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Mire mi reflejo por el espejo de la estación de servicio, acomode mi ropa que minutos antes saque del bolso que Pato me dio

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Mire mi reflejo por el espejo de la estación de servicio, acomode mi ropa que minutos antes saque del bolso que Pato me dio. Vestía unos shorts tiro bajo, una musculosa blanca, una camisa roja y negra que me quedaba bastante grande, y por ultimo unos borcegos negros.

Suspirando acomode mi pelo antes de agarrar las tijeras para empezar a cortar mechón por mechón, dejando mi pelo a la altura de mis hombros. Dudosa volví a verme por el espejo, pensando si de verdad me quedo bien, pero trate de ignorar mis pensamientos. Salí del baño, y observé a mi alrededor; Pato estaba fumando, apoyado en el capo del jeep, lentamente caminé hasta él llamando su atención.

Sorprendido se me quedo viendo, deduce que era por mi pelo, por eso divertida solté una risita contagiándole, y sin hablar me acerque mas a el, pasando mis brazos por sus hombros hasta quedar completamente pegada a su pecho. El sonriente se deshizo del cigarrillo, para pasar una de sus manos por mi cintura y la otra por mi pelo, ahora corto, enredando sus dedos en este.

—Te lo cortaste...

—Si...¿me queda bien?

Ladee un poco mi cabeza, sonriendo y acariciando su nuca.

—Estas hermosa.

Su mano pasa hasta atrás de mi cuello, atrayéndome a el hasta que nuestros labios se unieron. Gustosa sonreí en medio del beso y me apegue mucho mas a el, extendiendo el momento, queriendo que jamas se termine.

—¿Vamos?

Me pregunta tranquilo sobre mis labios, segundos después de que el beso se rompa.

—Vamos.

Me separo de el y cada uno subió al auto. Pato arranco y manejo un rato hasta que nos topamos con un motel.
Estaciono y nos bajamos, buscamos la recepción, pagamos una habitación y volvimos al auto para agarrar los bolsos.

—¿Que habitación es?

Me pregunta mientras masticaba chicle y sostenía con facilidad los dos bolsos.

—La 36...

Busque con mi vista hasta que encontré la puerta, entramos y Pato dejo las cosas a un costado, para acostarse en la cama, soltando  un suspiro de cansancio. Manejo varias horas y estaba exhausto.
Yo en cambio recorrí un poco el lugar, hasta quedarme frente a la ventana; en silencio la abrí y mire unos segundos el cielo oscuro, me di vuelta y vi a Pato viéndome con una sonrisa, me hizo una seña para que vaya con el, y sin quejarme le hice caso.

—¿Y ahora?

Me atreví a preguntar.

—Mañana te voy a llevar a un lugar.

Se sentó en la cama, apoyando su espalda en el respaldo, para que de un tirón me haga sentarme en su regazo.

—¿Donde?

Cae el sol || Patricio Sardelli Donde viven las historias. Descúbrelo ahora