Cap 15

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Cuando se va ala entrevista el lunes, casi me siento aliviada. Así puedo volver a la tiendecita del callejón, conteniendo el aliento con la esperanza de que esté abierta. Creo que el juego de roles es divertido para Tom; al menos, espero que sea tan divertido para el como lo es para mí. Gracias a esos instantes nos damos a conocer mientras fingimos lo contrario.

Y esta noche quiero tirarle de la lengua.

La tienda está abierta y me recibe la misma señora, con su cálida sonrisa y su aroma de lirio. La mujer me toma de la mano y me acompaña hacia la lencería, los accesorios.

—¿Quién eres hoy?.

Pregunta.

Tardo varios segundos en encontrar las palabras y, cuando lo hago, no contesto a su pregunta.

—Tengo que encontrar una forma de rescatarlo.

Me observa durante unos instantes y selecciona un uniforme de soldado sexy.

Sin embargo, no es eso lo que estoy buscando. Mi mirada se posa en una bata diminuta de un rojo tan vibrante que tengo la impresión de que podría quemarme los dedos.

Su risa suena fuerte y gutural.

—Sí, hoy rescatas con eso. Esta vez, cuando entres, tu barbilla deberá de estar más alta, y tus ojos un poco maliciosos.

Alarga el brazo hacia la pared y me entrega un solo accesorio. Cuando miro lo que me ha dado, parece vibrar en mis manos. Yo nunca habría escogido esto, pero es perfecto.

—Que te diviertas.

Me he maquillado tantas veces para subirme a un escenario. Mis ojos aparecen oscuros y ahumados; mis labios, muy gruesos y rojos. Cubro mis pómulos con la cantidad de rubor justa para que se note que tengo
malas intenciones.

Doy un paso atrás y me examino en el estrecho espejo de la puerta del dormitorio. El pelo, negro, liso y brillante, me cae recto hasta la barbilla.

Mis ojos castaños presentan ahora más matices grises que negros.
Tengo que cortarme el flequillo; me roza las pestañas cuando parpadeo.

Sin embargo, a la mujer que me devuelve la mirada le gusta la sombra que proporciona. Sabe mirar a través de sus pestañas y coquetear, sobre todo con los cuernos rojos que sobresalen ligeramente de la delgada diadema negra que se oculta en su pelo.

La bata es de encaje, con aplicaciones de tul y macramé. Las aplicaciones aparentan cubrir la piel, pero, a la tenue luz de las velas que he encendido por todo el apartamento, mis pezones resultan claramente visibles. Aparte de eso, solo llevo una pequeña tanga rojo.
Esta vez no me pongo nerviosa al oir que el ascensor se abre y que los pies de Tom se dirigen hacia nuestra puerta.

Entra, deja caer las llaves en  la mesa. Entonces se gira y me encuentra sentada en una de las sillas del comedor, que he colocado a unos tres metros de la entrada.

-¡Dios, Heiliger!.

Poco a poco, se pasa el porta latop por la cabeza y la deposita con cuidado en el suelo. Una sonrisa ardiente comienza en una de las comisuras de su boca y se extiende perezosamente hasta el otro lado cuando se fija en los cuernos.

—¿Voy a tener problemas?.

Niego con la cabeza y me estremezco al oír cómo pronuncia "problemas", mi nueva palabra favorita. Me levanto y me acerco para que me vea bien sin duda se le acabó su Heiliger.

—No.

Digo.

—Pero me han dicho que te gustaría cambiar tu situación.

 Mein Heiliger  ♰ (Tom Kaulitz)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora