Capítulo 16: Fuutarou despertó con Miku

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Capítulo 16: Fuutarou despertó con Miku

Era una mañana radiante y el sol se elevaba sobre la ciudad con una alegría contagiosa, si es que había alguna en la vida de Fuutarou. Los rayos solares atravesaron el vidrio de la habitación de Miku Nakano, la tercera hermana. Fuutarou, emergiendo de un sueño profundo y reparador, entreabrió los ojos aún adormilado. Hacía un buen tiempo desde la última vez en que el había dormido en un colchón suave, aunque nunca en su vida haya tenido uno, él pensaba que sí lo tuvo.

—¿Qué...? —delante de él distinguió la silueta de una chica, que no era Fumiko.

Estaba vestida con una pijama azul de tela suave y ligera. Tras unos segundos, finalmente identificó a la persona frente a él: era Miku, su alumna, quien dormía a su lado en la misma cama y en la oscuridad. No era la mejor situación para él, especialmente sabiendo que Nino lo consideraba un acosador, y esta escena solo reafirmaría esa creencia. Se imaginó siendo tenido por la policía mientras Raiha y su padre lo despedían a lo lejos con pañuelos blancos en sus manos.

"Mierda", pensó Fuutarou con el rostro pálido y el corazón latiendo a mil por hora.

Sentía cómo el mundo se desmoronaba cuando Miku, que dormía plácidamente, se movió ligeramente para cambiar de lado. Para colmo, la suerte de Fuutarou parecía empeorar pues Miku se acercó más a él, rodeándolo con sus brazos y acercándolo a ella.

"Maldición, debo hacer algo. No puedo mantenerme así por mucho tiempo", pensó Fuutarou, sintiendo la suavidad del cuerpo de Miku (incluído sus pechos) y aunque él también podía ser delicado como una flor, seguía siendo un hombre, y por ende, tenía un "amigo" entre las piernas que quería manifestarse en el momento menos oportuno.

"Piensa en la virgen. Piensa en Dios", pensaba Fuutarou con la fuerza mental de un monje.

—Parece que estás en problemas —dijo Fumiko desde el fondo de su mente. Que ironía que una mujer estuviera sintiendo casi lo mismo que él.

"Deja de observarme y ayúdame con esto", pensó Fuutarou, y Fumiko, riéndose, le respondió:

—Conviene esperar a que se mueva por sí sola. Si intentas apartarla a la fuerza, es probable que se despierte y te acuse de ser un abusador —dijo Fumiko. Fuutarou replicó.

"¡Pero ellas me dijeron que durmiera aquí! ¡Ella vino al cuarto de noche!", reclamó Fuutarou, y Fumiko respondió:

—¿Crees que le creerán más al hombre o a la mujer a si a la hermana o al tutor? —cuestionó Fumiko. Fuutarou suspiró, consciente de que debía encontrar una manera de salir de esa situación lo antes posible. No quería estar en la cárcel por acosó sexual.

Finalmente, Miku se movió y soltó a Fuutarou. El chico sintió cómo el peso mental que llevaba consigo se aliviaba. Ahora solo restaba salir de la habitación sin ser descubierto por el resto de las hermanas. Lo malo era que, siendo cinco hermanas las que allí vivían, debía esperar a que se fueran.

Fuutarou escuchó tres golpes en la puerta de la habitación, lo que le devolvió la tensión a su cuerpo. Escuchó la voz de Itsuki al otro lado de la puerta, llamándolo con tranquilidad.

—¿Uesugi? ¿Estás despierto? —preguntó Itsuki, y Fuutarou palideció. Fumiko rio.

—¡Ya fuiste! Jajaja —rió Fumiko. Fuutarou le respondió.

"Si voy a la cárcel, tú irás conmigo, solo te lo recuerdo", pensó Fuutarou, y Fumiko guardó silencio. Al segundo siguiente, Fuutarou se encontraba frente a Itsuki mirándole sonriente, cosa rara en él.

—Itsuki, qué sorpresa —dijo Fuutarou. Itsuki lo miró extrañada por su hablar.

—¿Por qué esa actitud, Uesugi? —le cuestionó con desconcierto la menor de las Nakano. Fuutarou respondió nervioso.

—¿Actitud? ¿Qué actitud? —Fuutarou sudaba profusamente, casi al borde de un paro cardíaco. Fumiko estaba igual de nerviosa que él.

—Esa actitud. Tú no eres así —dijo Itsuki.

—¿Y cómo soy? —preguntó Fuutarou . Itsuki respondió:

—Insensible, cortante y frío. Con cara de que la vida te va de la mierda todo el tiempo —dijo Itsuki.

—Vaya, sí que fue una buena descripción —dijo Fumiko, y Fuutarou se maldijo. Mantuvo la calma con una sonrisa forzada.

—Ya veo... Gracias por tus halagos, Itsuki —dijo Fuutarou, desanimado. Itsuki asintió, pero seguía con esa mirada juzgadora.

—¿Y bien? ¿Por qué esa actitud? —preguntó Itsuki. Fuutarou se detuvo a pensarlo, pero fue Fumiko quien respondió.

—No es nada, solo que dormí bastante bien en un colchón cómodo. Gracias por la habitación —dijo Fumiko con la voz de Fuutarou. Itsuki lo miró con empatía.

—Ya veo... Si quieres puedes dormir más tiempo. Nosotras iremos con papá, así que puedes salir cuando gustes —dijo Itsuki. Fumiko asintió y cerró la puerta.

Adentro, el caos reinaba. Fuutarou analizó la habitación, notando que era bastante sencilla, sin lujos. Había una computadora en el escritorio y en el armario, probablemente, solo habría ropa sencilla, pues Miku siempre vestía con prendas no tan sofisticadas. No había pósters de películas o de la era feudal, pero sí encontró una katana antigua colgada en la pared como decoración. Pensó en tocarla, pero era mejor no hacerlo.

—Es muy bonita esta habitación —dijo Fumiko, y el chico asintió. Caminó hasta quedar frente a Miku, que dormía como una princesa en el castillo del dragón. Le parecía tierna cuando dormía, abrazando la almohada como si fuera un peluche suave y cariñoso.

—¿Qué tanto le ves? ¿Te gusta? —preguntó Fumiko coqueta, y Fuutarou negó con la cabeza, sonrojado.

"¡No! Solo me parecía verla tierna y ya", pensó Fuutarou, avergonzado. Se movió hasta donde estaban sus cosas, tomó su cambio de ropa y, al poco tiempo, ya estaba listo para salir de allí.

—Listo —dijo Fuutarou, y Fumiko lo animó.

—¡Vamos por unas chimichangas para celebrar! —gritó Fumiko en su mente, y el chico suspiro. Tomó la manilla de la puerta y la giró a la izquierda, pero escuchó un quejido detrás de él.

Volvió la vista a Miku, que se frotaba los ojos cansados. Después de un breve lapso, abrió los ojos.

—¿Eh? —Miku miró a Fuutarou, que tenía los ojos abiertos de par en par, con las palabras entrecortadas y el corazón latiendo rápidamente, sabiendo que no había escapatoria esta vez.

—Ya no va a haber chimichangas, ¿verdad? —preguntó Fumiko con tono triste.

Continuara...

Fuutarou ½Donde viven las historias. Descúbrelo ahora