Capítulo 2

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Miryma abrió los ojos con bastante pesadez, ahí estaban sus demonios interiores jugándole una mala pasada. La chica se levantó con un nudo en la garganta que no la dejaba respirar.

Comenzó a llorar en silencio, estaba rota, quería devolver el tiempo y no haber permitido que su amado se hubiera ido de su lado.

Se llevó las manos a la boca para ahogar un grito que había muerto en su garganta. Observó su cuarto tratando de calmarse, sus hijos dormían tranquilamente en su cuna.

Como Marshall lo prometió, era idéntico a su cuarto de la casa que tenía en la tierra. Fue a la cocina a hacerse un té y observó el calendario del mes que tenía colgado. Mañana era la cita de los gemelos con su pediatra.

Se dio un baño rápidamente para comenzar su día. No iba a mentir, cada día su corazón se levantaba con la esperanza de encontrarlo, pero al caer la noche su corazón quedaba destrozado. Así habían pasado dos meses desde que estaba ahí.

Se limpió rápidamente las lágrimas y tomó a sus bebés, acomodándolos en su carreola.

—Marshall, quiero hablar contigo —habló Myrima con la voz ahogada, pero clara. El celador del inframundo, que estaba meditando, interrumpió rápidamente su concentración para verla.

—Adivino, quieres empezar a ayudarme con los demonios. Será tu manera de librarte de todo ese duelo emocional, esa pérdida que estás atravesando ahora —dijo Marshall. La chica, incrédula, asintió.

—¿Cómo lo supiste? —preguntó tratando de tragarse las lágrimas. Solanche se acercó y le dio un abrazo, permitiendo que la chica comenzara a desahogarse.

—Mi esposa y yo vimos tu semblante anoche. Se podía percibir tu estado anímico. Reconocí tu mirada de dolor porque yo también lo he sentido —explicó Marshall con toda la empatía del mundo. Solanche y Marshall estaban sintiendo tanta conexión con Myrima.

Los tres habían perdido tanto, el celador del inframundo se unió al abrazo de su esposa y de Myrima.

Nada podía romper esa armonía, hasta que se escucharon unos aplausos. Gael y Akmed comenzaron a llorar. Solanche y Myrima agarraron a los niños.

—Qué bonita escena familiar —dijo un ser de alas negras imponente. Myrima no entendía: "¿Qué clase de ángel era ese?" —Déjenme entrar, quiero hablar contigo, Marshall. Como ciudadano del inframundo, puedo entablar una conversación con el celador del mismo —su cabello era oscuro, su piel pálida y sus facciones finas eran angelicales, pero su mirada roja rompía la armonía angelical.

—Vayan adentro —le dijo Marshall a Sol y a Myrima— todo estará bien. Hablaré con el imbécil y regresaré con ustedes —Myrima le dio el gemelo que tenía en brazos a Solanche.

—Te acompaño. Te dije que te iba a ayudar con tus asuntos del inframundo —dijo Myrima con determinación. El ángel caído observó a Myrima. Así que ella era la famosa humana que acompañaba al celador del inframundo.

Había escuchado todos y cada uno de los rumores en torno a la chica, la imaginaba más distinta, más intimidante.

—Aquí no, este imbécil aprovecha para traer a su novia muerta a la vida, haciendo que su alma infestada posea el cuerpo de cualquier mujer viva —explicó Marshall.

—¡Ey! He cambiado ya —reaccionó reacio Abdel.

—No es la primera vez que me enfrento a algo así, ¿sabes? —dijo Marshall, mirando mal al ángel caído. Marshall suspiró, Solanche se llevó a los bebés.

—Déjame imponer un poco de respeto —le susurró Myrima a Marshall. Este asintió, tratando de ocultar una sonrisa.

Ambos salieron de los terrenos protegidos del celador del inframundo.

—Habla rápido, queremos volver a desayunar —apresuró Marshall. Myrima sacó coraje de donde no y se puso entre ambos.

—No necesitas escolta, Marshall. Te he dicho que he cambiado, quiero volver a la ciudad celestial —dijo Abdel. Intentó empujar amablemente a la chica.

—Acabas de cometer un error —dijo Marshall, viendo la mirada de Myrima. Abdel no entendía, pero de un momento a otro ya estaba en el piso, siendo sometido por la chica.

—Sí que tus hermanos te enseñaron bien, Myrima —dijo Marshall.

Abdel la veía confundido en el piso. ¿Cómo esa humana que le llegaba un poco más abajo del hombro pudo tirarlo? Esto era humillante. ¡Esa humana se las iba a pagar!

Escuchó el nombre de la chica: "Myrima", quedando en una especie de trance, donde lo único que podía sentir era la esencia natural de la chica, olía a lavanda.

Hasta que la chica lo soltó del brazo.

—No la ataqué, si hubiera sido el mismo de antes ya estaría muerta —se levantó rápidamente sin dejar de mirar mal a la chica, esta lo ignoró.

—Bien, quieres demostrar confianza. La confianza se gana con lealtad —dijo Marshall—. Y para ganarte mi confianza, será difícil.

—Ponme a prueba, no tengo nada que perder, ya estoy en el infierno —explicó Abdel. Marshall miró a Abdel a los ojos, realmente ya no se veía como ese mismo ser ególatra.

—Te espero aquí mismo todos los días al alba —Sin decir más, se fue con Myrima a los terrenos seguros—. Escúchame bien, Myrima, por más que el imbécil diga que va a cambiar, necesito que nunca confíes en él.

—¿Por qué no simplemente lo matas o lo encierras en un contenedor? —preguntó Myrima.

—Porque es un ángel caído, no un demonio. No lo puedo acabar, solo contener, hasta que realmente cambie —explicó Marshall. La chica asintió—. Te tengo noticias. Con ese ángel caído merodeando la zona, tendré que ponerte un guardia que te escolte en todo el trayecto.

—Gracias, Marshall. La verdad es que no confío mucho en ese caído y no quiero arriesgar la seguridad de mis bebés —cuando entraron a la casa de Marshall, observaron a Sol dándole de comer a los gemelos papilla.

Los bebés, al ver a su mamá, se emocionaron.

—Hola, mis preciosos bebitos —Gael empezó a sonreír y balbucear, mientras que Akmed estiraba sus manitas para que su mami lo agarrara.

—Ellos me mantienen con los pies en la tierra, son mi motor para seguir adelante —Akmed y Gael eran gemelos idénticos, ambos castaños, con mirada celeste. Lo único que diferenciaba a uno del otro, aparte de las medallas, era que Gael tenía un lunar en la mano.

Cargó a cada uno y comenzó a jugar con ellos. Los gemelos ya empezaban a gatear por toda la casa, así que le tocaba cuidarlos de que no se pegaran con alguna cosa.

Cuando llegó el tiempo necesario para ir al inframundo, Myrima, por consejo del celador del inframundo, se llevó su armadura, un peto de metal amoldado a su torso y su espada.

—Tenemos que ir con los ángeles caídos. Necesito empezar a corroborar cómo están después de la supuesta salida de Abdel —Myrima asintió, pero al ver la cara de Marshall, este continuó—. Ellos son más peligrosos que los demonios, necesito que te quedes en una zona donde ellos no te noten.

—Está bien, Marshall. Pondré música para alegrar el ambiente —sacando su celular y conectando sus audífonos inalámbricos, le pasó uno al celador y puso "Highway to Hell" de AC/DC.

—Muy adecuada para el lugar —Sin saber que eran seguidos por Abdel a lo lejos, el ángel caído necesitaba idear un plan para salir del inframundo.

—Muy bien, Myrima, ya llegamos. Necesito que te quedes aquí —le devolvió el audífono a la humana. Ella asintió. Estaba entre un montón de matorrales y un árbol que le daba una buena sombra.

Cuando vio que el celador del inframundo se fue volando entre los cielos claros, el eterno ocaso, como ella le decía, se sentó entre los matorrales.

La chica estaba tranquilamente viendo todo, cuando empezó a escuchar una voz.

"Myrima, ¿eres tú?" Esa voz la hizo sobresaltarse, se levantó rápidamente buscando esa voz que la llamaba.

"¿A dónde va esa humana?" pensó con molestia el ángel caído.

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Gracias por leerme, esta historia vamos a profundizar más en el inframundo, sus entorno, todo.

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