Lo que empezó siendo tu ilusión, se convirtió en la peor obsesión de él. Un romance explosivo, dominante y ardiente.
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[Me siento en la libertad de variar la historia y su conte...
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—¿Dante? —me acerco al despacho de mi marido después de terminar mis ejercicios con el fisioterapeuta. —¿Sabes algo de mi abuela? —entro sin llamar y ambos hombres se quedan mirándome fijamente.
Ambos se levantan de la mesa, ambos dejan olvidados los papeles sobre el escritorio de color negro del jefe de la mafia.
—Lo siento, tendría que haber llamado —trago saliva, incomoda. —Siento interrumpir la reunión —los ojos negros de mi marido me atrapan, paralizándome como un conejo ante los faros de un coche.
—¿Estás andando? —la voz de Luka me llama la atención y desvío mi mirada para caer de nuevo a un océano azul. —¿Desde cuándo? —da dos pasos en mi dirección y señala mi muleta.
Muerdo mis labios, algo avergonzada y retiro mi cabello detrás de la oreja, aún húmedo por la ducha reciente.
—Hoy —sonrío tímidamente y vuelvo a fijarme en Dante que me acecha desde el otro lado del escritorio, con las manos apoyadas en la madera y la cabeza agachada como si en cualquier momento pudiera saltar sobre nosotros. —El fisio me ha traído las muletas para que vaya probando, pero me siento muy torpe —vuelvo a fijarme en Luka que me mira con la sorpresa reflejada en el rostro.
Y con un grito de alegría me alza de la cintura, dándome vueltas en el aire y apretándome en su pecho, rodeándome con sus brazos. Una sonrisa le cruza los labios y su cicatriz se tensa cuando la risa le sale de la garganta, con un brillo de ilusión en los ojos.
—Bájala, Luka —la voz de mi marido no permite réplicas.
Y el abogado obedece, deslizándome por su cuerpo hasta tocar el suelo, mis manos se apoyan en sus hombros y mis dedos acarician la piel de su cuello, haciéndolo vibrar peligrosamente.
—Sabia que volverías andar, gatita —agarra mis manos y me besa los nudillos.
—Gracias —apenas me sale la voz, hipnotizada por sus labios y sus dedos que acarician mi piel de forma íntima.
—Suéltala —la voz de Dante nos sorprende por su cercanía y cuando rompo el hechizo de Luka me doy cuenta que está detrás del abogado.
Mi marido alarga la mano y Luka deja mis manos sobre las suyas como si fuera un intercambio de poderes, como si fuera un objeto que pudieran pasarse el uno al otro. Me siento ofendida por el gesto pero no me da tiempo a pensar cuando Dante tira de mi brazo para rodearme la cintura con el suyo y devorar mi boca.
Es salvaje y posesivo, me marca delante del abogado sin pudor ninguno. Arranca un gemido de mi garganta en el momento que su lengua se fuerza a entrar en mi boca y rodeo su cuello con mis brazos al sentir como mis piernas fallan. Pero no tarda en alzarme del suelo, levantándome sin esfuerzo sobre su pecho, con una mano en mis nalgas y la otra en mi nuca, enredando su mano por mi cabello que cae suelto por mi espalda.
—No hace falta que la marques a fuego, ya me queda claro que es tuya —la voz del abogado rasga el aire al pasar por su garganta con un gruñido bajo.