Cap 12

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Soy vagamente consciente de un puño que aporrea la puerta y me incorporo desorientada.

Junto a mí, Tom se sienta de golpe y me mira con los ojos desorbitados, aparta las sábanas y sale corriendo de la habitación.

Oigo su voz aún adormilada y profunda mientras habla con la persona que ha venido, sea quien sea. Nunca lo había oído hablar con dureza.

Debe de haber salido al pasillo y cerrar la puerta a sus espaldas, porque percibo un chasquido y su voz desaparece.

Intento no volver a dormirme. Intento esperarlo para asegurarme de que no pasa nada y decirle cuánto me gusta su voz.

Sin embargo, debo de estar más agotada de lo que pensaba, y ese es el último pensamiento aturdido que acude a mi mente antes de que mis ojos se cierren de nuevo.

Noto que el aire se desliza bajo las sábanas y me barre la piel. Tom regresa a la cama. Huele a sí mismo, a hierba, sal y especias. Me vuelvo hacia el con el cerebro aún nublado, lleno de imágenes de sueños apasionados...

Tan pronto como su piel fresca toca la mía, estalla un anhelo en mi vientre.

Le deseo con una especie de ansia instintiva, apenas despierta. El reloj junto a la cama me indica que están a punto de dar las cuatro de la mañana.

En el pecho liso, duro y desnudo, su corazón late con fuerza bajo la palma de mi mano. Atrapa mi mano errante con la suya y la inmoviliza para que no pueda deslizarla hacia el estómago y más abajo.

—Scarlett.

Dice en voz baja.

Poco a poco, me viene a la memoria que ha ido a abrir la puerta.

—¿Está todo bien?.

Exhala despacio, tratando de calmarse, y, más que verlo, intuyo su gesto de asentimiento en la oscuridad. La ventana situada sobre la cama deja entrar la luz de la luna, pero cae a nuestros pies, iluminando solo el borde de la cama.

Me estrecho contra el y deslizo mi pierna sobre la suya. Los cuádriceps aparecen firmes y definidos bajo la tibia piel lisa.

Paro al llegar a la cadera. Se arquea contra mí y suelta un gemido.

—¡Ahaa!.

Solo lleva unos bóxers, y noto que está empalmado a medias. Su corazón recupera poco a poco el ritmo normal.

No puedo estar tan cerca de él, ni siquiera medio dormida, y no desear más.

Quiero subirle la camiseta y bajarle los bóxers. Quiero el calor de sus caderas apretando las mías. Emito un sonido grave contra su piel y me balanceo de forma instintiva. Al cabo de unos momentos, noto que su cuerpo despierta del todo.

Cuando lo hace, vuelve a gemir en voz baja y se sita de cara a mí. Sin ceremonias, me desliza las bragas piernas abajo y se baja los bóxers lo justo para poder liberar su erección.

— ich will dich. (Te deseo).

Dice contra mi pelo, y frota la punta de su polla contra mi, probando, antes de penetrarme con un sonido ansioso.

—Siempre te deseo.

Es sexo sin palabras ni pretextos; solo nosotros dos, luchando por llegar al mismo sitio. Mis movimientos resultan lentos, cargados de una somnolencia perezosa y de esa valentía de medianoche que me lleva a subirme encima de él y a apoyar la cabeza en su hombro mientras me deslizo a lo largo de su polla. Sus movimientos también son lentos: se esfuerza por ser tierno, por tratarme con cuidado.

 Mein Heiliger  ♰ (Tom Kaulitz)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora