Kalila
¿Cómo podía explicar lo que me estaba causando sin que se preocupara? No era algo de lo que había que temer. No eran cortadas profundas. Cualquier persona se alarma cuando se encuentra frente a estas situaciones sin poder entender o imaginar la situación en la que uno se haya para acabar así, haciéndose mal a sí mismo.
No encontraba ni una sola explicación que fuera razonable para explicar mis motivos porque la realidad es que no existe ninguna. Si, sigo consciente de ello, pero es algo que no he podido evitar desde el último mes que pasé en Fetcher, deseando con mi vida enterar ya regresar a casa, con mis tíos.— Por favor...—mascullé muy en lo bajo como si hubiese una persona cerca cuando la realidad solo estabamos nosotras dos, yo sin poder ocultar el temor que esto me causaba— sé que no estoy haciendo lo correcto, pero te pido que no se lo menciones a nadie—dije con un ritmo apresurado, tomando fuertemente sus manos entre las mías.
Lidia pudo ver que estaba asustada, realmente atemorizada, porque podía ver en sus ojos ese reflejo de arrepentimiento y miedo de haber sacado un tema de lo que seguramente no pensó que me fuera a poner así. Lo más probable es que haya imaginado por un instante que me pondría más agresiva, porque de los dos veranos que me ha tocado verla en casa de mis tíos, siempre estaba en la repisa de seria y pocos amigos.
— No es algo que debas ocultar—titubeó—. Tiene que pedir ayuda. Apenas la conozco, pero me da la intuición de que no es mala y no tiene por qué pasar por esto.
Ladee a ambos lados la cabeza. Soltando sus manos y tomar un profundo respiro antes de volver a hablar porque ya podía sentir como el miedo, el pavor de ser descubierta, y el terror de tener que enfrentarme a esos escenarios imaginarios que corrían dentro de mi cabeza, me estaban desquiciando y en una de esas podría desmoronarme frente a una mujer con la que no tenía el lazo más allegado que exista. En este caso, Lidia.
Estaba reprimiendo demasiado dentro de mí. Soy consciente de que no me encuentro bien, pero no me siento todavía en la situación para dar un grito de ayuda. Sé que aún no estoy yendo demasiado lejos.
— No tienes por qué preocuparte—solté esta vez con un tono de voz más tranquilo, mirando con firmeza los ojos horrorizados de Lidia—. Sé que me exalté, pero es que realmente temo que esto llegue a oídos de mis tíos y se preocupen por algo que ya estoy remediando.
— ¿Remediando? —preguntó alarmada— ¿Cómo que lo está remediando?
Esperando por unos segundos para coger el valor de hablar y sin apartar la vista de sus ojos, cogí la valentía de mentir.
— Estoy viendo a un terapeuta—musité por lo bajo—. Voy a estar bien, por favor no te alarmes más que me pones a mí de los nervios.
Pareciera que mis palabras no lograron convencerla casi de inmediato, pero entre más transcurrían los segundos en que permanecía con mi mirada fija en la suya, parecía que comenzaba a doblegarse hasta que sus manos, que aun se encontraban sujetadas entre las mías, comenzaron a sentirse más relajadas al tacto de mis palmas.
Había conseguido que me creyera y mis nervios pudieron reducirse. Era como poder volver a respirar aunque aun me causaba cierta duda de si realmente podía mantener este secreto bajo llave.
— ¿Puedo preguntarle algo, señorita? —dijo— ¿Por qué se hace esto?
No era una mala pregunta. La haría cualquiera que se preocupara por mí y que no entiende cuál es la brecha que existe entre ser fuerte y aquella en la que los problemas sobre rebasan a uno que lo llevan a sentir paz, liberación, satisfacción al hacerse daño. Y si, conozco mis motivos... pero no era capaz de decirselo a Lidia.
Solo existe una persona que conoce de mi situación y mis causas, y no fue precisamente porque necesité en algún punto hablar con alguien del dolor que estaba sufriendo, sí no que se enteró en una ocasión que ninguno de los dos quiso dormir a solas y en la que yo más que nadie necesitaba afecto y calor humano. Esa persona era Samuel, mi extraña relación de amigo.
— Yo...—trastabillé sin sentirme segura— Me es dificil hablarlo por lo que no tengo palabras para decirtelo. Lo importante es que me he dado cuenta de mi error y estoy en eso. Descuida.
Lidia no parecía estar muy conforme de que fuera a dejarla así, ella esperaba más que eso, deseaba una respuesta, pero tal parecía que entendía que lo mejor no era presionarme porque era muy posible que fuera a salir con una reacción tan sorpresiva como hace un momento, por lo que apenas me pudo sonreír y me acarició la mejilla.
Tras un momento en que me miraba a los ojos y seguro escuchaba pensamientos consoladores dentro de su cabeza, se puso de pie.— Sus tíos la quieren mucho, podría decir que incluso más su tía Carlota le tiene un afecto que no podría medir—murmuró con voz tenue y enternecida—. Ante cualquier cosa que cruce por su mente, recuerdelos. Ellos no soportarían perderla.
Y en ese instante se retiró del patio, dejandome con una vibra que me estaba asfixiando en un ambiente que debería de relajarme y sentirme en un paraiso.
Eché una mirada a mi alrededor con sus palabras resonando dentro de mi cabeza, haciéndome sentir mal agradecida de las cosas que puedo gozar con mis tíos que van más de allá de algo material.
Siempre han sido buenos conmigo y me han tratado como una más de su casa, que el hecho de que por un momento me sentí expuesta me hizo entender que realmente me da pavor defraudarlos.Pero ¿Es que no tengo derecho de ver cómo lidiar con mis propios asuntos?
¿Debo permitir que se metan en mi vida sí lo que quiero es enfrentar mis problemas por mi propia cuenta?
Aun así sea que no lo esté haciendo de la mejor manera.
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CHRISTO. Vidas Destruidas
Ficción GeneralKalila Manzur es una chica que debe enfrentar sus peores penas como la ausencia de amor de sus padres y su constante supervivencia en un ambiente de acoso acádemico donde las envidias y las amenazas están constantemente presentes en el día. Y así co...