— ¡Last! — me incorporé con rapidez en la cama dando un manotazo sobre las sábanas.
Sin querer di a una mano y levanté la mirada hasta encontrarme con el ojo avellana que no llevaba el parche la última vez, el otro estaba descubierto, era completamente blanco y lo recorría una pequeña, pero profunda cicatriz.
— ¿Last es de tu vida fuera? — su voz tranquila pareció controlar el latido desenfrenado de mi corazón.
— N-no... no sé quién es — él asintió como si fuera normal — ¿Cómo has encontrado esto? El bosque es como un laberinto.
Antes de contestar él deslizó la silla sobre la que estaba sentado por el suelo, agarró una botella de plástico que parecía tener agua dentro y me la tendió.
— Sigues atontada, bebe algo.
— No has contestado — destapé la botella y le di un sorbo, no sabía a agua como tal, pero cumplía su función como bebida.
—A parte de que es la única cabaña que he encontrado en dos horas de búsqueda, era roja, estaba con la cama deshecha, tu encima y tenía tu daga en la mesita. Ha sido fácil. Además, tú misma dijiste que tu cabaña era roja.
— Me alegro que haya sido tan sencillo como dices — me incorporé poco a poco con los brazos mientras él miraba con desaprobación — tengo algo que hacer, es medio segundo.
Me levanté, agarré mi daga y grabé otro palito en la ventana, entonces me pregunté si ese lugar negro y el dolor que había sentido habrían sido una muerte o una alucinación, quise creer que Last existía.
Cruzando en diagonal esos otros cuatro palitos, dibujé el quinto «vas cinco muertes y ya has perdido la cuenta de los días, pocos, bien hecho "Dani"»
Me giré para dejar mi arma en su lugar y pillé la mirada de Ayvan con las cejas levantadas, como preguntando qué era eso de la ventana.
— Son un recuento de cada vez que muero — él olvidó lo obvio, le había dicho tres muertes antes y ahora escribía cinco, no cuadraba, tampoco preguntó. Su mirada parecía decir que no quería ponerme más peso en los hombros.
— Has entendido mi expresión solo tras unos pocos minutos, es un gran avance, muy bien.
— Sé analizar un poco a la gente.
— Imaginaba que fuera así.
Miré su cara, se mantenía serena, aunque seria. Se notaba cuando le agradaba la situación, pero parecía que no sonreía nunca, solo lo hacían sus ojos, le brillaban, tal vez eso resultaba más bonito que una sonrisa de verdad.
Me tendió una mano ya habiéndose levantado e hizo un gesto con los ojos hacia la puerta.
— ¿No querrás quedarte el resto de tu vida aquí? — respiré hondo.
— No estaremos toda la vida aquí — él levantó las cejas, de nuevo, sonriendo con los ojos.
— Es agradable tu convicción.
— Anda adulador, salgamos de aquí.
Hicimos eso habiendo yo cogido mi daga, Ayvan me había enseñado a mantenerla bien atada con una cuerda ancha a las trabillas del pantalón.
Cuando bajamos los escalones del porche vi una niña entre los árboles, giré la cabeza para buscar a Ayvan, él no estaba, pero la niña me había hipnotizado así que me acerqué a donde estaba a paso lento.
Ella estaba llorando, tenía un vestido lleno de florituras y de un color verde esmeralda. Su cabello estaba atado en un peinado muy elaborado, era rojo, largo y liso. Me agaché para acariciar su cabeza, ella la levantó asustada, su mirada castaña estaba perdida como si no me viera, tenía su nariz algo aguileña y la cara llena de pecas. La reconocía, la había visto muchas veces, la niña era yo.
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Causas de morir 37 veces
Fantastik¿Qué se ha de hacer cuando los problemas atacan? ¿Afrontarlos, dejar que te destruyan...? Dani decidió huir, dejar su reino lo más atrás posible y a toda velocidad hasta que su pasado la atrapó para consumirla y torturarla. Un bosque mágico como pri...