17. Abrazos por alcohol

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Tomé una inspiración profunda y me erguí en la cama. Inmediatamente después noté como alguien me cogía la mano y la apretaba.

— ¡Menos mal que estás bien!

Exclamó Ándreas apartándose los mechones rubios de la cara, parecía casi aliviado.

— ¿Por qué dices eso? ¿Ha pasado algo?

— Llevas días sin despertarte. Anette estaba preocupadísima por ti, nunca la había visto llorar.

Al escuchar su nombre me comenzó a temblar la mano. Miré alrededor de forma frenética para buscarla, tal vez estuviera, no había nadie, no sabía si sentir alivio o pena.

— Está en su cabaña — dijo Ándreas con preocupación — está de resaca, Ayvan está con ella para que no haga nada.

— ¿De resaca?

— No puede morir, pero si bebe mucho en poco tiempo acaba de resaca. Anette está peor de resaca que borracha, al menos no suele beber durante un tiempo después de eso.

Me levanté de inmediato, hice una marca en la ventana y me preparé, Ándreas ni siquiera preguntó dónde iba.

— ¿Quieres que vaya?

— No, en realidad no, gracias — miré a la ventana... quince palitos — le diré a Ayvan que venga si quieres.

— Te preocupas mucho por ella ¿no? — cambió de tema.

— Supongo que si... Es mi amiga.

— Ajá... — asintió con lentitud como si no lo creyese — en fin, ve con ella.

No tardé en salir de la cabaña, luego me di cuenta de algo y volví a entrar.

— ¿En qué dirección?

Ándreas soltó una carcajada, salió conmigo y me señaló un sentido diciendo que debía seguir todo recto, asentí con una sonrisa de agradecimiento y eché a correr sin desviarme del camino.

— No has corrido en años y ahora planeas empezar de la nada, yo no lo veo eh

— ¡Cállate, Zac!

— ¿Tanto me odias ahora?

— Tengo que llegar con ella y no pienso hablarte hasta saber quién coño eres.

— Muy fácil, un tío mágico.

Comencé a respirar con dificultad, pero antes de poder contestar, vi una cabaña entre los árboles, llegué a ella con rapidez y me giré hacia Zac con enfado.

— Luego hablaremos de lo que me has estado ocultando todos estos años.

Subí las escaleras del porche y di varios toques en la puerta, hubo ruidos dentro, pero los ignoré y volví a llamar.

— ¿Ayvan? — el chico abrió la puerta casi de inmediato cerrándola a su paso, me abrazó con tanta fuerza que me levantó los pies del suelo.

— ¡Qué susto nos habías dado!

— No pasa nada, estoy aquí. Vengo al turno de vigilancia de Anette.

— Uff, pues ten mucho cuidado, está más arrogante que de costumbre — bufé con un fastidio fingido.

— Entonces le pego una puñalada y muerto el perro, se acabó la rabia — Ayvan se rio y me dio varias palmadas cariñosas en la espalda.

— Bien, me voy. Me alegro de que estés bien.

Sonrió con los ojos, como hacía siempre y luego se marchó. Abrí la puerta de una cabaña igual que la mía, solo que repleta de tonos verdes, en la cama había una figura con el brazo sobre los ojos.

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⏰ Última actualización: Jun 18 ⏰

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