Lo que empezó siendo tu ilusión, se convirtió en la peor obsesión de él. Un romance explosivo, dominante y ardiente.
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[Me siento en la libertad de variar la historia y su conte...
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—¡Ay! —tengo que apretar la mano de mi marido para que no se abalance sobre el médico. —Está frío —intento reír, quitándole importancia.
—Lo siento, tenía que haberte avisado —se disculpa después de ver como Dante se tensa al hacerme daño, amenazándolo con su mera presencia. —Bien, veamos qué tenemos aquí —es incomodo tener la sonda del ecógrafo en la vagina, pero es la única prueba ginecológica para poder ver mi útero, al menos este medico tiene mas delicadeza que la última que me realizaron en el hospital.
—¿Qué ocurre? —la voz de mi marido es brusca, no tiene paciencia cuando se trata de mi.
—Bien, bien —susurra y Dante empieza a ponerse nervioso, aferrándome la mano con fuerza. —Esto es maravilloso —el doctor sigue con la vista fija en la pantalla, sin que ninguno de los dos sea capaz de interpretar las imágenes.
Me muevo un poco incómoda cuando presiona una zona con el ecógrafo para enfocar mi útero en la pantalla, me aferro a la mano de mi marido, que respira de forma peligrosa y tengo que acariciarlo con los dedos para calmarlo.
—¿Ven esta zona? —el doctor nos indica con la punta del bolígrafo sobre la pantalla del monitor. —Es la cicatriz del útero —nos aclara y vuelvo a removerme incómoda cuando mueve el cacharro, haciéndome daño. —Pero ven esta bolita blanca de aquí.
Asiento, disimulando porque Dante está apunto de perder el control.
—Es un embrión —se gira con una sonrisa de oreja a oreja y Dante ha dejado de apretar mi mano. —Es prácticamente un milagro, pero ese pequeño está bien agarrado.
Silencio.
No puedo apartar los ojos del doctor que me mira asombrado por su descubrimiento, con las arrugas de su rostro estiradas por su alegría.
—Llevo casi treinta años siendo ginecólogo, Patrizia, y muy pocas veces he visto que un embrión se aferre con unas lesiones como las tuyas —vuelve a mover el ecógrafo para poder verlo de nuevo. —Pero ahí está.
Mis ojos se desvían al monitor donde esa bolita blanca se destaca en la inmensidad oscura que la rodea y siento la mano de mi marido sobre mi vientre, llamando mi atención. Giro mi rostro para poder verle la cara, pero tiene los ojos puestos en la pantalla, tan alucinado como lo estoy yo.
—Pero —apenas me sale la voz. —En el hospital nos dijeron que lo había perdido.
—Si, he leído el informe —se inclina sobre la pantalla y hace una captura. —No se que clase de pruebas se realizaron para confirmarlo, solo te puedo decir lo que hay ahora, y puedo confirmar que tu embarazo sigue su curso.
Dante suelta el aire de sus pulmones, soltando la corbata que lleva ajustada al cuello con una mano, sin apartar la otra de mi vientre.
—¿Es peligroso para ella? —su voz ronca me sorprende, con el ceño fruncido, siento como presiona ligeramente con los dedos sobre la fina piel de mi barriga.