Cap 4

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Después de lo sucedido apenas lloré en el hospital, aún convencida de que todo era una horrible pesadilla. Era otra chica y no mi hermana la que avía sufrido ese fatal crimen, y yo aver me escapado de mi casa para seguirla y ser testigo de semejante atrocidad.

Una Scarlett  distinta se rompió, una sutura en mi abdomen, tamaño agme se hacía presente y me recordaría por el resto de mis días tan terrible suceso.

Pasé los primeros días ida de este mundo y en estado de shock con tan solo 12 años, un goteo constante de medicación mitigaba el dolor. Sin embargo, pese a la confusión que sentía, tenía la certeza absoluta de que todo era un sueño. Pero no fue así mi realidad azoto la tarde que dieron mi alta hospitalaria y con ello llegar ami casa encontrándome con su abitacion fría y tenebrosa llena de risas y recuerdos, recordando que mientras estuve en cuidados intensivos, mis padres enteraban a su hija prodigio, tres metros bajo tierra y que hay sería el comienzo de mi triste vida.

Yo era una bailarina. Me acababan de admitir en la  Marat Daukayev School of Ballet. Cuando los sollozos de mi madre invadieron la habitación del hospital mientras el médico describía la gravedad de mis herida, seguía ella llorando, porque no se trataba de mí. Se equivocaba, me habían cambiado el historial; estaba hablando de otra persona por supuesto de mi hermana.

Mi herida era grave pero estaba fuera de peligro y se trataba de mi hermana llegando al hospital en sala shock sin signos vitales, yo no supe de mí y durante días lloraba queriendo ir a su sepelio pero no podía no estaba en condiciones, y mis padre destrozados.

Ala mañana siguiente de aver dormido en mi casa me golpeó la realidad de una vida sin danza... no había suficiente morfina en el mundo para aislarme de la verdad. Mis padres me sacaron de la escuela de ballet y cambiaron mi tutú por una biblia y, con ello mis valerianas por un rosario, mis clases por horas en misas , el futuro por el que había trabajado toda mi vida. El tartamudeo contra el que me pasé luchando casi toda la infancia había regresado, y mi padre, que pasaba más tiempo ennoblecías y trabajo y mi madre sumida en un su esposo debiéndole obediencia a sus firmes devociones.

Me pasé seis meses sin hablar apenas. Hice lo que debía: seguí adelante.
Me curé por fuera mientras Lola y María cuidaban de mi , siendo las tres tan pequeñas, sin tratarme nunca como si únicamente me mantuviese de una pieza gracias a una sonrisa falsa y unas grapas en el abdomen.

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Tom me conduce al mismo rincón al que le llevé yo anoche. Esta mañana resulta mucho menos oscuro, menos privado, pero apenas me doy cuenta.
Mis ojos se clavan en el sobre que me ha puesto en la mano.

No tiene la menor idea de su trascendencia: la última vez que me escribí una carta a mí misma fue el día en que decidí volver a hablar, el día en que me dije que estaba bien llorar por lo que había perdido, pero que había llegado el momento de dejar el pasado atrás, y afrontar mi triste destino.  Me senté, puse por escrito todo lo que me daba miedo expresar en voz alta y, poco a poco, empecé a aceptar mi nueva vida. Le pedí ami padres que me dieran unos años para prepararme mental mente y que mientras sucedía eso , me matricularan en la Universidad de California  e hice por fin algo que mi padre consideró digno y no impuro, pero eso si con sus condiciones, de no fiestas, no alcohol, no drogas y sobre todo no sexo, me impusieron un novio que cría amar de la misma iglesia donde iba, que izo boto de castidad ya que sus padre quería que fuera sacerdote en un futuro relación que no funcionó y terminamos ase tiempo: cometidos mis estudios mi padre residiría llevarme ala mejor escuela de monjas y expiar sus pecados, con migo y limpiar toda culpa que sentían ofreciéndome a Dios.

El sobre, arrugado y gastado, conserva la marca de un pliegue. Tom debe de habérselo metido y sacado del bolsillo un montón de veces. Me recuerda tanto la carta que he leído y releído a lo largo de los años que tengo una sensación de dejà vu. En una esquina hay una mancha de líquido; en otra, un poco de pintalabios, pero está perfectamente cerrado; los bordes parecen bien pegados. No ha tratado de abrirlo, aunque, a juzgar por su expresión preocupada, sin duda se lo habrá planteado.

 Mein Heiliger  ♰ (Tom Kaulitz)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora