Cruda realidad

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Narra Claudia:
Me despertó el sol que entraba por la ventana del cuarto de Xóchitl y fue cuando pude observarlo con más detalle. Ella seguía reposada en mi pecho, dormía tranquilamente.

Era amplio, decorado como una tradicional casa mexicana, con colores neutros, muy cálida. Sonreí para mis adentros, Xóchitl había hecho una vida muy bella para ella misma y por supuesto para Alberto.

El pensar en ambos juntos me revolvió el estómago, sentí como se hundía mi corazón. No había sido la primera, no podría ser la última. Una lágrima salió de mis párpados y antes de notarlo, me volví a quedar dormida.

Desperté asustada, sola, me costó recordar donde estaba y en cuanto lo hice me dio miedo. ¿Y si Alberto ya había llegado a la casa? A su casa...

Me vestí lo más rápido que pude y bajé las escaleras con cautela, al llegar al comedor no vi a nadie, tampoco había rastros de Xóchitl por ningún lado. Seguí buscando y cuando me acerqué a la ventana de la sala los vi afuera platicando.

Mi corazón dio un vuelco, me quedé observando hasta que vi que se acercaban. En la mesa tres  desayunos estaban listos, entraron por la puerta y avergonzada saludé a Alberto.

Claudia- ¡Hola Alberto!, muchas gracias por haber dejado que me quedara ayer, estaba muy cansada para manejar hasta mi casa y Xóchitl me invitó a quedarme, espero no haber causado ninguna molestia- Le ofrecí la mano.
Aceptó el saludo con una media sonrisa.
Alberto- No te preocupes Claudia, Xóchitl me comentó ayer que te quedarías y me dio felicidad saber de ti después de tanto tiempo.- le sonreí y me pregunté en qué momento le había mandado mensaje.
Xóchitl- Bueno, vamos a desayunar, preparé huevos con jamón.

Me sentía terriblemente incómoda pero no podía zafarme de esto, no después de que me haya tratado tan bien Alberto. No después de lo que hice. Al final de cuentas él era el esposo, yo era la amante.

Alberto-¡Qué rico desayuno, amor!- dijo acariciando la mano de Xóchitl cariñosamente.

No pude evitar levantar la mirada de inmediato, mis celos me hacían reaccionar de manera casi instantánea, mis ojos se cruzaron con los de Xóchitl, me lanzó una mirada de consuelo.

Claudia- Te quedó muy rico todo- dije con una sonrisa fingida, mis celos agregaron- hubieras probado la cena de ayer, esa te quedó exquisita, nunca había probado algo igual.

Xóchitl comenzó a ahogarse, ya que estaba tomando jugo mientras yo hablaba. Le ayudamos a recuperarse y mi comentario quedó en el olvido. No me sentí mal de hacerlo, él nunca tendría lo que yo tuve, el nunca la vería de la misma forma.

Terminamos de desayunar y me despedí de Alberto, Xóchitl se ofreció a dejarme en mi casa, pero no se lo permití, necesitaba aclarar mi pensamiento, no quería hablar con ella. Me acompañó hasta la puerta.

Xóchitl- Claudia, ¿en serio no quieres que te lleve? No me cuesta nada.
Claudia- No Xóchitl, no te preocupes, en serio, ya pedí el taxi.- Mientras terminé de pronunciarlo el taxi llegaba por mí. Las lágrimas de rabia se acumulaban en mi garganta.
Xóchitl- Prométeme que no será la última vez que te veré.- sus ojos estaban tristes, preocupados. Le tomé la mano.
Claudia- No será la última- le dije sonriendo intentando tranquilizarla y convencerme a mí misma.

Besé su mejilla y subí al taxi, su mano aún tomaba la mía. Fue difícil separarnos. Nuestros cuerpos no estaban dispuestos. Vi como se alejaba en el espejo. Fue cuando pude empezar a llorar.

Lloré y lloré, porque la vida nuevamente nos estaba separando, lloré y lloré, porque al final de cuenta nada había cambiado, yo regresaría a mi casa, sola, marchita, ella se quedaría en casa con él.

Llegué a mi departamento en Tlalpan y decidí tomarme el día, no me sentía lista para ejercer mis labores. Necesitaba solo un día de duelo, volvería a ser fuerte. Me tiré en mi cama, esperando el final.

Narra Xóchitl:
Cerré la puerta y con ella, la oportunidad de escapar con el amor de mi vida y rehacer mi vida. La nostalgia me invadió en cuando mi mano soltó la suya. No quería que se fuera.

Entré a casa y Alberto me estaba esperando. Me envolvió en sus brazos y por más que quería imaginar que era ella no pude, no se sentía igual, no olía igual. Quería llorar y destrozarlo todo, que quedara igual de roto que mi alma, pero me contuve y sonreí.

Alberto- ¿y dónde durmió Claudia?
Xóchitl- En el que solía ser el cuarto de Diana.
Alberto- Bueno, estoy muy cansado, voy a dormir un rato ¿vienes?

Sabía a lo que se refería con ello, quería que tuviéramos relaciones. No quería hacerlo, me daba asco pensar en hacerlo con el, no sería igual. Además le había prometido a Claudia que no pasaría.

Xóchitl- Pensé que estabas cansado. La verdad no tengo muchas ganas.
Alberto- Sabes que para ti nunca estoy cansado.

Se supone que me prendiera pero se me revolvió el estómago.

Xóchitl- En serio no tengo ganas.- dije pero antes de que me diera cuenta estaba muy cerca de mí.
Alberto- Hueles a vainilla, nunca te habías puesto ese perfume. ¿Cual es?
Xóchitl- Es uno nuevo que me regaló Claudia, ¿te gusta?- intenté distraerlo de la idea de ella.
Alberto- Me encanta, deberías usarlo más seguido- sus labios besaron mi cuello y antes de que pudiera notarlo ya estaba vomitando en el baño.

Alberto me preparó un té mientras yo soñaba despierta con la mujer que la noche anterior me había hecho pensar que tenía una vida más sencilla, donde pudiéramos estar juntas, donde no se nos juzgara por amarnos.

Alberto- Xóchitl, todo el cuarto huele a ese perfume, no lo uses tan seguido o va a quedarse en mi ropa también y me van a chingar en el trabajo.

Quería callarlo de una bofetada, me limité a decirle que no lo haría y sonreír lo mejor posible mientras bebía mi té y soñaba con libertad, mientras ignoraba mi cruda realidad.

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Nota de la autora:
Espero les haya gustado mucho el capítulo, estuvo algo depresivo pero son fines de la historia 🫡.
Leo siempre sus recomendaciones y comentarios. Gracias por los votos.

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