16. ¿Parchís? Me pido el rojo

8 2 0
                                    

Al levantarme intenté respirar, tenía la garganta atascada, el aire no pasaba. Me agarré el cuello con las manos como si eso fuera a funcionar de algún modo.

Gritos, otra vez se escuchaban esos gritos que parecían provenir del bosque, cada vez más voces, más desgarradoras.

Lágrimas y más lágrimas ¿por qué lloraba? «¿no sirves ni para respirar o qué?» no respiraba ¿iba a morir de verdad? No.

«Ayvan» dijeron mis pensamientos con insistencia, una y otra vez. Ante el sentimiento de agobio y de la falta de aire, vino a mi cabeza un recuerdo, tras la primera vez en la caja negra, según yo la llamaba, me había visto a mí, de pequeña, llorando. En ese entonces tampoco pude respirar, lo recordé a él, Ayvan, haciendo movimientos acompasados "inspira... y espira... ¿ves? Ya lo llevas mejor" había dicho con entusiasmo y un atisbo de cariño en su voz.

No sé cuánto tiempo pasó, casi no me di cuenta, cuando lo hice solo era capaz de decirme una cosa.

— Respiras... — comprendí y procesé las palabras que acababa de decir, tenía razón, estaba respirando, pensaba que ib a a ahogarme sola, pero no— ¡Respiras!

Ni siquiera reconocía la emoción de mi voz, era extraña, pero gratificante, ante eso simplemente solté varias carcajadas que incluso parecían desquiciadas. Después, unos aplausos, lentos, casi riéndose de mí, y entre cada aplauso volvía a escuchar los gritos.

Miré al frente, Anette estaba apoyada en el umbral sonriendo. Entonces, de repente, Ándreas salió de detrás de ella y me abrazó con fuerza, Ayvan también estaba allí «que rápido»

— Dios... ¡¡que susto me has pegado!! — exclamaba Ándreas — pensaba que ibas a morir por eso — Tenía muchas preguntas en la cabeza, miré a Anette y noté como, sin hablar, vocalizaba varias palabras "bien hecho, princesita" — Anette no nos dejaba entrar.

La rabia creció por dentro de mí, me estaba muriendo, no podía respirar ¿¡y ella decidió por mí!? ¿Decidió que lo mejor era dejarme morir sola y por lo que se supone que fuera aquella crisis? Abracé a Ándreas, su olor a avellanas rancias era extrañamente reconfortante, como quien por fin deja de sentir dolor. Ayvan estaba cerca, volvía a sonreír con los ojos, volvía a llevar su parche puesto, pese a que había visto que su iris cubierto había vuelto a ser castaño.

Espiré reposando mi cabeza en el hombro de Ándreas, sentaba bien sentirse querida.

No tardé mucho en prepararme en el baño para salir con el resto al porche.

— Hay que seguir buscando — dijo Anette con convicción.

— ¿Buscando qué? — inquirió Ayvan.

— La persona que está dirigiendo esto se cree muy inteligente, nos está dando pistas a la nada para divertirse ¿por qué dejaría de tirar migas de pan si estamos siguiendo su camino?

— ¿Qué sentido tendría seguir las migas si son un juego?

— En las leyendas siempre hay alguna verdad igual que en su juego debe haber alguna pista real. Quiere jugar, pero también quiere ver si nos tomamos en serio su juego.

— Tú sabes mucho ¿no? — dije con rabia.

Odiaba lo inteligente que era y todo el sentido que tenían sus palabras... casi parecía que ella fuera la que pensaba todo aquello. Mientras tanto Ayvan parecía comprender algo con los ojos bien abiertos.

— Es verdad, somos un juego para esa persona — esbozó una sonrisa invertida, pero continuó hablando ya que Ándreas y yo teníamos cara de idiotas — ¿No os dais cuenta? — dijo Ayvan como a punto de reír — somos un completo juego para ese idiota.

Causas de morir 37 vecesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora