Abrí los ojos de repente, había sido como parpadear y volver al bosque, a mi cabaña, al tono rojo y marrón que no dejaban de rodearme.
Me levanté, hice las dos marcas en la ventana y me cambié de camisa como todas las veces que despertaba.
Fui a cerrar el armario cuando vi mi reflejo, me costó bastante mirarme tanto rato, pero me recogí el pelo poniendo en una pequeña coleta alta todo el pelo que podía caerme en la cara, o sea, todo exceptuando el de la nuca, entonces eché hacia abajo el poco flequillo que tenía.
Observé a la persona que me devolvía la mirada en el espejo, seguía sin saber quién era, pero ahora me resultaba más conocida. Aquella persona ya no me resultaba tan desagradable había pasado de un "te odio" a un "no me gustas" y ese avance, en cierto modo, me hizo sonreír.
Cogí mi daga y la ajusté a mi cintura tal y como Ayvan me había enseñado.
— ¿Qué coño hacías ahí, Ayvan? — murmuré pensando en la muerte de las flechas.
«¿Todavía no distingues a tus amigos de las ilusiones que crea tu cabeza de tonterías?»
Decidí creer a la voz, no solo porque era lo más plausible sino porque era lo que quería creer y el olor no cuadraba.
Respiré hondo, me preparé y comencé a correr pillando cierto ritmo «un, dos, inspira, un, dos, espira, un, dos» me decía a mí misma intentando controlar las voces. Correr me estaba librando de los nervios de alguna manera, sentaba bien, como si tuviera los cojones necesarios para huir, estaba huyendo de algo o de alguien, no sabía de quien, pero suponía que era de mi misma.
Seguí corriendo, no lo hacía muy a menudo y no comprendía como me mantenía en pie. Miraba hacia cualquier lado para intentar ver algo importante.
Volví a observar hacia delante justo cuando me choqué contra alguien. Conseguí mantenerme en pie y mirar a esa persona.
Tomé aire de forma acelerada, cortante, como si mis pulmones estuvieran tartamudeando. Di un paso atrás por la inercia y la expresión de Ayvan pareció desconcertada, el miedo comenzó a no dejarme respirar «no seas tan débil»
— Dani — me puso una mano en el hombro y luego intentó abrazarme, lo mantuve lejos porque sabía que el contacto me agobiaría, así que simplemente agarré con mi mano temblorosa la que él tenía en mi hombro.
«él no estuvo ahí» me repetí «no la mató»
— Vale — espiré — vale, ya está.
— ¿Estás bien? ¿Ha pasado algo?
— Si, digo, no... o sea, si, estoy bien, no ha pasado nada. Solo me he asustado.
— Oh — se lamentó de forma dramática — me acabas de recordar mi naturaleza de ogro, soy tan feo que asusto.
Solté una carcajada de alivio y cuando volví a mirar a Ayvan, tenía una sonrisa dulce y tierna en su rostro, casi de nostalgia o cariño. Aunque, por supuesto, era una sonrisa solo hecha por sus ojos.
— ¿Qué hacías corriendo por el bosque?
— Buscar alguna pista, algo que nos llevara a otra cosa o que nos dé suposiciones claras, necesito tener certezas o me volveré loca...
Había estado barajando esas palabras en mi cabeza casi desde que entré al bosque y, sin embargo, solo lloré cuando lo dije en alto, tiempo después comprendí que en mi mente ese tipo de cosas funcionaban así porque para mí, decírselo a alguien, hacía que ese algo fuera real, si solo lo pensaba o lo mantenía en mi cabeza era como si no existiera.
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Causas de morir 37 veces
Fantasy¿Qué se ha de hacer cuando los problemas atacan? ¿Afrontarlos, dejar que te destruyan...? Dani decidió huir, dejar su reino lo más atrás posible y a toda velocidad hasta que su pasado la atrapó para consumirla y torturarla. Un bosque mágico como pri...