Kalila Manzur es una chica que debe enfrentar sus peores penas como la ausencia de amor de sus padres y su constante supervivencia en un ambiente de acoso acádemico donde las envidias y las amenazas están constantemente presentes en el día.
Y así co...
— ¿En serio hija? —me dijo mi madre con tristeza en su voz, alzando su mano y acariciar mi mejilla. Mi pecho sucumbió y tuve una enorme sensación de querer echarme a llorar por ver a mamá más decaida que nunca, más palida y delgada de lo que la recordaba cuando me marché a cursar el último semestre.
Por esto me había costado tanto tomar esta desición. Serán aproximadamente doce meses en el que no miraré a mis padres, pero esto porque busco un mejor bienestar para nuestra familia. Sé que en mi cae, sí deseo que vivamos una vida distinta soy yo la que debe moverse porque es quien tiene la posibilidad de hacerlo ahora y evite que mi hermano sufra cuando crezca.
— Es una excelente oportunidad, mamá—le dije con mero entusiasmo, tomando ambas manos y refugiarlas entre el calor de las mías—. Sé que un año suena a que va a ser una eternidad, pero puedo aprovechar esta oportunidad para ir cultivando lo que será nuestro futuro—expresé emocionada, aun cuando mis ojos escocían por el deseo de querer llorar por el dolor que tenía en mi alma—. Confíe en mí, es por nuestro bien.
— No, yo confío plenamente en ti Gaby—dijo mi madre divisando una sonrisa en su rostro, cuarteando más sus fragiles labios—, pero me preocupa no verte durante tanto tiempo mi niña, me estoy perdiendo de tu crecimiento.
— No es así, madre—repliqué de inmediato, buscando consolarla y tratando de convencerla en no sufrir mucho con mi ausencia—. Sabe que estos estudios en el extranjero y este proyecto de verano al que me manda la universidad en Colombia es más que magnifico para agregarlo en mis documentos de presentación. Además, son puras oportunidades para conocer personas y nuevos horizontes.
— Lo sé mi amor, y que más quisiera yo que aprovecharas todo esto, pero me haces mucha falta mi vida—expresó ella, haciendo un ademán con las manos como si todo lo que pasara en nuestro entorno no importara, solo el hecho de que yo me quedara este verano. Me ponía más complicada la situación—. Oportunidades siempre habrán mi amor, yo no estaré para cuando tú te quieras dar el momento de verme.
Una cruel punzada en mi corazón.
— Mamá...—le mascullé, sin saber qué decir o cómo decir con mejores palabras para aun tratar de convencerla. Me dolió que ella misma me diga eso y que me quiera hacer entender que posiblemente dentro de un año no consiga mantenerse con nosotros y por ello insista que no me vaya y mejor me quede a su lado—. No mamá...—dije con el tono más endurecido—. Voy a ir, porque es por nosotros. Así como yo le quiero prometer que volveré dentro de un año y me la pasaré todo el tiempo con usted, usted prometame que me va a esperar para escuchar de mis nuevos logros.
A mí madre se le inundaron los ojos en lágrimas y pude ver cómo tuvo que apretar los labios para que no se escapara ningun gemido de dolor de su cuerpo. Me abrió los brazos y yo inmediatamente caí entre ellos, sintiendo la fragilidad de su cuerpo brindandome aun el calor reconfortante de estar en lo que se siente mi verdadero hogar.
Mi casa siempre estará en sus brazos y me niego a pensar que pronto te marchará.
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La ultima vez que llegué a ver a mamá, a mi hermano, a mi familia, fue hace meses. Desde que tuve mis vacaciones decembrinas de la universidad y tuve que darle la noticia a la familia de que me habían seleccionado en un programa de investigación referente a estudiantes de intercambio y proyectos cientificos, esto para mí fue una excelente oportunidad para seguir conociendo de extranjeros, estilos de vida, las diferencias de una vida laboral en distintos paises y lo más comun, buscar personas de buenos conectes. Hacer relaciones.
No me asusta vivir lejos de casa, un año y medio viviendo en Fetcher con pequeños lapsos de descanso en los que regreso para ver a mi familia, y ahora un verano cientifico donde voy a seguir estudiando, esta vez en una gran ciudad como la de Bogotá, aquí en Colombia. Estuve contenta de haber llegado y haber observado de esta ciudad, que el primer día estuvo muy nublado para que en la noche cayera una lluvia torrencial.
Esa noche tuve la oportunidad de conocer a una bonita chica de piel tostada y cabello castaño demasiado rizado. Nos habiamos quedado atrapadas en la salida de un supermercado, bajo un techo donde se guardan los carritos y está a varios metros de la entrada. Al estar ahí y ver la gran cantidad de agua que caía, no hicimos más que quedarnos de pie donde nos hallabamos y conversar cuando no pude disimular el encanto que me generó ver a una muchacha tan preciosa como ella.
— ¿Todo bien? —me preguntó extrañada— Me está observando mucho.
Ahí fue que reaccioné y aclaré mi garganta avergonzada. Aparté la vista de pronto.
— No fue con afán de ofenderte—dije con el tono un tanto endurecido, forzandome a no verme humillada ya que la verdad me apenaba el haberme visto embobecida—. Me has parecido muy bonita y peculiar.
— Ahm, gracias—respondió confundida— ¿Por qué dices que soy peculiar? —cuestionó con un suave tono dulce. Con su tierna actitud, me di cuenta de que no quería mostrar que me llegaba a recriminar algo sí no que más su incertidumbre le llamaba la atención de mí — No eres de por aquí ¿Verdad?
— No—le dije entre un suspiro y tratar de ver más allá del estacionamiento, pero la fuerza con la que estaba la lluvia apenas y me dejaba ver con claridad algunas hileras de coches aparcados y unas cuantas personas que aun con el chubasco que se dejó venir, corrían con sus bolsos de mercado cargados buscando sus coches—. La verdad que es mi primera noche aquí y vine a comprar algunos chuches para irme instalando en mi pieza.
— ¡Oh! —exclamó asombrada— ¿Entonces vienes a trabajar o a estudiar?
— A estudiar—respondí—. Vengo por un verano cientifico en la universidad del centro, pasaré unos meses aquí y luego me regresaré para estudiar.
— ¡Vaya, eso suena bien! —dijo con contento— ¿Es la primera vez que estudias fuera?
Y así en la primera noche que llegué a Bogotá me puse a conversar por muy buen rato con una desconocida que capturó totalmente mi atención y que conforme conversaba con ella se me hizo ver a una chica muy dulce y educada, que con su suave y tierna voz hizo que me naciera la duda de qué hacía ella andando sola por la noche. A pesar de ser de mi altura y enterarme que es cercana de mi edad, me da la sensación que es tan vulnerable y mi instinto quiso protegerla.
Era mi primera noche en Bogotá y ya había hecho una amiga. Los proximos dos meses la comenzaría a pasar de lo mejor en aquella ciudad, nunca habría conectado tanto con una mujer como lo hice con ella y en ese momento, atrapadas bajo un techito sobre carritos de mercado, no llegué a imaginar que aquella rizada que comenzó a preocuparse por el frizz de su cabello esponjado sería de mis mejores amigas más adelante.
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