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—¡Amor mira lo que encontré!

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—¡Amor mira lo que encontré!

Embobada viendo fijamente el objeto entre mis manos, entre a la cocina a paso rápido, donde Pato estaba cocinado unas pastas.
El sin perder tiempo, brindándome toda su atención, termino de secar sus manos, y me miro fijamente. Al instante, cuando con una sonrisa en mi cara le mostré la cámara instantánea, sus ojos se llenaron de un brillo especial y único, que iluminaba toda su cara. Prácticamente irradiaba felicidad.

—¿Donde estaba?

Con cuidado la agarro, dandole una mirada.

—En un cajón de una de las habitaciones...es hermosa, y todavía tiene bastante rollo para usar.

Me cruce de brazos sin borrar mi sonrisa.

—Esta era de mi abuela...gracias por encontrarla.

La dejo en la mesada, para acercarse un poco a mi y dejar un beso suave sobre mis labios.

—De nada...es muy linda y se puede usar.

Deje otro beso en sus labios, y después volvió a cocinar, haciendo lo suyo. Al rato empezamos a hablar como de costumbre, tomando vino mientras el cosía la pasta y yo estaba sentada a un costado de la mesada.

La rutina era parecida todos los días, y a decir la verdad no me aburriría nunca, no si estaba el a mi lado.
Las semanas pasaban, y de apoco convivir juntos era un sueño, conseguimos trabajo a la par que nos daba el dinero suficiente para sustentarnos, y solo trabajábamos los fines de semana; el de bartender y yo de mesera en un mismo bar, uno tranquilo, con ambiente lindo y familiar dentro de todo.

De apoco todo se empezaba a acomodar...

(...)

—A ver quédate así...

Me dice, dejando su copa de vino a un costado, y agarrando la cámara, para enfocarme intentando sacarme un foto.

—No que estoy horrible.

—Estas hermosa, dale una sola...

Divertida negaba sonriendo, tapando la cámara con mi mano, mientras Pato intentaba sacarme la foto.

—Una para mi así me la guardo.

Sentada arriba de su regazo, entre risas el intentaba convencerme, hasta que yo en un movimiento rápido le saque la cámara, apegándome mas a el y besando sus labios, sacando enseguida la foto. Así sacamos varias, riendo, besándonos o haciendo caras de boludos.

—Yo quiero esta.

Agarre una que yo le estaba dando un beso en la mejilla, mientras el estaba con sus ojos cerrados y una mini sonrisita, transmitiendo puro amor y calidez.

—Y yo me quedo con esta.

Eligió una en el que los dos estábamos riéndonos, con nuestras bocas pegadas y a la vez abiertas por la gran carcajada del momento, mirándonos fijamente. Era hermosa.

Cae el sol || Patricio Sardelli Donde viven las historias. Descúbrelo ahora