7. Anette la insoportable

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Fui despertando poco a poco y mis ojos se abrieron en silencio acostumbrándose a la luz.

Miré alrededor con la pequeña esperanza de no estar en esa cabaña decorada de rojo, tuve mala suerte. En la silla del escritorio vislumbré la espalda de Anette, escribía algo con lapicero sobre un papel y bebía de la botella que salía de su carcaj, era transparente, pero no parecía agua.

Bebió y aprovechando que no hablaba suspiré en bajo hundiendo mi cabeza en la almohada.

Paso un rato en el que ella siguió dibujando y yo solo me mantuve callada mirando al techo mientras me lamentaba mentalmente de mi situación.

— ¿Ya estas como para no hacerte la dormida? — seguí callada — bien, pero que conste, que se me está quedando el culo plano en esta silla del demonio.

— Me has intentado matar dos veces.

— Llevo encerrada en un bosque mágico seis meses-

— Dos años — dije las palabras con brusquedad, separándolas con recelo — tu cartel de búsqueda estaba fuera, dos años. Ahora si me disculpas, quiero dormir.

— Aquí tienes todo el tiempo del mundo.

Su actitud me desesperaba, hablaba con tanta soberbia que parecía que nada en el mundo era un secreto para ella y de todos modos no le importaba lo que supuestamente sabía.

— ¡Me refería contigo fuera de la cabaña!

— Has estado dormida un rato muy largo, tenías fiebre y aquí somos inmunes a esas cosas... es preocupante — por un momento me sentó bien que se preocupara por mí — y demasiado interesante — y ahí la cagó — duerme si quieres, yo leeré, pero voy a quedarme.

Ella sacó un libro de un cajón y con los pies sobre la mesa pareció comenzar a observar las páginas.

No sé cuánto tiempo pasó, solo sé que fue mucho y Anette parecía no cansarse de mi presencia mentalmente ausente. Pasado un tiempo bufé con impaciencia y me fijé de nuevo en ella, solo miraba el techo, sin siquiera ese libro en las manos.

— ¿No ibas a dormir? — por primera vez su voz parecía suave y calmada.

— No me puedo relajar ¿tú no ibas a leer?

— No me puedo concentrar.

— ¿dónde han ido el resto?

— A dormir, hacíamos guardia por tu fiebre y me pedí primero.

— Bien pues ya estoy perfecta, no voy a volver a tomar agua ni nada, vamos a irnos y ya.

Me levanté y me quedé por unos segundos de pie, como esperando a que vinieran las doncellas habituales a ayudarme para salir, no tardé en acordarme donde estaba y seguí como si nada pese a que Anette me miraba extrañada. Lo primero que hice fue coger mi daga y marcar otro palito en la ventana.

— Bonita forma de recordarte a ti misma esta gilipollez de sitio.

Puse los ojos en blanco mientras pregunté si le importaba esperar a que yo me duchara, ella accedió y me metí en el baño. Tiempo después salí lo más recompuesta que pude.

En cuanto lo hice, Anette salió al porche, respiró hondo el aire de aquella gran prisión natural y habló con familiaridad.

— Anda — se sorprendió ella desde fuera — ¿tan pronto vuelves, Andy? Me ofende que confíes tan poco en mí.

— Oh vamos, ambos sabemos que si te dejo más, nos la matas.

Salí y vi a Ándreas terminar la oración con el mismo tono irónico que la chica había usado contra él. Ambos rieron como si fuera una bonita broma y se abrazaron con cariño.

Causas de morir 37 vecesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora