Capitulo 3

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Kalila

— ¿Hoooola? —escuchaba hablar a Samuel del otro lado de la pantalla de mi laptop— Hija, le estoy echando los perros y usted ni una sola palabra—en ello, el oír ese tono cantado del hombre que tenía al otro extremo de la web que parecía ya un poco más molesto que juguetón me hizo reaccionar y pestañear rápidamente. Miré a Samuel y parecía desconcertado.

— Lo siento—expresé, reacomodandome en la cama y pasarme un mechón de cabello atrás de la oreja. Desde lo que ocurrió anoche me he sentido más turbada de lo que había llegado a casa de mis tíos.

— Oiga ¿a usted que le está pasando? —dijo consternado, acomodandose la gorra que usualmente le gusta usar con la visera hacía atrás— Desde que comenzamos con esta llamada, usted se queda lela a cada rato. Ya digame.

Negué con la cabeza y bufé.

— No es nada—balbucee. Subiéndome la laptop al vientre y tirarme sobre la espalda en la cama—, es solo que no quiero que se termine el verano tan pronto. No tengo muchas ganas de volver a Fetcher.

Samuel rio — Sea boba, el verano apenas comenzó y ya anda usted mal viajandose—dijo con una sonrisa soncarrona en sus labios.

Es cómico como ambos ya ni notabamos el hecho de que detrás de él o mejor dicho, del lado de su línea, se podía escuchar todo el bullicio y alboroto de la calle frente a su habitación en la que detonaban los escapes rotos de las motocicletas y el rugir de los autos viejos circulando. Igualmente su familia que no era muy callada y hablaban demasiado alto en esa casita pequeña que compartía con sus hermanos y su madre.

Sonreí un tanto forzada, apenas y se podía divisar en el extraño gesto que había hecho con los labios en mi rostro — Realmente pienso sí después de este verano deba regresar—en ello, el rostro lleno de alegría y coquetería de Samuel se fue reduciendo, hasta apagarse en una preocupación que apenas podía ocultar.

— No lo estará pensando en serio—balbuceó, dejándose caer sobre el respaldo de la silla en la que se encontraba—. Está a mitad de la carrera, no puede dejarlo así.

Me quedé un momento en silencio, callada, pensando sí realmente valía la pena sufrir tanto para sacar la licenciatura en una universidad que desde un inicio no me sentía segura de asistir, en aquel entonces porque estaba lejos de casa, pero ahora porque existían factores que me dañaban no solo fisicamente, sí no emocionalmente.
Es duro vivir en Berlín, más dentro del campus Fetcher donde mi padre me envió para presumir ante sus colegas de tener a su hija estudiando en el extranjero.

— No lo sé, Samuel—musité, sintendo un cierto escozor en mis ojos. Tenía ganas de llorar por solo pensar que estaba obligada de regresar, pero me mantuve serena porque no deseaba que Samuel, me observara caer... no de nuevo—. Es demasiado complicado, requiere demasiado sacrificio pasar seis meses lejos de casa viviendo preocupaciones constantes y miedo de no llegar a nada.

— ¿Y piensa que se sentirá mejor de botar todo y en un futuro reclamarse el por qué no peleó más? —me respondió de inmediato después de que solté la última palabra. Me quedé observando la barra de tareas porque no deseaba ver la expresión que debía de tener en el rostro, muy probablemente transtornado y molesto—  Sé que usted puede con esto y más. No se deje derribar.

Por un instante, nos quedamos en silencio. Samuel mirándome fijamente y yo divagando en una laguna mental que tras un momento, simplemente me quedé ida. Mis propios pensamientos me abandonaban y me dejaban sin saber qué sentir o qué hacer. Estaba totalmente en blanco. Hasta que volvió a recuperarme al hablar.

— Ha pasado una semana...—dijo con voz tenue, pero con ese timbre ronco que me eriza la piel cuando la escucho tan alto y me estremece cuando es cerca de mi oído al estar juntos, cuando el contacto que tenemos llega a ser por milimetros casi nulo— ¿Está bien?

Levanté la vista y pude ver un nuevo cambio de humor en él. No dudo que lo estuviera volviendo loco con mi situación. Podía ver la preocupación nuevamente en sus ojos, ya no por el hecho de que existe una posibilidad de que quisiera tirar la toalla como él mencionaba, sí no que ya se trataba de mí... de esa situación.

— Si—asentí, sentandome en la cama y poner la laptop sobre las sábanas, dando una vista alta de mí—. No tienes por qué asustarte—murmuré con voz suave, delicada, tratando de cesar con lo que debe estar sintiendo el atletico colombiano al otro lado de la llamada—, mientras yo esté aquí siempre voy a estar bien.

Samuel sonrió por un instante, pero no duró mucho. Se quedó un momento pensativo y después respiró profundamente.

Desde hace un tiempo sospecho que soy del gusto de Samuel, debido que desde la primera ocasión que nos topamos en el corredor sentí que hubo un chispeo que se encendió en sus ojos cuando cruzamos miradas en aquel entonces cuando nuestros cuartos estaban en el mismo edificio. Yo era de primer año y el estaba en segundo. Ahora yo había pasado al tercer año de la licenciatura y él se encontraba ya en el último.

De cierta manera Samuel me ha ayudado para que mi estadía en Fetcher sea un poco más amena, porque existen algunas personas que no les agrado demasiado y lo único que buscan es hacerme la vida imposible. Una de ellas me atormenta psicologicamente, metiendose conmigo por cuestiones que aun desconozco y la otra goza de mi sufrimiento, lastimando mi cuerpo, mi existencia y mi vida entera.

Samuel ha sido una pieza clave para que yo aun quiera pasar los días en Berlín aun cuando aborrezco el frío que hace en esa ciudad, lo poco que me agracia la comida y por supuesto la convivencia con otros estudiantes que es un verdadero caos.

Se supone que Fetcher es una buena universidad que le brinda oportunidades a jovenes destacados, pero con poco presupuesto, y por tener buenos profesores, que no lo niego, en parte la universidad no es mala, el único defecto que tiene que solucionar a la urgencia de sirenas rojas, es la comunidad de alumnado y corrupción que hay dentro de ella.

Hay que ser fuertes para saber con quienes conviene relacionarse y de quienes es mejor mantenerse alejados, porque una mala jugada y podría acabar tan mal como yo. Destruida emocionalmente, sintiendo que se ha perdido cualquier brillo de entusiasmo o ansias por conocer un futuro.

— No dejes Fetcher. Quiero seguir viéndote en mi último año.

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CHRISTO. Vidas DestruidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora