Cap 8

53 8 3
                                    



Después de un día tan estupendo, llevo toda la seguridad encima que paso por el pequeño supermercado de la esquina, decidida a prepararle a Tom una buena cena.

La ciudad de Alemania me entusiasma, la verdad. Estoy aprendiendo a arreglármelas con la barrera linguística y compruebo que los alemanes no se sienten tan frustrados como yo esperaba al ver que no hablo Alemán pues muchos saben el idioma del inglés.

Simplemente, no les gusta nada que lo intente y destroce el idioma. Así que me defiendo a base de señalar, sonreír, encogerme de hombros con aire inocente y repetir "Bitte" (por favor) que es la que e oído más y la que me dijeron su significado y aparte es corta y no tan difícil de pronunciar, logro comprar vino, pasta fresca carne para albóndigas y unas verduras.

Sin embargo, los nervios vuelven a apoderarse de mí mientras voy hacia el ascensor y pienso si le gustará lo que preparé, este asciende con una musiquita hasta el décimo piso. No sé si Tom habrá llegado ya. No sé qué esperar.

¿Seguiremos donde lo dejamos en California, o será ahora cuando empecemos... mmm... a salir? ¿Se le habrán quitado las ganas de continuar con este pequeño experimento tras la experiencia de nuestros primeros días juntos?.

Me distraigo guisando, impresionada por la inmensa cocina de Tom.

Tras averiguar cómo funciona su equipo de música, pongo una música de uno de sus álbumes nuevos Kings of Suburbia como primera canción esta:

🎵Feel It All.

Pero la que más me encantó fue:

🎵 Love Who Loves You Back.

me dedico a dar saltitos alegres por la cocina bailar y cantar sin duda Bill canta súper bien.

Cuando el llega, el apartamento huele a mantequilla, ajo y perejil. Mi cuerpo se mueve al ritmo de tremendo rolon y comienzo a moverme sexi y empiezo a sentirme libre, pero mi cuerpo se se tensa histérico cuando le oigo echar las llaves la mesa del recibidor y grita.

—¿Hola?.

—En la cocina.

Respondí. Y bajo el volumen de la música.

—¿Estás cocinando?.

Pregunta, doblando la esquina para entrar en la estancia principal. Lo devoro con la mirada: está guapísimo Dios.

—Entonces te encuentras mejor.

—Ni te lo imaginas.

—Huele muy bien Heiliger.

—Ya casi está listo.

Digo.

Le ruego a mi pulso que se calme.
Al verlo, siento tanta ilusión que se me encoge el pecho. Pero de pronto parece desmoralizado.

—¿Qué es?.

Sigo la trayectoria de sus ojos hasta la sartén que descansa sobre la estufa, donde he echo las albóndigas de carne y verduras con la pasta.

Hace una mueca de pesar.

—Tiene un aspecto increíble. Es que...

Se pasa la palma de la mano por la nuca.

—Bill y yo somos vegetarianos desde pequeños, no comemos carne más que de soya.

Lanzo un gemido y me tapo la cara.

—¡Qué estúpida! Lo siento.

—No lo sientas.

Dice, consternado

 Mein Heiliger  ♰ (Tom Kaulitz)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora