Capítulo 4

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Recubierto en una fina capa de magia morada, ahí estaba Anael Lightson, llegando puntualmente al inframundo, específicamente a los terrenos del celador del inframundo.

Myrima observó a su mejor amigo, que venía demasiado diferente a como iba ella. Anael iba con un traje de vestir azul marino, camisa negra y zapatos a juego.

—¿Es Norte?— le preguntó Abdel a Marshall, ambos estaban meditando, pero el primero se desconcentró al escuchar ruidos.

—Es su nieto, Anael.—le explicó mientras que el caído observaba como Myrima y Anael se abrazaban efusivamente.

Abdel se levantó, disimuladamente para ver más de cerca el encuentro.

—¿Por qué estás vestida así? — le preguntó Anael a su amiga, que iba con ropa casual, jeans claros, camisa de franela de cuadros azules y unos tenis blancos, no formal como él. —Íbamos a ir a cenar y luego a bailar.— Myrima se sonrojó.

—No traje esa clase de ropa al inframundo, Anael. — le explico bajando la mirada, no quería admitirlo, pero desde que tiene a sus hijos, no tiene mucho tiempo para ella.

—Vamos con la tía Sol, seguro tiene algo que prestarte.— la tomó de la mano y la arrastró adentro de la casa de Marshall.

—¿Qué tanto le ves a Myrima?— se asustó Abdel, llevándose las manos al pecho.  Ahí estaba la mirada inquisidora del celador del inframundo. —No estarás pensando hacerle lo mismo que llegaste a hacerle a Anett Weisz y a Eitabel. — cansado Marshall, pues sabía que la obsesión del arcángel por Elia — deberías dejar de lado esa obsesión.—

—Que ya dejé eso de lado, sabes que difícil fue para mí aceptar que ese supuesto amor que yo  le tenía a Elia. —Marshall realmente veía sinceridad en sus palabras—La realidad ya me hizo pagar con mi propia muerte y luego, no se que pasó. Pero estoy seguro que ya no cometeré los mismos errores del pasado.—

—Quisiera creerte, realmente si quiero creerte.— le dijo con sinceridad Marshall.— los otros caídos te están cazando, así que mi deber de celador del inframundo es proteger a todos los miembros del inframundo. Te vas a tener que quedar aquí.—Abdel asintió, Marshall frunció el ceño. — pero advierto alejate de Myrima y sus hijos. O sino, yo mismo te entrego con los demás caídos.— su voz sonó tan amenazante que podría jurar que escuchó la voz de un demonio de su interior.

—No te arrepentirás, Marshall.— le aseguró Abdel con una sonrisa, sintiendo una carga menos en sus hombros.

Mientras tanto en la casa de Marshall, Sol le había prestado un vestido satinado rojo corto, con la espalda descubierta, le planchó el pelo.

—¿Está bien salir a divertirme?— le preguntó Myrima con algo de pena mientras Sol le maquillaba los ojos. — Es que no quiero dejar a mis bebés. — Sol le sonrió maternalmente.

—Claro que está bien Myrima, te lo mereces. Ya necesitas una noche para ti.— terminándola de arreglar, le prestó su labial rojo cereza.—Te ves hermosa, pareces una muñequita.— la chuleó la pelirroja. —Los tenis blancos, nunca lo había intentado y se ven bien. — la llevó a un espejo.

Mientras tanto en la sala de la casa de los Meinson, Anael jugaba con los gemelos, traía a Gael en brazos mientras Akmed jugaba con las esferas de magia que le hacía.

—¿Todavía no termina de arreglarse?— preguntó Marshall llegando a la sala junto con Abdel— Hola Gaelito.— tomandole la mano viendo su lunar, el niño le sonrió — Por cierto, él es Abdel. — Anael algo serio le dio la mano.

—Si un gusto, mi mamá ya me explicó la situación. — Marshall asintió, Abdel dio la mano para volver su atención a los gemelos.

En eso Gael se empieza a levantarse, Anael le sonrió. — ya quieres caminar tu.— haciéndole cosquillas y se acerca a Akmed. — para ti también hay cosquillas.— ambos gemelos comienzan a reírse.

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