12. No, ratones de cobre no había visto nunca

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Por primera vez abrí los ojos de forma tranquila, sin alterarme en absoluto. Me sentía tranquila en la pequeña soledad de mi cabaña hasta que creí escuchar un ruido, no pasó mucho hasta que lo identifiqué con ronquidos. Me levanté un poco ayudada de las manos y vi a Ayvan tirado en el suelo con una manta, ya muy arrugada encima.

— Ayvan — susurré — Ayvan... — repetí nombre varias veces después de eso — un tronco, eh ¡Ayvan!

El aludido dio un salto tan alto que se logró poner de pie, se lio con la manta, cayó al suelo y cuando por fin me vio, tal vez por la impresión, profirió un largo grito muy agudo. Quisiera decir que solo me reí, pero el pánico se me contagió y por varios segundos grité yo también.

— Pffffff — así comenzaron mis carcajadas una vez me di cuenta de la situación, de seguido Ayvan hizo lo mismo.

«Es la primera vez que ríes así en mucho tiempo» dijo una voz en mi cabeza «Estás mejorando, cuánto me alegro»

«No te mereces mejorar»

Acallé esa segunda voz haciendo que las risas sonaran en la pequeña cabaña hasta que los pómulos me dolieron de forma incontrolable.

Ayvan se levantó con cuidado de no caerse de nuevo y me abrazó.

— Que buen despertar — tenía la voz ronca, seguramente del grito agudo que había pegado segundos antes.

— Ya te digo.

Poco a poco volvimos a guardar la cama improvisada que Ayvan se había montado. Luego hice dos marcas en mi ventana, ya sumaban dos bloques, había muerto - veces, pero ya había perdido la cuenta de los días.

— No aguantas sin morir demasiado tiempo eh, parece que la muerte te persigue.

— La muerte no, pero un tonto que va a por mí si — cuando dije eso me recorrió un escalofrío.

— Cabronazo.

— ¿Qué?

— Voy a aplicar la técnica de Anette, tonto no, di cabronazo — no pude evitar reírme.

— Bien, un cabronazo me quiere matar.

— Así me gusta — me dio varias palmadas en el hombro — y cómo van a por ti habrá que enseñarte a luchar, porque si no vas de culo y cuesta abajo.

— Pero... ¿eso no es bueno? Quiero decir, llegas más rápido abajo.

— De culo y cuesta abajo, abajo está la muerte — aclaró.

— Ah vale.

— Lo dicho, tal vez la mejor cualificada para lo del entrenamiento sea Anette... parece muy multiusos la chavala, Ándreas esta con ella, se iban a dormir. Ya es de día, vamos allí, bueno no, tengo algo mejor.

— Guay... Aunque un consejito, llamar chavala a una chica dos años menor que tú, sí que te hace parecer un viejo.

Puso mala cara, para él no era buena noticia, yo solo asentí queriendo que me explicara a que se refería con lo de "tener algo mejor", no lo hizo. Ayvan se fijó en como sujetaba mi daga al pantalón, recuerdo como se arrodilló y lo colocó de forma mucho más firme mientras me enseñaba a hacerlo como la otra vez. Era genial lo agradable que cualquiera se sentía a su alrededor, tan amable, servicial, era encantador.

Se sentó en el escritorio y comenzó a escribir algo en un papel. Después de eso lo dobló hasta dejarlo en un pequeño cuadradito. Sacó de un bolsillo de su pantalón una esfera de plumas, la abrió dejando a la vista su interior, hecho de un metal muy fino, metió el papel dentro y lo cerró antes de darle a un pequeño botón. En menos de un segundo todo aquello era una estructura similar a un avión de papel, con el cuerpo de metal y las alas de plumas.

Causas de morir 37 vecesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora