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Estaba sentada en el marco de la ventana, abrazando mis piernas y mirando el cielo estrellado

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Estaba sentada en el marco de la ventana, abrazando mis piernas y mirando el cielo estrellado. Todas a mi alrededor hablaban entre si, otras dormían y algunas solamente escuchaban. Pero yo, yo estaba en un transe; solía pasarme de vez en cuando, un bajón emocional en el que mi humor era sumamente sensible.

Necesitaba de una sola persona...

Es increíble como en estos meses, el se volvió súper importante para mi, al punto de ser como una adición. Sus besos, sus caricias, risas y anécdotas me hacían olvidar de todo, de toda la mierda y problemas. Pero lo que mas me atrae de el, es que no le tengo miedo...es mas, me siento protegida a su lado y me daba pavor que se arruinara.

Las noches en las ultimas semanas eran lo único que me mantenían con ganas de vivir. Saber que iba a verlo, iba a estar con el después de hacer mi trabajo, me daban demasiados ánimos. En poco tiempo, ocupo el lugar que Celeste dejo, y ahora el era la única persona en la que yo confiaba, no se por que, el a mi no me conoce del todo. Se que quiere saber de mi, de mi historia y pasado, pero también respeta mi tiempo, no me agobia, ni me apura.

Era perfecto.

—Luz...

La voz de Marcos llamo mi atención. No lo mire, tampoco hable, simplemente me pare, agarre mi campera y salí de la habitación en sumo silencio.
Todo el viaje fue igual, sereno y sin interacción alguna, no me molestaba de igual forma.

Apenas llegamos, me baje y antes de entrar acomode mi ropa y pelo. Entre por la puerta, y visualicé el bar entero; estaba igual que siempre.

Tranquila camine hasta la barra, en ese tramo fruncí un poco mi ceño al ver que no estaba Pato, por eso supuse que estaba en el patio interno. Decidida camine hasta la puerta, pasando por al lado de algunos hombres.

Mala idea...

Sentí que me tiraban del brazo hasta quedar encerrada entre dos tipos. Asustada los mire, y me dio mas miedo observar sus sonrisas asquerosas junto con el olor que emanaban sus bocas a alcohol.

—¿Que haces?, soltame.

Intente zafarme del agarre pero el otro hombre me agarro de mi cintura, dejándome prácticamente sin movilidad.

—¿Como te llamas?

Mientras uno me agarraba, el otro me hablo pasando su nariz por mi mejilla, cuello y oído, usando un tono de voz horrible.

—¡Que mierda te importa, soltame!

Le grite enojada y por sobre todo, asustada. Pero ellos no me hacían caso.

—Rebelde la nena.

En un tono burlón, el que me tenía de la cintura me empujo, una vez, dos veces, tres veces hasta quedar contra una pared cerca del baño. En ese momento, un frío recorrió mi espalda, y el pánico se apoderó de mi.

Cae el sol || Patricio Sardelli Donde viven las historias. Descúbrelo ahora