que lo metía en su bolso, no supo el por qué alguien llevaría una pata de conejo cortada a propósito. Era demasiado arriesgado preguntarle a su madre, y su padre no lo sabría, así que unos días después le preguntó a Gohan.

El adolescente simplemente se encogió de hombros —Algunas personas piensan que traen buena suerte.

Trunks siguió observando e hizo su investigación. Comenzó a ver otras idiosincrasias en su maestra. Miraba por las esquinas antes de entrar a una habitación y debajo de su escritorio antes de sentarse. Llevaba un collar, generalmente escondido detrás de su camisa, que hasta donde él podía ver, estaba cubierto de símbolos de todas las religiones de su región. La mujer estaba secretamente aterrorizada por todo.

Él formuló un plan y luego la ayudó a implementarlo. A ella le gustaba darle "tiempo creativo libre" durante media hora por la mañana, así que un día tomó su crayón rojo y comenzó a dibujar lo que había memorizado. Ella lo observó con una sonrisa mientras calificaba su examen de matemáticas y luego, al final del bloque, le pidió ver qué había dibujado.

—Claro, señora Webber— dijo Trunks con una brillante sonrisa. Le dio la vuelta al papel para mostrarle el pentagrama rojo brillante que había dibujado.

Ella saltó hacia atrás con una mano sobre su corazón —¡Trunks! Por todos los cielos, ¿pero qué cosas estas haciendo? ¡Rompe eso!

Él parpadeó inocentemente, haciéndole su mejor puchero de seis años —¿Por qué? ¿No te gusta mi dibujo?

—¡Por favor!— hizo una mueca —¡rómpelo!

Hizo un gran espectáculo con los ojos llorosos mientras rompía el papel y lo dejaba —¿Qué pasa, señora Webber?

Ella puso una mano protectora sobre su hombro —Oh, Trunks, cariño, ¿dónde viste un símbolo tan terrible?

Inclinó la cabeza y parpadeó fingiendo confusión —Estaba dibujando el tatuaje de mi padre.

Ella palideció, moviéndose nerviosamente —¿T-tu padre tiene eso tatuado en el cuerpo?

—Bueno, es un tatuaje algo extraño. Está todo rojo, elevado y lleno de baches, y a veces cambia de forma cuando está enojado.

Ella lo miró fijamente, claramente tratando de decidir si esa cara de ángel le estaba mintiendo.

—Oh, está bien. Es sólo porque es un príncipe.

—¿Un príncipe de qué?

—No tengo permitido hablar de eso. Mamá dice que eso incomoda a los humanos— dijo con sinceridad.

La vio temblar y murmurar algo en voz baja, pero lo dejó allí, dejando que la curiosidad de la profesora comenzará a activarse. Esa noche desactivó sutilmente parte del aislamiento acústico de la Sala de Gravedad después de que su madre se fuera a trabajar, y lo reemplazaría antes de que ella llegara a casa. Tuvo el efecto deseado. Vegeta era ruidoso cuando entrenaba, gruñendo y gritando mientras aumentaba la gravedad. La señora Webber siguió interrumpiendo su lección cuando sus gritos resonaron por los pasillos, hoy sin filtro.

Charlas de Habitación | VegebulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora