8. Como odio estar encerrada...

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Incluso en la cama me costaba respirar bien, hiperventilaba. Me levanté lo más rápido que pude, hice la marca en mi ventana tan acelerada que uno de sus extremos parecía bailar hacia un lado.

Corrí hacia la cabaña de Ayvan y a mitad del camino me choqué contra él, me agarró por los brazos mirándome a los ojos.

— ¿Qué pasa Dani? — estaba preocupado.

— Me quieren matar — ahora que lo decía y que me daba cuenta de que era eso lo que me pasaba, tal vez había sido ese el detonante de mi ahogo, aunque las crisis no mataban y ese ahogo se ve que sí.

A fin de cuentas, esa, la de que me querían matar, era una versión un pelín exagerada de lo que la tal Izzy había dicho, pero por algún motivo sentía que merecía la pena confiar.

— ¿Cómo se supone que sabes eso?

Ándreas también parecía preocupado, casi temeroso, pero no demasiado. Ahí me di cuenta de que no podía desvelar lo de Izzy, había dicho que no hablase de ella, si confiaba también debía hacerla confiar.

— Había una nota en mi cabaña — inventé. Mentir rápido y sin que se note, mi vieja y buena amiga.

— Eso es raro, a nadie nos ha pasado — dijo Ándreas por todos, pareció darse cuenta — no creo ¿no Ayvan?

Él no contestó, solo me siguió agarrando por los hombros. Recuerdo que pidió que nos esperaran un poco ante la cara serena de Anette que no sabía cómo interpretar. Nos apartamos del grupo y solo entonces me di cuenta de que estaba temblando.

— Nadie va a hacerte daño — dijo como si fuera lo más obvio del mundo, como hablando a una niña pequeña y diciéndole que iba a encontrar su juguete favorito, ese que había perdido — vas a estar bien y si no, no estás sola, no tienes que hacerlo todo sola. Estoy... aquí.

Separó las palabras como si así me ayudase a comprenderlas mejor.

— Sí que tengo que hacerlo sola — tapé mis oídos con mis manos, era lo que siempre hacía cuando quería llorar, aunque nunca era capaz de soltar lágrimas — tengo que hacerlo sola y perfecto y así... así nadie verá lo inútil que soy, si lo hago todo bien no se darán cuenta... yo... Necesito salir de aquí, pero es que en cuanto salga voy a tener que volver a ese castillo y como vuelva... Como vuelva no sé si voy a volver a soportarlo, ni siquiera sé si quiero.

No supe que más decir cuando una lagrima corrió por mi mejilla, era la segunda vez en años, las dos con Ayvan y aunque solo fuera una lágrima, la tristeza se había disipado un poco. Abracé a Azul, como se podría empezar a llamar por su cabaña, agarrando con fuerza la espalda de su chaqueta y arrugando la tela, creo que también cogí parte de su piel, creo que le hice daño, él no se quejó al abrazarme de vuelta.

Al poco rato volvimos con Anette y Ándreas que hablaban con su idioma raro, dijeron que era invención suya, no preguntamos más. Me di cuenta de que ya había cogido la costumbre de agarrar la parte de abajo de la chaqueta de Avyan como si él fuera mi padre.

Baek, sentós járane ¿Qué vamos a hacer para salir de aquí entonces? Me caes demasiado bien para dejar que te maten, en serio — comentó el rubio con una gran sonrisa en la cara y mirándome directamente a los ojos.

Sentí la tensión de responder sin siquiera saber cómo iba a hacerlo, intenté poner mi cerebro en marcha, pero no le daba la gana. Quería decir algo, tenía que decir algo, pero ¿y si decía algo absurdo o incorrecto? ¿Cómo me mirarían todos entonces? ¿Cómo me miraría Anette? Me daba mucho miedo

— Esperan a que respondas — dijo la voz de Zac detrás de mí canturreando.

— Joder, ya lo sé ¡cállate! — era la primera vez que decía una palabra "no acorde a mi puesto" según mi madre y casi ni me percaté de ello.

Causas de morir 37 vecesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora