Capítulo 18: ¡A correr, Futarou!

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Capítulo 18: ¡A correr, Futarou!

El sol apenas asomaba en Japón y su cálido resplandor naranja se posaba sobre nosotros, sobre ellos y sobre quienquiera que estuviera allí. Futarou se despertó tras sentir los rayos del sol en su sien, iluminando su cabello negro.

—¿Ya es de día? —preguntó Futarou, a lo que una voz externa respondió:

—Para tu desgracia y la mía, sí —dijo Fumiko con tono cansado. Futarou se estiró un poco y luego observó la habitación, vacía y sin ningún alma.

—¿Y Raiha? —pregunto Futarou.

—Se fue hace un momento, creo que tenía algo importante que hacer —respondió Fumiko, sumida en el cansancio. Ninguno pudo dormir anoche, y probablemente hoy tampoco. La idea de que su mayor secreto había sido revelado, y peor aún, que su alumna fuera la fuente de la verdad, tenía aterrorizado a Futarou. Una llamada urgente de Raiha lo trajo ayer a casa, dejándolo con la incertidumbre sobre el futuro.

¿Le contaría a sus hermanas sobre su secreto? ¿Sería tachado de fenómeno? ¿Pensarían que es transgénero? ¿Qué demonios haría si toda la escuela se enteraba de la verdad?

—Necesitamos hacer algo, no podemos dejar que ella revele nada —dijo Futarou, serio. Fumiko, adormilada, respondió con un vago "Sí" mientras intentaba descansar.

Así comenzó su día.

La escuela era el tipo de lugar al que Futarou solía recurrir para calmar su día; siempre había sido un fanático del silencio, pero justamente ese lugar llamado escuela era una perdición para él.

Caminaba como un cachorro asustado en busca de su dueño, pero en este caso, buscaba a su cómplice en esta mentira. Desde la mañana no había visto a Miku ni a ninguna de las otras hermanas Nakano, que sorpresivamente no estaban monopolizando las conversaciones de los alumnos que veía por ahí.

"¿Dónde demonios están esas idiotas? ¡Cuando las necesito nunca están!", pensó Futarou, frustrado. Fumiko se quejó por sus gritos cuando, de repente, vio uno de los salones.

"¿Y ese? Nunca lo había visto", pensó Futarou, desconcertado. En el aula había un chico alto, de buen porte y aspecto, con el cabello negro y ojos azules como el mar, iguales a los de las chicas a las que él daba tutorías.

Pero el chico no estaba solo; había una chica frente a él, encogida y temblando, como si estuviera nerviosa por su presencia.

—Take... Gracias por venir —dijo la chica, temblando y con palabras resbaladizas. El chico solo asintió, visiblemente desconcertado, o quizás acostumbrado a este tipo de situaciones.

—Oye, es guapo —dijo Fumiko desde la mente de Futarou. El ratón de biblioteca le dijo que guardara silencio. Ambas almas observaron entonces a la chica extender una especie de sobre decorativo con muchos corazones, y pese a estar temblando y tener la cara roja de vergüenza, le gritó al otro chico.

—¡Me gustas! ¿Me dejarías ser tu novia? —confesó la chica, muy avergonzada. Hubo un silencio abrumador y cuando la chica miró al chico, vio una mirada suavizada con una gentileza abismal.

—Lo siento, pero no estoy interesado en una relación —dijo el chico y la otra chica, con lágrimas en los ojos, salió corriendo del salón con los párpados cubiertos de lágrimas. Futarou la vio pasar a su lado como una fugaz estrella que se iba del dolor.

—Pobrecita, yo pensé que sí la iba a aceptar —dijo Fumiko, enternecida. Futarou miró al salón de antes, pero abrió los ojos de sorpresa.

—¡Qué molestia! ¿Por qué todas se me declaran? ¡Maldita sea esta estúpida maldición! —dijo el chico del aula, visiblemente molesto. En el escritorio del profesor había una taza con agua caliente para un café, pero el chico la tomó con sus manos y se la vertió encima.

En un instante, y con Futarou como testigo, el chico se convirtió en una hermosa mujer de aspecto impresionante, pequeña pero de gran inteligencia, tan atractiva como las hermanas Nakano.

—Y todo es culpa de ese maldito de... —la chica miró hacia la puerta, observando a un Futarou estático y con los ojos abiertos como platos, mirándola con asombro.

—Tú... —musitó Futarou, pero la chica se veía más que sorprendida, molesta.

—¡Ven aquí, idiota! —le gritó la chica y se lanzó hacia Futarou, quien, sin saber por qué, comenzó a correr.

—¡¿Por qué nos persigue esa loca?! —preguntó Fumiko.

—¡No lo sé! —gritó Futarou, mientras la chica le gritaba:

—¡¿No sabes?! ¡¿Cómo pudiste olvidarme, maldito Uesugi?! —La chica corría a casi la misma velocidad que Yotsuba, lo que era un problema para Futarou, quien no era muy atlético. Poco a poco, la chica se le acercaba, hasta estar a solo unos centímetros de distancia.

—Maldita sea, maldita sea, maldita sea, ¿qué hice ahora? ¿Por qué Dios siempre me mete en más líos? ¡Maldita mi suerte! —dijo Futarou mientras corría. En un momento se cruzó con Miku, que pasaba con algunas hojas de papel. Al chocar con ella, Futarou no tuvo tiempo de reaccionar, y ambos cayeron al suelo junto con los papeles.

—¡Auch! ¿Por qué no te fijas, Futarou? —dijo Miku, pero él no respondía. Miró detrás suyo y vio a la chica de antes, con los puños cerrados y la sangre hirviendo de rabia. Lo tomó por la camisa y lo acercó a ella, visiblemente enojada.

—Este... ¿Hola? —dijo Futarou, nervioso. La chica le dio un buen golpe en el rostro y luego lo dejó caer al suelo. Todo esto era un espectáculo para los que pasaban por ahí, y muchos se detuvieron a mirar, pero fueron espantados por la misma chica que golpeó a Futarou, gritándoles que se fueran. En el pasillo solo quedaron tres personas: Futarou, Miku y la chica.

—Ha pasado mucho tiempo, pero nunca podría olvidar tu rostro, Futarou Uesugi —dijo la chica, con mucha molestia. Se acercó a Futarou y, apretando el puño, estaba lista para golpearlo de nuevo, pero unas palabras de Futarou la llenaron de confusión.

—Antes de que me rompas la cara, tengo que preguntarte algo. ¿Quién eres? —preguntó Futarou, confundido y con un moretón en el ojo. La chica lo atrajo más hacia ella y lo miró con enojo.

—¿Cómo que quién soy? ¡Soy Takebayashi! ¿No te acuerdas de mí? —le preguntó Takebayashi, mirándolo con enojo. Futarou intentó vagamente recordarla, incluso siendo ayudado por Fumiko que revisaba entre sus recuerdos. Cuando su cerebro le dijo: "Es la niña con la que jugábamos," Futarou entendió quién era al instante.

—Ah, ya sé quién eres. ¿Cómo has estado, Takebayashi? Hace mucho tiempo que no nos vemos —dijo Futarou, tranquilo y sereno. Lo que no esperaba era ser golpeado de nuevo por Takebayashi.

—¿Cómo he estado? ¡De la verga! ¡Por tu maldita culpa tengo esta maldición! ¿Sabes lo que es transformarse en hombre siendo mujer? ¡Mi vida se fue al carajo por tu culpa! —gritó Takebayashi, visiblemente molesta y con sed de venganza. Futarou intentó recomponerse y cuando Takebayashi estaba a punto de golpearlo de nuevo, él la detuvo.

—¡Espera! Sé que estás molesta, pero yo mismo no recuerdo nada. Para empezar, ¿por qué fue mi culpa que tuvieras esa maldición? —preguntó Futarou, confundido. Takebayashi apretó los puños y se sentó en el suelo. Miku los veía como un espectador fiel viendo una película muy interesante.

—¿En serio preguntas eso? ¿No recuerdas quién te acompañó a Jusenkyo? ¡Por tu culpa y tus estupideces me metí en esto! —dijo Takebayashi y Futarou pareció entender.

—Ah, ya recordé cómo pasó —dijo Futarou, sonriendo.

—¿Ya lo recordaste? —preguntó Takebayashi, y él asintió.

—Todo comenzó hace tres años...

Continuará...

Fuutarou ½Donde viven las historias. Descúbrelo ahora