Causas de morir 37 veces

3. Suicidio

Me incorporé rápido en la cama con la respiración agitada y la mano colocada donde juraría que esa flecha me había atravesado. Estaba en la misma cabaña roja que antes y ya me sonaba raro que fuera así una y otra vez.

Me levanté apartando la sábana roja y me quité la parte superior de la ropa para quedarme solo con el sujetador, efectivamente una marca rosada se encontraba en la zona izquierda de mi pecho, lo rocé con los dedos dándome cuenta de que esa porción de piel era más suave, era piel cicatrizada de verdad...

— ¿Y si no fuera un sueño? — murmuré atónita.

Giré rápidamente la cabeza hacia el escritorio recibiendo un resplandor por la luz sobre la funda de la daga.

Me acerqué y alargué la mano para cogerla, cuando todo aquel peso estuvo sobre mis manos pensé algo.

Me puse frente la ventana ya habiendo dejado al descubierto la hoja metálica y, una vez ahí, apreté la punta contra el cristal haciendo dos surcos en forma de líneas, una por cada vez que había muerto o soñado que moría.

— Bien, si me suicido volveré a despertar... — me paré por unos segundos y seguí como si nada — si despierto y las marcas están de nuevo ahí, estoy reviviendo de alguna manera o curando las heridas, si la daga se reinicia en su sitio esto también debería, pero las marcas no... o puede que no.

Me coloqué de rodillas en el suelo y analicé las cosas. Si volvía a despertar y estaban las dos marcas eso significaba varias cosas.

En primer lugar, que el bosque tenía algún mecanismo para poder entrar, pero no salir. Después, que las personas desaparecidas, o al menos algunas, estaban allí, bien por voluntad propia o solo por ser incapaces de salir. En tercer lugar, había un pirado que quería matarme o un atrapado muy graciosillo que me desgarró el cuello como bienvenida.

Tomé una profunda respiración y me dejé caer sobre la daga, debí apuntar mal porque tardé cosa de un minuto en morir, a partir de ahí procuré atinar mejor.