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     Su cuerpo se movía en el espacio designado mientras practicaba la nueva coreografía que había aprendido recientemente al compás de la determinada música que salía de sus inseparables auriculares con stickers manteniendola en su mundo, sus rizos atados en una coleta alta flotaban en el aire por la velocidad en la que Natalie Osborn se deslizaba sobre el frío hielo y un sentimiento de éxito crecía cada vez más en su pecho cuando lograba clavar todos los saltos de nombres hermosos de la rutina, procurando siempre mantener la gracia.

     Las compañeras de la pelirroja la observaban sonrientes desde sus puestos, algo alejados de ella para cuidar que no hubiesen accidentes, todas se esforzaban en llamar su atención moviendo los brazos a la par que gritaban el nombre de la de patines rojos, pero sus esfuerzos parecían no dar frutos, ni una pizca; pronto un pequeño foco imaginario apareció sobre la cabeza de una de las mayores del grupo, Dayana decidió que sería quién le regalaría una pequeña lección a Natalie por escuchar música a un volumen extremadamente peligroso para sus tímpanos y patinó hasta la adolescente logrando abrazarla tirándola al suelo.

     De sus labios ya resecos por el frío se escapó un involuntario chillido y alcanzó a cubrir la cabeza de quién la había tirado con sus brazos antes de chocar contra el sólido hielo.

     —¿¡Qué te pasa!?—acariciaba la parte de su muslo haciéndose una idea del futuro moretón que tendría y golpeó en reproche a la morena que seguía riéndose incontrolablemente—. ¡Dayana!

     —¡Perdón! ¡Perdón!—abrazaba su abdomen mientras la pelirroja se esforzaba en levantarla asegurándose de no resbalar de más—. ¡No escuchabas!—la muchacha logró calmarse y se pusieron de pie, la mayor apuntó con la mirada a una sección de la instalación detrás de su amiga—. Ya vinieron por ti, Cherry-lou.

     Frunció el ceño un poco confundida pero terminó haciendo caso a la indicación, giró observando a sus espaldas a las demás chicas que soltaban varias risitas por su desconcierto señalándole otro punto en especifico fuera de la zona de hielo y de repente sus verdosas orbes brillaron de alegría cuando miró a cierto moreno que la esperaba en la puerta de salida con una expresión algo burlona.

     —Miles—murmuró con una gran sonrisa para luego patinar rápidamente en su encuentro, se puso de puntas aprovechando la parte dentada de las cuchillas de sus patines y rodeó el cuello del muchacho con fuerza—. ¡Hola! ¿Tienes rato esperando?

     —No mucho, llamaron tu atención rápido—ambos se rieron suavemente y Morales ayudó a la chica a salir de la pista—. ¿Estás libre ahora? Quiero mostrarte algo.

     Luego de mirar como la rizada asentía aseguró su agarre en las pecosas manos de Natalie mientras ella le colocaba a sus patines las protecciones en las cuchillas después de quitarle el hielo de la zona y la acompañó hasta la banca para que pudiera guardar todas sus cosas en su bolso, en dos parpadeos las Vans de botín rojas ya cubrían los pies de la adolescente para levantarse de un salto, ambos entrelazaron sus dedos dispuestos a salir del centro de patinaje de Brooklyn no sin antes despedirse de las demás chicas.

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     Era temprano esa tarde, por lo tanto las calles aún se encontraban llenas de gente que preferían estar enfrascadas en sus propios asuntos como para reparar en la presencia de los dos adolescentes que caminaban tomados de la mano riéndose de los chistes que contaban, en un momento dado, Miles le pidió a la pelirroja que lo esperara mientras el buscaba sus pertenencias previamente ocultas por allí cerca, Natalie jugaba con las trenzas de sus zapatos pacientemente sentada en la banqueta hasta que se levantó al oír a sus espaldas la voz del moreno, pero se desconcertó un poco cuando observó que quién tenía en frente era uno de los héroes arácnidos de la cuidad.

𝙊𝙣 𝙈𝙮 𝙒𝙖𝙮 ━━𝘔𝘪𝘭𝘦𝘴 𝘔𝘰𝘳𝘢𝘭𝘦𝘴Donde viven las historias. Descúbrelo ahora