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― ¡Mi bebé ya va a nacer! ―
― ¡Que solo se movió! ― Mon le lanzó un cuaderno en la cabeza.
Ya casi tres meses de embarazo, y durante ese transcurso, Sam pensaba que cada vez que se movía era porque ya quería salir.
Para una Mon embarazada, esas cosas la estresaban y la ponían de mal humor. Mayormente le lanzaba cosas en la cabeza, pero también habían veces en las que no quería contacto físico con nadie o se ponía a criticar a toda la especie humana, luego se ponía sensible al punto de pedirle perdón hasta a su almohada.
― ¿Por qué siempre me pegas? ―
― Nunca te callas. Solo quiero que me abraces y estás dando vueltas hasta caerte de la cama. ― Sam estaba recostada sobre el vientre de su esposa. Llevaba acostada ahí desde que su florecita bebé comenzó a moverse.
Iba a responder, pero algo llamó su atención.
― Mon. ―
― ¿Uhm? ―
― ¿Qué fue lo que dijo la doctora sobre nuestra bebé? ―
― Que parece ser hombre. ―
― No, lo otro. ―
― ¿Te refieres a...? ―
― Se mueve mucho para ser solo una. ―
― ¿Qué? ―
― Tu pancita está creciendo mucho, dudo que nuestra bebé sea muy gordita para ocupar tanto espacio, ¿O acaso comiste muebles, cocinas, camas y armarios para que se acomode ahí? ―
― ¿Insinuas que estoy gorda? ―
― Uh, no, ¿Dónde están las ecografías? ―
― En el cajón. ― Sam se levantó para ir por lo que pidió.
Por la mañana, Martha le preguntó que nombres habían pensado para las dos criaturitas que se estaban formando en el vientre de Mon, dejándola confundida porque ella tenía entendido de que solo era una.
― ¿Por qué está así? ―
― Así son las ecografías. ―
― ¿Cuánto cuesta la tinta para sus impresoras dañadas? Yo se las pago para que salga bonito. ―
― Repito, así son las ecografías. ―
― Imagínate llegar a este extremo de pobreza y prohibirle a una madre emocionada ver correctamente a su bebé. ―
― Sam. ―
― Que dolor ser pobre. ―
― ¡Sam! ― Rápidamente tomó la botella de agua que Martha le había traído, tirándola y dándole directo en la cabeza a su pobre esposa.
