38. Fantasía de un Saiyajin | Super Saiyajin

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Vegeta quería irse directamente a casa después de la pelea, y todos los mayores de siete años sabían por qué. Chichi simplemente puso los ojos en blanco y le preguntó a Trunks si le gustaría ir a cenar con ella y sus hijos, lo cual él aceptó, por supuesto. Chichi despidió a los otros adultos, murmurando algo acerca de que "todos los Saiyajin son iguales", ganándose una mirada horrorizada de Gohan.

Apenas habían logrado cruzar la puerta principal cuando él ya estaba sobre ella. Ella se encogió cuando él la empujó contra la puerta, besando su cuello y tirando de su ropa. Miró el traje que había usado para luchar contra Chichi.

—¿Puedo tener cinco minutos? Necesito darme una ducha.

—Absolutamente no. Ojalá Gohan no hubiera sido tan insistente con esos malditos guantes de boxeo. Tendrías sangre en tus manos.

—Eh, Vegeta. ¿Si te diste cuenta de lo que en realidad paso hoy?

—No finjas que no disfrutaste la batalla.

Ella resopló —Batalla. Seguro. Ella me pateó el trasero. ¿Por qué apostaste por mí?

—Veinte mil zeni no significan nada para ti. Fue un capricho pasajero.

Ella le sonrió. Él lo negaría si se lo preguntaran y ella no tenía ganas de arruinar el ambiente, pero pensó que tal vez la expresión emocionada en el rostro de Goten tenía algo que ver con la repentina y desafortunada apuesta de su esposo.

Vegeta cayó de rodillas, arrancando la tela de sus piernas. Él agarró sus muslos y los arrojó sobre sus hombros, apoyándola contra la puerta. Ella jadeó cuando su lengua comenzó a sentirse sobre su piel, suave al principio y cada vez más áspera. Ella se rio y pasó los dedos por su cabello revuelto.

—Si esto es lo que voy a ganar por pelear, tal vez debería hacerlo más a menudo.

—Deberías— murmuró contra ella.

—No intentes hacerme más violenta a cambio de sexo.

—No sé qué significa eso. Hablas demasiado— dijo, empujando dos dedos dentro de ella con brusquedad logrando que su boca se cerrara junto con sus puños —Oh, mira... así es como te puedo silenciar.

Su lengua volvió a funcionar y ella se dejó hacer ruido porque estaban solos. Ella lo miró por lo bajo, viendo caer su mano ocasionalmente, dándose cuenta de que ya se estaba acariciando a sí mismo. Eso no era normal para él; prefería mil veces su mano a la suya. Sólo se tocaba cuando estaba desesperado, cuando ella lo había hecho esperar demasiado tiempo.

Entonces, ¿por qué hacerlos esperar a ambos? Ella le tocó el hombro y trató de bajarse de él. Él gruñó suavemente, frustrando su intento fácilmente y empujándola más rápido.

—No. Ven a mi boca.

Luchó por recordar por qué había querido alejarse de esa boca —¿Por qué no...

—Tú primero. Batalla. No duraré mucho— jadeó con esa voz ronca que la enloquecía. Su concentración se estaba volviendo borrosa, ella podía ver su mano moviéndose más rápido sobre su eje mientras la trabajaba ferozmente para empujarla al límite.

Bulma entendió entonces, poniendo los ojos en blanco pero sin discutir con él. Ella había sido la que estaba en la batalla, así que en su mente tenía que terminar antes de que él obtuviera lo que quería. Bueno, ese no era el peor rasgo Saiyajin con el que había tenido que lidiar.

Su marido la conocía, sabía exactamente cuánta presión quería y cómo tocarla. En cuestión de minutos ella se quedó sin aliento, con las piernas tensas contra su espalda mientras comenzaba a implosionar entre sus dedos.

Charlas de Habitación | VegebulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora