Capítulo 8

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El cristal negro que nos separa del conductor esta subido, ambos estamos aislados en la parte de atrás, pero no me ha mirado, no me ha dirijo la palabra menos por su orden de subirme al coche

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El cristal negro que nos separa del conductor esta subido, ambos estamos aislados en la parte de atrás, pero no me ha mirado, no me ha dirijo la palabra menos por su orden de subirme al coche. No se que pretende, no se a donde me dirige, pero no es a mi casa.

Esta parte de la ciudad no la conozco, no suelo salir de la zona de confort de mi padre. En cambio, Dante domina toda la ciudad, y hay partes en su territorio que para mí están prohibidas. Como él mismo, y aquí estoy, con el diablo en su propio infierno.

Estoy empezando a ponerme nerviosa por su silencio y su mandíbula apretada. Está enfadado, eso se puede notar, ¿pero por mí? ¿Mi provocación lo pone en este estado?

—¿Dónde vamos? —intento sonar tranquila y sumisa, pero no funciona, me mira con frialdad y odio.

—No te he dado permiso para hablar —vuelve a fijar la vista por la ventana, ignorándome.

—Dante... —mi voz es un susurro, pero intento suene como una súplica.

Se gira hacia mí, hecho una furia y me agarra del pelo, tirando hacia él, arrastrándome por encima de los asientos hasta pegarme a su cara. Su respiración es más pesada y resopla por las aletas de la nariz, sus ojos son dos zafiros llenos de ira. Me agarra la mandíbula con la otra mano, apretándome con fuerza y me hace daño.

—¿Te has acostado con él? —ruge.

Abro los ojos, sorprendida por su acusación y las lágrimas se acumulan en mis ojos.

—Nooo —mi voz es apenas un susurro mientras mis mejillas se humedecen.

—Las lágrimas no funcionan conmigo Patrizia —me suelta empujándome de nuevo al otro lado del coche.

—No me he acostado con él —me miro las rodillas, no quiero llorar y el alcohol no ayuda a controlar mis sentimientos.

—No tengo manera de comprobarlo —sus palabras me duelen, más que si me hubiera golpeado. —Es una buena jugada, lo reconozco.

—¿Cómo puedes dudar de mí? —antes de poder controlar mis palabras salen hechas una furia.

Vuelve a mirarme, lleno de ira contenida, sus ojos prometen dolor y sufrimiento. Ahora entiendo porque lo llaman diablo. Cualquier otro se estaría meando encima.

Le mantengo la mirada, yo no soy cualquiera, y ya es hora de que se de cuenta.

—No me desafíes Patrizia, mi paciencia tiene un límite. —hielo, sus palabras son de hielo que se clavan en mi alma.

—¿Tu paciencia tiene un límite?¿Qué quieres decir con eso? —el alcohol está empezando a soltarme la lengua y una parte de mi me grita que me muerda la lengua. —¿Crees que la mía no?

Un resquicio de risa nace de su garganta, fugaz como un cometa que traspasa el cielo.

—Estas borracha —sus palabras suenan a insulto y me enfurece aún más.

Secretos con el señor de la mafia (+18) [Borrador]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora