Cap 13

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No me hace falta abrir los ojos para saber que aún es de noche. La cama es un nido de abrigadas mantas; las sábanas suaves huelen a Tom y a detergente de lavadora. Estoy muy cansada, flotando en ese lugar situado entre la vigilia y los sueños, así que las palabras que me susurra al oído suenan como burbujas que ascienden desde debajo del agua.

—¿Duermes con el ceño fruncido?.

Unos labios tibios se apoyan en mi frente, la punta de un dedo alisa mi piel.

Tom me besa las mejillas; luego pasa su nariz por mi mandíbula mientras regresa a mi oreja.

—He visto tus zapatos junto a la puerta.

Susurra.

—¿Ya has recorrido toda Alemania?. Llevas las suelas gastadísimas.

Alemania es como un plano interminable que se despliega justo delante de mí. A la vuelta de cada esquina hay otra calle, otra estatua, otro edificio, más antiguo y bonito que todos los que he visto hasta ese momento. Voy a un lugar y solo siento deseos de ver qué hay más lejos, y más lejos todavía.

Nunca había tenido tantas ganas de perderme en un sitio.

—Me encanta que te esfuerces por conocer mi ciudad. Y pobres de los chicos que te vean pasar con ese vestidito tan fino que he visto colgado en el baño. Tus admiradores te seguirán hasta casa, y me veré obligado a madrearlos.

Noto que sonrie contra mi mejilla.
Se mueve la cama, y su aliento me despeina. Mantengo el rostro relajado y respiro con suavidad, porque no quiero despertar. No quiero que deje de hablarme así.

—Vuelve a ser sábado... Esta noche intentaré llegar pronto a casa.

Percibo el agotamiento en sus palabras. No sé si he sido muy consciente de cuánto debe de costarle conseguir el equilibrio entre lo que considera su responsabilidad hacia mí y su responsabilidad hacia el trabajo.

Me imagino que debe de ser como si tiraran de él en dos direcciones opuestas.

—Te pedí que vinieras y siempre estoy fuera. No pretendía que las cosas fueran así. Simplemente... no lo pensé bien.

Se ríe contra mi cuello

—Toda la gente que conozco pondría los ojos en blanco. Bill,Gustav y Georg... Y, sobre todo, mi madre.

Añade con cariño.

—Dicen que soy impulsivo, y me tachan de mujeriego pero quiero mejorar. Quiero portarme bien contigo.

Casi me pongo a gritar.

—¿No piensas despertarte, Heiliger?. ¿No vas a darme un beso de despedida con esa boca tuya, con esos labios que no paran de meterme en líos? Ayer tuve una reunió con el conductor de nuestro programa y, cuando dijeron mi nombre, resultó que no tenía ni idea de lo que estaban discutiendo. Solo podía pensar en tus labios abiertos alrededor de mi polla, y luego lo de anoche... ¡Ay! Las cosas que me imaginaré hoy. Vas a conseguir que nos cancelen, y cuando estemos en la calle sin un dólar solo podrás echarle la culpa a esa boca, esas tetas y ese culo y sobre todo a esa vagina tan apretada y dulce.

No puedo seguir estando seria y me echo a reír.

—Por fin.

Masculla contra mi cuello.

—Empezaba a plantearme la posibilidad de activar la alarma de incendios.

Un par de horas más tarde, al despertar a solas, recuerdo que ha murmurado unas palabras contra mis hombros y después me ha susurrado algo al oído.

 Mein Heiliger  ♰ (Tom Kaulitz)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora