Cap 2

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María pide unas papas fritas antes de soltar la la cerveza y vaciar el vaso de un trago.

Se pasa el antebrazo por la boca y me lanza una ojeada. Debo de estar boquiabierta, porque pregunta:

—¿Qué? ¿Debería ser más sofisticada?.

Me encojo de hombros, pasando el popote por el hielo de mi vaso. Tras un masaje y una limpieza de cutis de buena mañana, una tarde transcurrida en la piscina del hotel y unos cuantos cócteles espesábamos a ambientarnos. Además, aun después de tomarme una cerveza de un solo trago, con un bol tipo albañil,  María continúa pareciendo una chica sofisticada.

Sería capaz de saltar dentro de una piscina de bolas de plástico en el parque infantil de un McDo-nald's y salir sin despeinarse.

—¿Para qué te vas a molestar?.

Pregunto.

Tenemos el resto de la vida para ser sofisticadas, pero solo este fin de semana en Las Vegas para ser vulgares.

Escucho sus palabras, asiente con gesto firme y le hace un gesto al camarero.

Tomaré dos tragos más y la monstruosidad que está tomando mi amiga, sea lo que sea.

Señala a Lola, que lame la nata del borde de una repugnante copa con luces led parpadeantes. El chico frunce el ceño. Luego sacude la cabeza y dice:

En marcha dos vasos de whisky y una guarra en un trampolín.

María me dedica su mejor expresión escandalizada, pero apenas tengo tiempo de asimilarla cuando alguien se aprieta contra mi espalda en el bar infestado de gente. Unas manos grandes me agarran por las caderas instantes antes de que un aliento caliente me susurre directamente al oído:

Así que estás aquí.

Me giro sobresaltada y me aparto de un de inmediato, lanzando un grito ahogado.

Tom.

Tengo la oreja cálida y húmeda. Cuando lo miro, veo en sus ojos la misma luz juguetona que vi anoche. Es el típico chico capaz de ejecutar un absurdo baile robótico para hacerte reír, de chuparte la punta de la nariz y de hacer el ridículo por una sonrisa. Estoy segura de que, si intentara tirarlo al suelo, me dejaría ganar. Y disfrutaría cada minuto.

—¿Demasiado cerca?.

Pregunta.

Quería mostrarme seductor, pero sutil.

No creo que hubieras podido estar más cerca.

Reconozco, reprimiendo una sonrisa mientras me froto la oreja.

Prácticamente te has metido dentro de mi cabeza.

—Serias un espía malísimo.

Dice uno de los tipos que van con él, guiñando el ojo.

Bill, Georg.

Dice Tom, señalando primero a un amigo alto de pelo rubio y relamido, barba de pocos días y vivos ojos cafes tras unas gafas de montura gruesa de cierta forma se párese a Tom pero es más alto y delgado, y luego al que acaba de hablar, de pelo rubio obscuro muy corto, ojos claros y luminosos y una sonrisa que debe de ser permanentemente hermosa. Tom me mira.

—Caballeros, esta es Mein Heiliger. Sigo esperando a conocer su verdadero nombre.

Se inclina un poco hacia mí y añade.

—Tendrás que dármelo en algún momento.

Me llamo Scarlett.

Le contesto, pasando por alto su indirecta. Sus ojos descienden por mi rostro y se detienen en mi cadena y de hay sube a mis labios. Es justo la mirada que me dedicaría si estuviera a punto de besarme, pero está demasiado lejos. Se inclina ligeramente hacia delante, y es como ver volar un avión a tres metros del suelo a lo largo de varias millas.

 Mein Heiliger  ♰ (Tom Kaulitz)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora