Capítulo 8

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Myrima veía a todos con un nudo en la garganta, tenía que hacerse responsable de lo que había hecho hace 6 años, lo que las medidas desesperadas hacen.

-¡Entiéndeme! Castigaste a un pueblo entero por mí, una adolescente de 15 años que no se quería casar. Te pido perdón, de todo corazón por eso. —lloraba la chica, haciendo que el enojo del espíritu se disipará. Abdel no daba crédito a lo que escuchaba. Veía como la chica estaba sumergida en una total tristeza y dolor, la quería abrazar.

Solanche miró muy mal al espíritu. —Creo que alguien abusó de su poder 7 años.— Akenatut se encogió de los hombros.

—Cretino.— sin evitar decirlo Ainhoa, cruzando los brazos.

—Si te querías desquitar con alguien, te hubieras desquitado conmigo. —continuó hablando Myrima, para limpiarse las lágrimas.— Después de Axiles estuviera perdido un buen rato y que lo creímos muerto, por tantos años. — el aludido alzó la ceja.— No sabía que tan fuerte fue la poción que hice, pero todo lo que pasamos, esos viajes que hacíamos, todas tus charlas motivaciones, hasta antes de casarnos. Sentí tan real lo de ambos.—

—Es que fue real.— ahí estaba el celador del inframundo que había llegado desde hace un buen rato.—Lo que ambos sintieron, fue real. No producto de la poción, en el mar de Athikus, ese tipo de pociones no son tan fuertes.— explicó Marshall, yendo a lado de su pelirroja.— tu eres un alma que no pertenece aquí Akenatut.— se acercó al alma y con sus dotes de celador.

Akenatut cayó al piso, tenía un cuerpo físico.

—¿Estoy vivo?— preguntó Akenatut tocándose el rostro. Myrima aún seguía mirando el piso, recapacitando lo que Marshall le decía.

—Te estoy dando un tiempo prudente, para que puedas despedirte.— Akenatut veía a los bebés que cargaba Bander y les sonrió a ambos.

—Bueno, vámonos dejemos que la parejita de enamorados, pase un buen tiempo, por última vez.— dijo Anael entendiendo todo, todos asintieron.

—Le haces algo a mi hermana y te la verás conmigo, imbecil.— ante todo el celoso de Bander, Akenatut negó rápidamente.

Todos se fueron, bueno casi todos. Abdel estaba escondido entre los árboles, viendo todo. "Todo por cuidar a la maldita humana"

—Akenatut, fuiste mi roca mucho tiempo, tus consejos, tenías razón en tantas cosas. — confesaba Myrima, con un nudo en la garganta. — No entendía que había cambiado desde el día que nos casamos, lamento tanto. Si las cosas hubieran sido diferentes — lloraba la chica y Akenatut le agarraba las manos.

—Debí de haber sido más fuerte y sobrevivir a ese demonio.— suspiraba Akenatut besándole las manos.—Quizás me hubieras amado igual o más que tú Axiles.— la chica suspire.

—Si te ame, Akenatut. Te ame mucho.— le decía Myrima con toda la sinceridad del mundo.

—Pero nunca me amaras como a él, Myrima. Aún sigues amando más a él.— explicó con total calma Akenatut.

—Es cierto Akenatut, él es el dueño de mi corazón.— suspiró Myrima — ¿sabes? Creo que las cosas hubieran sido distintas— mirando a la nada.

—Yo si te amo, fuiste el amor de mi vida. Agradezco los últimos años que pasé junto a ti, mi princesa. — le acarició la mejilla, sonriéndole.— Tienes unos hijos hermosos, se parecen mucho a ti. — ella comenzó a llorar más. Si habían hablado de formar una familia.

Abdel sabía que debía dejarlos solos, pero no podía. Esa humana estaba reconociendo que aún lo seguía amando, era algo que el arcángel necesitaba escuchar.

—¿Sabes, que? Olvidemos todo, disfrutemos este momento juntos, finjamos que estamos en ese restaurante ¿si? — lloraba la chica, Akenatut asintió. Se levantó Akenatut y le extendió la mano.

Myrima se la dio, Akenatut comenzó a bailar con ella. En medio de los terrenos de Marshall. Ella sacó su celular y le puso un auricular, para empezar a escuchar música y bailar al compás de la melodía.

—Te prometo, que he cuidado Aktera desde que no estás. Tu nación es imponente es próspera. — le aseguró, logrando sacarle una sonrisa.

—Prométeme que tú serás feliz, me quedé muy preocupado por ti ese último respiro de vida que tuve, lo hice pensando en ti.— dándole una vuelta y continuando bailando con gracia. Myrima soltó un suspiro doloroso.

—Te lo prometo, seré feliz Akenatut. Los planes que tenías, ya los hice míos, porque me encantaron.— le acarició la mejilla, sintiendo su cercanía, comenzó a acercarse a él, temblaba.— te amo mi rey, sé libre por favor. Necesitas descansar, ve y siente la gloria eterna.—

—Te amo, amor mío. — la besó con delicadeza. La chica cerró los ojos disfrutando del beso. Tenía más o menos, un año de no recibir un beso de amor.

Así fue como Akenatut se fue a la gloria eterna. Cuando ella no sintió a su rey, abrió los ojos.

Lo único que vio fue el cielo iluminarse con entre aquel cielo anaranjado.

La chica comenzó a llorar, se sentó en el césped de aquel lugar comenzó.

—Todo estará bien, Myrima.— le decía Marshall viendo a la chica con el corazón roto.

—Marshall creo que acabo de sufrir la experiencia "La la land" — tratando de calmarse, pero era imposible. Marshall se sentó a su lado, le acarició el cabello tratando de calmarla.

—Si, vi esa película. Me temo que así fue. — la chica seguía hipando. Myrima abrazo a Marshall como si la vida se le fuera en ella.

Marshall recordó la primera vez que estuvo para su hija, cuando le rompieron el corazón.

—Aquí estoy, hija.— con una lágrima en los ojos. Mientras trataba de reconfortar a la humana.

Abdel llegó a la casa de Solanche, fingiendo que todo estaba bien, se sentía muy mal. Estaba sorprendido como la chica logró soltar aquel tritón, sabía que Marshall la había puesto a prueba.

Ya que si Myrima no soltaba a Akenatut, el tritón tenía la oportunidad de estar de nuevo en la vida, no todos los días el celador del inframundo, le entrega un cuerpo a un alma.

Pero Myrima, logró soltar a aquel rey, sabiendo que la mitad del corazón se iba a ir con él.

"Él es el dueño de mi corazón" esas palabras le hicieron eco en la mente del caído, su corazón empezaba a palpitar como loco. Sentía la inyección de adrenalina, que esas palabras le dieron.

—¿Hay algo que quieres contarme Abdel?— ahí estaba Solanche, con los brazos cruzados, Abdel se sintió atrapado.

—¿Me puedes guardar un secreto?— le decía Abdel con el corazón en la mano, aún con taquicardia, la pelirroja miró a aquel caído y asintió.

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3/3 maratón.

Este maratón es un regalo, gracias por leerme y por el apoyo.

La verdad me hizo llorar, la situación de Akenatut.

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