Capítulo 3: La chica bajo la lluvia

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Capítulo 3: La chica bajo la lluvia.

Narra Fuutarou.

Decidí marcharme del departamento de las quintillizas después de mi primera visita como su tutor. La situación se estaba volviendo cada vez más complicada y no sabía cómo manejarla. Apenas había cruzado la puerta de salida cuando una lluvia repentina me alcanzó, mojándome rápidamente.

—¡Maldición! —exclamé mientras la fría agua calaba mi ropa.

Después de tener que salir corriendo por los riesgos de lluvia, la suerte sobre mí cayó de manera literal en forma de la tormenta; el agua estaba helada, tan fría que instantáneamente me hizo cambiar de forma.

Finalmente, llegué a mi hogar empapado y jadeante. Entré corriendo y me dirigí directamente al baño. Abrí el grifo esperando a que el agua comenzara a salir, sin embargo había un detalle: no había agua.

—Mier... —intenté no insultar ya que mi voz como mujer era muy suave y era extraño para mí oír a una mujer insultar.

Me recosté en el suelo del baño, exhausto por el maratón. Mis emociones estaban revueltas, sintiendo la presión de mi nueva responsabilidad como tutor de las quintillizas y la carga de mi propia secreta aflicción, así parece que no podría volver a mi forma normal pronto.

Cuando menos lo esperé, escuché que algo rasguñaba la puerta del baño, a lo que me levanté aún empapado para ir a ver de qué se trataba. Al abrir la puerta, un gato de color negro con tonos azules pasó frente a mí, acariciando su suave pelaje por mi pierna.

El gato se veía mojado, a lo que suspiré derrotado.

—¿También te agarró la lluvia, Raiha? —el gato me asintió, a lo que solo entrecerré los ojos—. No hay agua caliente, es más, ni hay agua en la casa —expliqué algo molesto.

—Miau... —su maullido era muy deprimente, a lo que simplemente le ladeé la cabeza.

—Sí, lo sé, mañana veré qué hago para llevarte tu ropa a la escuela y puedas asistir a clases —dije serio, y fui por unas toallas para secarme y no enfermarme de alguna gripe.

—¿Miau? —un maullido en tono de pregunta.

—No entiendo a qué te refieres, bueno, a ver qué comemos —no había casi nada en el refrigerador.

Necesitaba agua caliente para revertir mi transformación y volver a mi forma habitual, pero no había ni una gota disponible en ese momento. Aguantar hasta el día siguiente será.

—¿Qué voy a hacer ahora? —murmuré para mí mismo, sintiendo la ansiedad crecer en mi interior.

Por un momento, consideré la posibilidad de salir corriendo en busca de agua caliente en algún lugar cercano, pero rápidamente descarté esa idea. No tenía tiempo que perder y necesitaba encontrar una solución rápida y efectiva.

Con el corazón latiendo con fuerza en mi pecho, me di cuenta de que solo había una opción: ir a la escuela como mujer y hacer el cambio allá. Aunque la idea me resultaba incómoda y embarazosa, no tenía otra alternativa.

Con resignación, me vestí con el uniforme y una falda, la cual tuve que comprar para situaciones donde me tocara estar como mujer, ya que muchas veces me regañaron por usar un pantalón en lugar de la falda, así que me sentía extraño al verme en el espejo por sentir cómo entraba aire por debajo. A pesar de mi incomodidad, me recordé a mí mismo que esta era solo una situación temporal y que podría recuperarme.

Aun no puedo con esto del todo.

—Fuutarou, ya vine —la voz de mi padre se escuchó por el otro lado.

—Hola, viejo, ¿qué tal todo? —respondí, a lo que me miró serio.

—¿Acaso ya te gusta estar como mujer? —me preguntó, a lo que me avergoncé un poco por el tipo de pregunta, pero me recompuse para devolverle la misma mirada seria.

—No, es solo que no tenemos agua, y menos caliente —respondí sin quitar la seriedad.

—Bueno, ¿y por qué te transformaste? —me volvió a cuestionar, a lo que me encogí de hombros.

—Fue ayer en la noche por la sencilla razón de que llovió y el agua estaba fría. Al llegar intenté revertirlo, pero no salía agua caliente.

—Ya veo, aun así me preocupa mucho lo que les pase, contigo al menos es un cambio de género, en cambio, Raiha es... —al decir su nombre se dio cuenta de su ausencia, a lo que empezó a llamarla para después ver al gato llegar—. Eso... Raiha es un gato.

—Miau —podríamos asimilar que era un saludo.

—Hola, mi pequeña, ¿igual te mojaste ayer? —preguntó mi viejo al gato, que asintió.

Asi sin mas Raiha se recosto en el regazo de mi papá para que tuvieran una charla en lo que yo terminaba de hacer algo de desayunar, cuando mi maravilloso y por maravilloso me refiero a comun, desayuno estaba terminado nos despedimos del viejo quien tenia dia libre debido a que no quieren pagarle mas por "explotación laboral" vaya tonteria.

Al llegar a la escuela, traté de mantener la cabeza baja y evitar llamar la atención, pero fue en vano. Los murmullos y las miradas curiosas me seguían a donde fuera que fuera, recordándome constantemente mi situación embarazosa. Mientras caminaba por los pasillos, tratando de pasar desapercibido, me encontré con Yotsuba, quien se acercó a mí con su característica energía y entusiasmo.

—¡Hola! ¿Cómo estás hoy, Uesugi-san? —exclamó Yotsuba con una sonrisa brillante.

— ¿Cómo me conoces? — le cuestiono al verla ya que yo estaba transformada en chica.

— Itsuki ayer nos conto de ti, te vio corriendo bajo la lluvia como una gacela en monte de cerezos — una metafora rara, de por si es la hermana mas tonta de todas. 

— Ya veo... — tenia que ser mas cuidadoso.

—¡Qué bien! Oye, ¿quieres ir a jugar al parque después de clases? ¡Será muy divertido! —propuso Yotsuba, con sus ojos llenos de emoción.

Quisiera aceptar su invitación,  y fue entonces que recordé mi situación actual y cómo necesitaba encontrar una solución para volver a mi forma habitual antes de que fuera demasiado tarde, sin contar que debo evitar usar mi maldición en publico.

—Lo siento, Yotsuba, pero hoy no puedo. Tengo algunos asuntos que resolver después de clases. —respondí con pesar, esperando que Yotsuba no se sintiera mal por mi rechazo.

—Oh, está bien. ¡Otra vez será! Nos vemos luego, Uesugi-san. —dijo Yotsuba con una sonrisa, antes de alejarse saltando por los pasillos.

Mientras la veía alejarse, sentí un nudo en el estómago por haber rechazado la invitación de Yotsuba, pero sabía que tenía que priorizar resolver mi problema de transformación antes que cualquier otra cosa.

Decidido a encontrar una solución lo antes posible, continué mi camino hacia el baño, con la esperanza de que pudiera  resolver este dilema antes de que fuera demasiado tarde.

— ¿Cómo supo que era yo? — dijo Yotsuba al aire dando saltitos de conejo.

Continuara...

Fuutarou ½Donde viven las historias. Descúbrelo ahora