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—Luchi

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—Luchi...arriba dale que nos tenemos que ir.

Con dificultad abrí mis ojos, sintiendo el ligero movimiento de la mano de mi amiga en mi brazo que trataba de despertarme. No se cuanto tiempo dormí o cuánto tiempo estuve inconsciente, pero ya era bastante de noche, tanto que la visión era casi nula en la habitación.

—¿Que hora es?

Adormecida, me enderecé sintiendo el dolor de mi cuerpo consumirme al punto de que putee por lo bajo.

—No se...supongo que son como las doce y media.

Solamente asentí ante las palabras de mi amiga, y sin hablar mas me pare del piso, entrando al baño de la habitación donde, había algún que otro maquillaje que me iba a ayudar con los moretones.
Habré estado unos veinte minutos tratando de hacer mi mejor trabajo sobre la piel, salí del baño y con cuidado me saque mi restante de ropa para ponerme otra, eso si, sin cambiar mi campera de cuero.

—Hoy por ahí esta el pibe de la barra...es lindo.

Celeste se terminaba de atar los cordones, dándome una mirada con suma diversión.

—Concentrémonos en lo nuestro.

No quería perder mas tiempo, a lo que solamente abrí la puerta, saliendo de ahí para bajar las escaleras encontrándome la misma escena de siempre.

—Ya que la otra vez hicieron lo que quisieron, hoy van a tener que traer el doble.

El Turco pasa por nuestro lado, mirándome a mi mas que nada, con una sonrisa asquerosa y burlona.

—Buen trabajo con los moretones.

Con el dorsal de su dedo acaricia mi mejilla, pero yo molesta me zafe de su tacto, mirándolo desafiante y fijamente, eso hasta que Luca hablo para que salgamos del edificio e ir para la camioneta.

—Suerte...

Dice desde la puerta de entrada, fumando y con la misma mueca de siempre, que ya hasta se me hacía repugnante.
Solo con una ultima mirada me subí junto a mi amiga a la camioneta, para perderlo de vista minutos después.

Tardamos lo mismo que ayer, y cuando llegamos, nos dieron las indicaciones de siempre y nos bajamos juntas entrando al bar. Por lo que vi, esta vez iba a ser más difícil robar con destreza. No había tanta gente como siempre, y eso perjudica un poco los planes.

—Vamos a la barra, ya fiche a uno, yo me encargo...te lo debo por lo que paso ayer.

Celeste me da una ultima mirada, para subirse un poco mas la pollera y caminar hasta la barra, donde sensualmente se acerca a un hombre de unos cuarenta años, que no dudo en caer rendido ante los encantos de la pelinegra.
Por mi parte, me senté en una esquina, sacando mis cigarros y encendedor para dejarlos sobre la barra, al instante un vaso de whisky se posicionó frente mío.

Cae el sol || Patricio Sardelli Donde viven las historias. Descúbrelo ahora